Comentario
Tras la independencia se imponía la organización de los Estados, en un proceso que debía reemplazar la estructura colonial por nuevos organismos y para ello las oligarquías y los funcionarios afines a las mismas ocuparon los puestos vacantes ante el cambio de sistema político. La lucha ideológica, agotado rápidamente el debate sobre la forma republicana de gobierno, se centró en dos opciones. La primera entre liberales y conservadores, con una frontera muy tenue entre ambos, que muchas veces se expresaba en cuestiones religiosas o educativas y no en problemas políticos o ideológicos, aunque los enfrentamientos terminaran en guerras abiertas. La segunda, federalismo o centralismo, giraba en torno a la organización administrativa del país y al modelo a aplicar.El principal problema consistía en saber qué sector, o sectores, de la oligarquía nacional se quedaba con el poder, subordinando a los demás a su proyecto. La defensa de determinados criterios doctrinarios, como el intento de transplantar un modelo constitucional determinado, ocupó un lugar secundario en la discusión, ya que las definiciones valían más para diferenciarse del rival que para asumir positivamente los valores reclamados. Este fue el caso del venezolano Antonio Leocadio Guzmán, que llamó federalista a su causa sólo porque sus rivales se reclamaban centralistas. El reemplazo de la administración colonial por una republicana no era tarea fácil, dado el desigual control del territorio. Ningún gobierno dominaba la totalidad de las jurisdicciones y si a esto le sumamos la creciente ruralización, se ve cómo el peso de las desigualdades regionales terminaba por imponerse. La debilidad del poder central, que debía llegar constantemente a acuerdos o alianzas con los poderes locales, especialmente cuando no podía aplastar las opiniones discordantes, hizo que los aparatos estatales, así como sus sistemas burocráticos de una complejidad creciente, no fueran instrumento de una determinada facción política o grupo social, sino producto del compromiso y la síntesis. La necesidad de buscar el equilibrio entre las distintas fuerzas produjo decisiones que no siempre eran del agrado de quienes habían encumbrado a los gobernantes de turno.