Comentario
Con la descripción del ajuar de la tumba IV del Círculo A de Micenas hecha más arriba, hemos pretendido dar una idea de la importancia de las artes menores en la civilización micénica, verdadero exponente del poder y riqueza material de los príncipes aqueos. La mayor parte de los objetos hallados en las tumbas micénicas son manufacturas minoicas realizadas por artistas cretenses, bien en su patria, bien instalados ellos en el continente, trabajando para los nuevos señores.
Sin embargo, hay muchos objetos que son propios de éstos y que poco o nada deben a otras artes. Entre ellos, los más conspicuos son las llamadas máscaras, finas láminas de oro batido, en las que se ha intentado plasmar los rasgos fisiognómicos propios de los difuntos; por eso resultan tan personales, diferentes entre sí y no exentos de cierta rudeza, lindante con lo caricaturesco.
El mismo carácter, propio de los aqueos, tienen algunas de las vasijas áureas de las tumbas, versiones de la cerámica miniana, junto a piezas puramente minoicas y trasuntos locales de éstas. Las conocidas espadas con lances de guerras, de cacerías, de animales y paisajes, responden a modelos sacados de Creta, tal y como lo han revelado los hallazgos del palacio de Malia. Estos datan del Minoico Medio, hacia 1800, aunque por su cantidad y calidad se han convertido en prototípicas de lo que se copió para los príncipes de Micenas.
La tutela artística de Creta es visible, sobre todo, en la glíptica. El estilo y los detalles, tales como trajes, altares, cuernos de consagración, etc., son totalmente minoicos, aunque la composición está organizada siguiendo esquemas geométricos, con el predominio de la llamada disposición especular, a costa de repetir simétricamente los motivos como si estuviesen reflejados en un espejo. Sólo son nuevos los temas propiamente continentales: a las consabidas escenas de guerra y caza hay que añadir grifos, esfinges, procesiones de daimones, guerreros subidos a carros, armas, motivos geométricos, etc.
Dentro de las artes menores queda citar, aunque sólo sea de pasada, otros materiales y objetos diversos. Son muy numerosos y comprenden todo tipo de recipientes de bronce martilleado, muchos de ellos con formas nuevas, además de otros enseres tales como cuchillos, tridentes, pinzas y armas, Entre estas últimas, espadas de bronce, canilleras repujadas (cnémides) o armaduras, como la que apareció en Midea (Dendra), verdadero armatoste articulado, hecho a base de piezas martilleadas de bronce y unidas con tiras de cuero. Por último, cabe citar una serie abundantísima de piezas de adorno personal: alfileres, collares, brazaletes y anillos, además de un objeto de vestuario que es inventado en los momentos finales de la cultura micénica, la fíbula, con un diseño similar a los actuales imperdibles. Todos estos objetos se hicieron en bronce y piedras semipreciosas, salvo algún anillo de hierro, metal apreciadísimo y conocido ya por otros pueblos y que adelanta la próxima aparición de la Edad de Hierro en el período Submicénico. Esto sucede después de la destrucción de los palacios y ciudades de los aqueos, como consecuencia del Retorno de los Heráclidas.