Época: siglo de Pericles
Inicio: Año 450 A. C.
Fin: Año 425 D.C.

Antecedente:
La pintura

(C) Pilar León Alonso



Comentario

Hacia mediados del siglo V se rompe la compenetración entre la pintura vascular y la pintura mayor. Ni los temas ni las técnicas coinciden, aparte de que los pintores de vasos parecen ignorar los avances logrados en perspectiva y sombreado. De acuerdo con el antropocentrismo imperante en esta época, el tema preferido es la figura humana a la que se imprime un carácter eminentemente plástico. Queda así delimitada una de las tendencias por las que se inclinan los pintores de vasos; la otra se muestra más preocupada por el dibujo y el color.
Las decoraciones pictóricas que mejor reflejan el ideal escultórico de la madurez clásica son las del Pintor de Aquiles, aproximadamente entre los años 460-430. Sus composiciones son muy sencillas, formadas generalmente por dos o tres figuras inmóviles como estatuas, que se dirigen miradas plenas de intensa vida interior. La categoría del dibujo hace honor a una vieja tradición y la sobria exteriorización de la carga anímica alude al influjo del arte del Partenón. Esto es lo que vienen a decir el ánfora del Vaticano con las representaciones de Aquiles y Briseida y el stamnos de Londres con la despedida de un guerrero. Composiciones como frisos, figuras como tipos escultóricos, miradas sostenidas y gestos dignos.

En la producción cerámica de época clásica ocupa lugar especial el lekythos, una especie de botella de cuello largo y asa, que se usaba para perfumes y ungüentos y que ahora adquiere, sobre todo, uso funerario. La blancura marfileña que los envuelve es imitación de la de vasos tallados en piedras nobles y exóticas e indica, por tanto, lujo. No en balde a finales de siglo se llegarán a fabricar lekythoi de mármol blanco, piezas soberbias y muy caras.

Pues bien, el especialista por excelencia en lekythoi de fondo blanco es el Pintor de Aquiles. Obras suyas son los ejemplares de Atenas, Munich y Boston, decorados respectivamente, con una despedida de un guerrero y su mujer, las Musas en el Helikón y una señora con su sirvienta, piezas exquisitas en las que no se sabe si valorar más la finura y corrección del dibujo o la suavidad de los tonos color pastel. Aún más admirable es, si cabe, la atmósfera de calma íntima, en la que las figuras apenas se mueven o lo hacen de puntillas con apariencia casi etérea. Si se piensa en la vitalidad y movimiento de la pintura mayor, se comprende que sólo la policromía puede indicar alguna relación entre los lekythoi y ella.

Más se acusa el influjo de la gran pintura en las obras del Pintor de Orfeo, del Pintor de Penélope y de Polignoto, discípulo este último del Pintor de los Nióbides, sin relación alguna con el gran Polignoto de Thasos. En un skyphos del Pintor de Penélope, que representa a la mujer de Odiseo junto al telar y en compañía de su hijo Telémaco, hay una tímida búsqueda de perspectiva en el mobiliario y de sombreado entre la cabeza de Telémaco y el telar. Por su parte, Polignoto da entrada al mundo femenino en el repertorio de temas decorativos, pero consigue mejores resultados al expresar la animación del movimiento que la expresividad del rostro. Entre sus discípulos y colaboradores destaca el Pintor de Kleophon que retoma la línea del Pintor de Aquiles. La pareja despidiéndose que decora un stamnos de Munich es, por su rica plasticidad y apariencia escultórica, heredera directa del estilo Partenón.

La preocupación por el dibujo y el color la encontramos en dos discípulos del Pintor de Aquiles, el Pintor de Sotades y el Pintor de la Phiale, quienes continúan en el empeño de evocar las novedades de la gran pintura. Son excelentes dibujantes que se aventuran a enriquecer la plasticidad por medio del color aplicado a los trazos definidores de contornos, con lo que aumenta la corporeidad y resalta el volumen de las figuras. Por lo que se refiere al antiguo estatismo de las mismas es superado por movimientos sueltos y espontáneos. El Pintor de la Phiale decora, además, lekythoi de fondo blanco, en los que se advierten reminiscencias de la pintura mural; un buen ejemplo es el lekythos de Munich, una obra maestra que nos ofrece el tema de Hermes aguardando a la difunta sentado ante la tumba.