Época: siglo de Pericles
Inicio: Año 425 A. C.
Fin: Año 420 D.C.

Antecedente:
El gran Fidias
Siguientes:
El programa iconográfico
Las metopas
El friso jónico
Los frontones

(C) Pilar León Alonso



Comentario

A principios del siglo pasado Lord Elgin acometió una empresa que habría de tener gran resonancia arqueológica, artística y cultural. Consistió ésta en arrancar los restos de la decoración escultórica del Partenón, que aún se conservaban in situ, y trasladarlos por mar a Londres. La instalación de los "Elgin Marbles" en el Museo Británico fue todo un acontecimiento de nutrido y sabroso anecdotario, cuya principal consecuencia fue el conocimiento y divulgación de los lotes escultóricos más sensacionales que había producido la Grecia Clásica.
En principio se produjeron toda clase de reacciones, desde considerar que las nuevas adquisiciones no hacían más que engrosar la larga serie de copias adrianeas, hasta atribuirlas todas a Fidias. La polémica tomó inmediatamente altos vuelos y desde entonces hasta hoy en el debate en torno a las esculturas del Partenón se han comprometido las voces más preclaras y conspicuas de la Arqueología; de ahí que al cabo de más de un siglo y medio se pueda afirmar que se trata de una de las discusiones más científicas, profundas y rigurosas de la investigación arqueológica. A lo largo de ella se ha perfilado como factor clave la idea de evolución exigida por las esculturas mismas, que revelan independencia de criterio y manos distintas. Hay en ellas unicidad, o lo que es mejor, un espíritu común, sin que por ello desaparezcan las diferencias. Y ahí precisamente surge el problema: definir el estilo Partenón y esclarecer en qué medida depende de Fidias.

Tradicionalmente, a partir del testimonio de Plutarco, se ha relacionado al gran maestro ateniense con la decoración escultórica del Partenón, aunque la relación no es tan automática ni fácil de demostrar. A los argumentos previamente expuestos al tratar la obra de Fidias hay que añadir las diferencias evidentes no sólo entre las diversas series escultóricas -metopas, frisos, frontones-, sino dentro de cada una de ellas. No es una cuestión banal, porque las diferencias no son sólo estilísticas, es decir, consecuencia de una mano y una técnica, sino también compositivas, o sea, relacionadas con el proyecto. Desde esta perspectiva no hay posibilidad de aceptar normas estrictas impuestas por Fidias para ser cumplidas a rajatabla, sino que el estudio de la decoración escultórica del Partenón da a entender que el procedimiento o sistema de trabajo fue siempre el mismo: instrucciones probablemente orales sobre tema y contenido, ejecución e interpretación libres. Naturalmente, lo único que venía impuesto era el formato.

Así pues, el selecto y numeroso plantel de escultores empleado en el Partenón actúa con un margen de libertad y aquí radica lo más admirable, porque en esa aparente anarquía fraguó un estilo depurado y único. A decir verdad, durante el tiempo que duraron los trabajos de decoración escultórica se detectan varias orientaciones estilísticas, pero lo que predomina es el influjo fidíaco. Conviene dejar en claro que se trata de un influjo indirecto a través de la persona y del taller, esto es, a través de la manera de trabajar Fidias, que pasa a sus discípulos y colaboradores; éstos, a su vez, la expanden ampliamente. De ahí la dificultad de captar la individualidad de Fidias en el Partenón. El estudio de las piezas nos desvelará el cariz de su influencia.