Comentario
El animal más representado es el caballo, "Equus caballus", en cuyas imágenes se han querido ver diferentes variedades o subespecies que, en su mayoría, no eran seguramente más que adaptaciones al medio. Se trata del équido que ampliamente pobló el hemisferio norte durante los tiempos paleolíticos, principalmente las estepas de Eurasia y del que proceden las variedades modernas. A causa del aumento postglaciar de las zonas boscosas, a partir del 10.000 a. C. fue entrando en estado de regresión en dichos territorios, en los que mucho después sería domesticado. Las pretendidas variedades no resisten un examen osteológico y todo lo más que se puede decir es que se trata de un animal polimorfo. Una de sus formas salvajes es el caballo Przewalski, que aún vive en las llanuras de Mongolia, variante del tarpán occidental que se extinguió en los siglos XVIII y XIX (Polonia y Ucrania).
Probablemente es el tarpán el representado en el arte paleolítico de Lascaux o en el de Niaux: cuerpo y cuello rechonchos, patas cortas y anchos cascos, cabeza pequeña y crines oscuras, y pelaje más abundante que en el caballo moderno. Otra variante era de mayor altura y aspecto más grácil. Este es el caso de los caballos de Tito Bustillo que, además, como caso excepcional, presentan cebraduras en las patas. El número total de caballos representados por los artistas paleolíticos supera los 600. Esta tendencia y la enorme cantidad de sus restos en los yacimientos, hicieron que Piette, en sus tanteos para establecer una nomenclatura del Paleolítico, hablara de la época "hipiquienne". Las imágenes de équidos fueron muy bien estudiadas por Capitan, Breuil y Peyrony en su monumental monografía de "Les Combarelles". Hay que señalar dos équidos de largas orejas, uno en Lascaux y otro en Trois-Fréres, que pueden representar el asno salvaje, "Equus hydruntinus".
Al caballo le sigue en número de representaciones el bisonte. Sus formas proceden del "Bison schoentensacki", del Pleistoceno medio, de tamaño mediano, del que derivaron "Bison priscus" en el Pleistoceno medio y superior, de talla grande, extendido por todo el hemisferio norte, y "Bison bonasus" en el Holoceno, que vuelve al tamaño antiguo. Este último es propio de Europa, mientras que "Bison bison" es americano, pero ambos constituyen una sola especie, pues son interfecundos. Son animales que viven en manadas en estepa abierta o en zonas semiboscosas. Se distinguen de otros bóvidos por el volumen de su parte delantera, con acentuada jiba y abundante masa pilosa. En invierno se cubren con librea de espeso pelaje que pierden en primavera. En la parte inferior del cuello y debajo de la cabeza tienen una cortina de largos pelos que, junto a la boca, es una verdadera barba. Pueden distinguirse variantes según la forma de la cornamenta, pero en realidad son difíciles de distinguir e incluso sus restos óseos son confundidos con frecuencia con los del uro. El "Bison bonasus" pervive en reservas como la de los bosques de Bialowieza (Polonia) o las del Cáucaso (Unión Soviética). Naturalmente, el lector español tiene presentes los bisontes bicromos de Altamira, pero también cabe recordar los expresivos grabados de Altxerri o las bellas siluetas en negro de este animal en Niaux, entre muchos otros ejemplos.
Entre los bóvidos figurados en el arte paleolítico se encuentra al lado del bisonte el uro, palabra céltica (Ur o Ure) que ha dado al latín Urus, también llamado aurochs, el toro salvaje cuyo nombre científico es "Bos primigenios". Es la especie de la que derivan las formas domésticas. Originario del subcontinente indostánico, durante el Pleistoceno se extendió por Eurasia y Africa con notables variantes. Durante el Pleistoceno superior, en la Europa occidental vive sobre todo en épocas de clima más templado que las que fueron favorables al bisonte y al reno, aunque todos estos animales convivieron como demuestra el arte paleolítico. El toro era de tamaño mayor (hasta 2 m en la cruz), con pelaje de color oscuro, mientras que la vaca era menor, de color más claro y con una línea blanca en el dorso. Vivió en el centro de Europa hasta la Edad Media y los últimos ejemplares fueron exterminados en Polonia a finales del siglo XVII. Experimentalmente ha sido reproducido en los parques zoológicos de Berna, Munich y Berlín. Es un animal bien representado en el arte paleolítico. Destacan las bellas figuras de Lascaux, donde, curiosamente, supera en mucho el número de bisontes (87 uros y 20 bisontes), al revés de Font de Gaume (ocho uros y una cincuentena de bisontes). Algunos de los ejemplares de Lascaux son atribuidos a "Bos longifrons", pero las diferencias entre las formas macizas y las gráciles de esta cueva pueden explicarse por el dimorfismo sexual.
Muy escasamente conocido de los artistas paleolíticos, el toro almizclado, "Ovibus moschatus", vivió en la Europa central y sólo esporádicamente llegó a la occidental. Sus representaciones son generalmente discutidas. Parece innegable la cabeza esculpida en un bloque de Laugerie Haute.
La cabra montés, frecuente en España y en el suroeste de Francia en el Paleolítico, pertenece al género Capra emparentado con el género Ovis (muflón y carnero), incluidos en los "Caprini Simpson". Esto se debe a sus semejanzas osteológicas que hacen que se les reúna en la categoría usual, pero taxónomicamente incorrecta, de los Ovicaprinos (confusión frecuente para las especies domésticas). La vida del género Capra va unida a los relieves complicados. En él se incluyen varios grupos. El ibex tiene dos formas: la de los Alpes (Capra ibex ibex) la de los Pirineos (Capra ibex pyrenaica). Pero hay variantes que se encuentran en lugares muy lejanos como Siberia, Mongolia, y el Próximo y Medio Oriente. Durante los períodos fríos del Pleistoceno medio y superior, a causa de las condiciones climáticas, las cabras monteses descendieron a zonas de baja altitud, aunque sin extenderse a las grandes llanuras. Entonces fueron objeto del interés de los cazadores paleolíticos que muchas veces las hicieron figurar en sus santuarios. Tenemos bellos ejemplos en Pair-non-Pair, El Castillo, Cougnac, etc.
La gamuza o rebeco, "Rupicapra rupicapra", con los cuernos cortos y apuntados hacia adelante, únicamente está representado en el arte mueble, aunque sus huesos están presentes en algunos yacimientos paleolíticos pirenaicos.
En la lista, con una cifra aproximada a la de la cabra montés, sigue el reno, "Rangifer tarandus". Se trata de un cérvido adaptado a los rigurosos climas glaciales y su ancha pezuña se acomoda a la marcha sobre la nieve. En los dibujos cuaternarios es claramente diferenciable del ciervo. Sobre sus subespecies se ha discutido mucho: la antigua clasificación en reno de tundra y reno de bosque se emplea cada vez menos: Las astas del reno tienen una forma de gancho curvada y fueron bastante utilizadas por los paleolíticos para fabricar objetos de arte mueble. Estas astas incluyen un candil de ojo (encima del ojo) y otro para escarbar el hielo (encima del precedente). Contrariamente a lo que ocurre con otros cérvidos, la hembra luce astas, más pequeñas y ligeramente aplanadas. El macho las pierde en otoño y la hembra en primavera. Los artistas paleolíticos representaron las diferentes tonalidades de su pelaje (Font de Gaume, La Mouthe, Tito Bustillo).
El reno, de origen americano, es escaso durante la glaciación de Mindel, pero se hace ampliamente dominante en Europa durante la glaciación de Wümz, en particular en su segunda mitad. A esto se debe la denominación de "Edad del Reno" con la que en ocasiones se designa el Paleolítico superior, con su culminación en el Magdaleniense. Se encuentra entonces en regiones hoy en día templadas como el suroeste de Francia y en otras más septentrionales, llegando a constituir el 90 por 100 de los huesos hallados en los yacimientos. En los niveles arqueológicos de la cueva de Lascaux es abundante, en contraste con los animales representados en la misma cueva. Se creía que no había pasado los Pirineos, pero su identificación en la cueva de Las Monedas, y posteriormente en la de Tito Bustillo, demuestra que llegó hasta la zona cantábrica en el Paleolítico superior avanzado. Insistimos en el contraste entre la cantidad de sus restos en los yacimientos y el número de sus representaciones, aunque hay buenos ejemplos, junto a los de las cuevas citadas, en Gabillou, Limeuil, Marsoulas, Les Combarelles y Font de Gaume. Al final de los tiempos fríos del Würm, el reno se retiró a las regiones circumpolares del Antiguo y del Nuevo Mundo (caribú), que constituyen su hábitat actual.
A diferencia de los bóvidos, los ciervos son rumiantes que tienen astas dendriformes sobre la cabeza. Las astas son atributo del macho que las pierde cada año, en otoño, que se renuevan, se amplifican y se complican. Son animales que viven en un medio ecológico de bosque, que han sido cazados en todas las épocas y no han podido ser domesticados. El ciervo elafo, "Cervus elaphus", también llamado ciervo rojo, en su primer año (cervato, con la piel moteada) no tiene astas; en su segundo año lleva un par de simples puntas. En años sucesivos las astas se van complicando hasta llegar a diez o más ramificaciones. Pero la recargada cornamenta de algunas representaciones de ciervo puede deberse a una licencia del artista. Puede serlo asimismo la representación de la cabeza, de hocico relativamente afilado, carácter que a veces se acentúa mucho en ciertos grabados (El Castillo).
El ciervo aparece en Europa en el Pleistoceno medio (Mindel) y no deja de estar presente durante todo el Würm, a pesar de la crudeza del clima. Durante el Paleolítico superior hay, al parecer, una cierta alternancia entre ciervo y reno. Sus representaciones son abundantes en la región cantábrica (cuevas de Las Chimeneas, La Pasiega, El Castillo, Covalanas, etcétera). Más tarde, durante el Epipaleolítico, con el aumento de las zonas boscosas, prolifera.
Un cérvido representado en muy pocas ocasiones en el arte paleolítico (cuevas de Cougnac y Pech-Merle), es el megaceros, ciervo gigante, "Megalocerus hibernicus", de gran tamaño y astas palmeadas de hasta tres metros de envergadura. En cuanto al alce, "Alces latifrons", de mucha altura, con astas cuya envergadura podía rebasar los cuatro metros, parece que no fue modelo para los artistas del Paleolítico superior, ni en el arte parietal ni en el mueble, a no ser que se admita como tal una discutida figura de Pergousset o dos figuras grabadas sobre hueso de Gourdan.
A un miembro de la familia de los antilopinos, el saiga, "Saiga tatarica", se ha atribuido una figura del techo de Altamira que, por sus cuernos, hay que identificar como bisonte.
Con sólo un 3 por 100 en la estadística, los osos figuran en la temática del arte paleolítico, aunque no en abundancia. El oso es un carnívoro plantígrado de tendencia omnívora. Del "Ursus etruscus" del Villafranquiense derivaron varias subespecies, dos de las cuales vivieron en la Europa del Pleistoceno superior. El "Ursus spelaeus" llegó a ser un animal de gran tamaño, cada vez más pesado, con grandes sinus frontales y principalmente vegetariano. La otra subespecie es el "Ursus arctos", oso pardo, animal de bosque, bien conocido, pues ha pervivido hasta la actualidad. Ambas especies invernaban en las cavernas, donde han dejado abundantes restos. En ellas, las hembras parían sus crías. En las paredes de este hábitat cavernícola dejaron millares de huellas de sus zarpazos que, con frecuencia, se entremezclan con los grabados de mano humana.
No se sabe en qué momento se extinguió el oso de las cavernas, habiéndose dicho que no fue representado por los artistas paleolíticos, cosa que parecen contradecir varias figuras de Les Combarelles y una de Las Monedas. En cambio, parecen atribuibles a oso pardo un ejemplar con su cría, de silueta difuminada, de la cueva de Ekain, los de Gabillou, Teyjat, Venta de la Perra, Santimamiñe, varios en el arte mueble de La Colombiére, y una pequeña figura negra de Lascaux. Aunque llegada a nosotros en malas condiciones de conservación, hay que citar asimismo la estatua en arcilla de un oso de la cueva de Montespan, de 1,40 metros de altura.
El llamado león de las cavernas, "Felis (Panthera) (Leo) spelaea", que acaso es mejor llamar simplemente felino, es un animal representado por una cabeza de hocico cuadrado, grandes orejas redondeadas y grandes caninos. Además de algunos ejemplos en el arte mueble, se conocen una treintena de figuras parietales, de las que seis se hallan en Lascaux, cuatro en Les Combarelles y dos en Gabillou. En el ejemplar de Labastide, el felino, con las fauces abiertas, muestra sus potentes caninos.
Además, conocemos unas pocas figuras de otros carnívoros, como el glotón, "Gulo gulo", de la cueva de Los Casares, también presente en una figurilla de Jarama II; y el lobo, "Canis lupus", representado en las cavernas de Les Combarelles y de Font de Gaume y quizá en la cueva de La Haza. En Altxerri, existe una representación de zorro, "Vulpes vulpes" y un mustélido, acaso una garduña, fue descubierta en la galería Clastres de Niaux.
Hay que mencionar también el mamut, "Mammuthus primigenius", un gran paquidermo de largo y espeso pelaje y defensas curvadas que podía alcanzar tres metros de altura y que vivió en Europa durante toda la glaciación de Würm. En relación con la altura, la longitud del cuerpo del animal era relativamente corta. Los hombres del Paleolítico superior lo cazaron para su alimentación e incluso aprovecharon sus osamentas y defensas para construir cabañas, en particular en la Europa oriental. Se pensaba que los artistas paleolíticos no lo habían representado mucho, pero el descubrimiento de la cueva de Rouffignac, con su centenar de mamuts, proporcionó un conjunto iconográfico precioso. En el arte mueble es abundante: Bruniquel, Laugerie Basse, La Madeleine, etcétera. En algunas cavidades -Arcy-sur-Cure, Pech-Merle, Bernifal-, el mamut es el animal más representado. Este animal rebasó las barreras de los Alpes y de los Pirineos. Al final de los tiempos glaciales emigró hacia regiones septentrionales frías. En Siberia se han encontrado en el hielo algunos individuos enteros y bien conservados.
Durante mucho tiempo se pretendió que el elefante de colmillos rectos, "Palaeoloxodon antiquus", había persistido en la Península Ibérica hasta el Paleolítico superior. Las dos figuras que lo hacían suponer se encuentran en las cuevas del Castillo y del Pindal. Ambas no presentan los colmillos que permitirían su identificación y están faltas del pelaje característico. En realidad el ejemplar del Castillo es una pequeña y simple silueta que presenta las formas hinchadas de los proboscídeos jóvenes. El del Pindal es otra silueta sencilla, pero de mayor tamaño, con una mancha de color en el interior (identificada a veces como el corazón). En ambas representaciones hay que reconocer un mamut, aunque les falte el pelaje que en la región cantábrica acaso perdían estacionalmente (un mamut de Cougnac tampoco presenta pelaje). En cambio es un mamut típico el representado en la cueva de Los Casares, en la provincia de Guadalajara.
El rinoceronte lanudo, "Rhinoceros tichorhinus" (también designado como "Coelodonta antiquitatis"), animal que vivía en la estepa abierta, estaba particularmente adaptado al riguroso clima glacial. Era de gran tamaño, con abundante pelaje lanudo que casi le cubría las patas, y con dos cuernos muy avanzados en la parte delantera de la cabeza. Ocupó toda Eurasia durante el Paleolítico superior y se han conservado cuerpos en los hielos de Siberia y en turberas y yacimientos de okocerita de Polonia y Rusia. Los artistas paleolíticos lo representaron poco, en total una veintena de figuras, pudiéndose mencionar los ejemplares de Rouffignac (más de la mitad de los veinte), Lascaux, Trois-Fréres, Los Casares y Font de Gaume. También hay representaciones de este animal en el arte mueble, como por ejemplo en La Colombiére, dos muy notables, uno de ellos herido por flechas.
Como algunos de los citados, el resto de los animales corresponde a cifras muy pequeñas, a veces inferiores al 0,2 por 100. En esta categoría se incluyen las escasas aves representadas. Hay que citar las lechuzas de nieve de Trois-Frères y la de Le Portel, el ganso de Labastide y la posible avutarda de Roc de Sers.
También los peces son raros: salmones en Le Portel y en el relieve de Gorge d'Enfer, truchas de Niaux, lucio de Pech-Merle, delfines de Nerja, platijas, dorada y salmónido de Altxerri, e indeterminados de Mas d'Azil. El del Pindal es un salmón, pero con unas extrañas aletas en forma de hoz que podrían ser de un atún. El de La Pileta, cerca de la Gran Sima, tiene 1,5 metros de longitud y representaría una breca o un barbo. En la misma cueva, en el Divertículo de los Peces, hay otras figuras muy perdidas. También son difíciles de determinar otros peces de la caverna de Nerja. En el arte mueble los peces son más frecuentes. Sólo en él están presentes los reptiles, a no ser que se consideren serpientes algunos largos trazos ampliamente ondulados de Rouffignac, La Pileta y alguna otra cueva.
Entre los animales raros o dudosos hay que citar, asimismo, la foca. Hay varias representaciones en el arte mueble: La Vache, Brassempouy y Montgaudier entre otros. Al arte parietal corresponderían dos enigmáticas figuras de La Peña de Candamo. En la categoría de los animales raros o escasos entran los jabalíes (Altamira, Parpalló, La Peña de Candamo).
Tenemos también que mencionar la categoría de los llamados "monstruos", en la que se reúnen figuras de caracteres compuestos o cuya identificación no es posible. En alguna ocasión se trata de malas interpretaciones en la lectura de las obras de arte, como ocurrió con el llamado "agnus dei" -extraño caballo con la cabeza vuelta hacia atrás-, de la cueva de Pair-non-Pair, en realidad cuerpo y parte delantera de dos animales distintos. Es muy posible que con estas figuras los paleolíticos representaran animales míticos o imaginarios. Tal podría ser el caso del denominado "licornio" de Lascaux que es un animal sin cola, de vientre abultado, con la cuadrada cabeza coronada por dos largos cuernos paralelos y rectos. Un grabado del Tuc d'Audoubert constituye otro ejemplo. Tiene unos cortos cuernos curvados, una oreja muy grande y un hocico que podría ser de un saiga o de un alce. Figuras de este tipo se encuentran en Le Combel de Pech-Merle, con una fila de animales compuestos, o en Roc de Sers, con un bisonte esculpido que tiene cabeza de jabalí. No se incluyen aquí las imágenes compuestas, más o menos humanoides.
Quedan evidenciadas la abundancia, la escasez o la falta absoluta de ciertos animales en el arte paleolítico, que demuestran las preferencias de los artistas y que no reflejaban el ambiente faunístico en que vivían. Las cifras correspondientes, sumadas a la situación de las figuras dentro de las cuevas, son argumentos importantes en las doctrinas interpretativas de A. Leroi-Gourhan.