Época:
Inicio: Año 1870
Fin: Año 1914

Siguientes:
Problemas de la República francesa
La Italia de Giolitti
El Imperio alemán
La Inglaterra eduardiana
Decadencia de la Rusia zarista
Negros presagios

(C) Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Élie Halévy llevaba en parte razón: nacionalismo y socialismo fueron, al menos, las dos fuerzas colectivas que cambiaron el clima político de la Europa anterior a la I Guerra Mundial. Como se ha visto, el problema de las nacionalidades hizo inviable el parlamentarismo en Austria-Hungría y creó en aquella región las tensiones que acabarían por provocar la guerra mundial en 1914. El nacionalismo de la derecha erosionó la legitimidad de la III República en Francia y de la monarquía en Italia, y alimentó el revanchismo antialemán francés y el irredentismo antiaustríaco italiano. El nacionalismo irlandés alteró el bipartidismo británico; el alemán inspiró la política mundial que Alemania proclamó en la década de 1890 y que, como se verá, fue otro de los factores desencadenantes de la guerra de 1914. Como también ha quedado dicho, toda Europa conoció grandes huelgas y numerosas protestas laborales -sobre todo, en los años 1910-14-y el ascenso de los partidos socialistas y obreros: ya se vio que el Estado moderno se transformó radicalmente como consecuencia, al asumir, como respuesta al malestar laboral, amplias y crecientes responsabilidades en materia de legislación y servicios sociales.
La capacidad de adaptación de los distintos sistemas políticos europeos a la irrupción de las masas en la vida política -encarnada en el auge del nacionalismo y del socialismo- fue muy distinta. Resultó mejor allí donde, como en Gran Bretaña, existían instituciones (Monarquía, Parlamento, Gobierno local, sistema judicial, etcétera) sólidas, flexibles y enraizadas en la vida social, y donde, por razones históricas, el parlamentarismo liberal constituía la esencia misma de la cultura política del país. Fue peor, o imposible, en países como Rusia, de tradición autocrática y carentes de un sistema de libertades constitucionales, en los que la política parecía anclada en un "impasse" sin salida, oscilando entre el autoritarismo gubernamental y la violencia revolucionaria. Pero en todo caso, la política no pudo ignorar en ningún país los nuevos problemas.