Comentario
Sición, pequeña urbe del norte del Peloponeso, muy cercana a Corinto, recibió a principios del siglo IV a. C. un empuje artístico inesperado, fruto de la coincidencia de dos factores: en el campo de la escultura, fue la dispersión de los talleres de Argos, seguidores de Policleto y su escuela, la que benefició a la ciudad; y en el de la pintura, asistimos a la creación de una academia -acaso la única digna de tal nombre en la antigüedad- que pronto atrae artistas de toda Grecia.
En efecto, poco después de concluida la Guerra del Peloponeso, fundó aquí su escuela de pintura Teopompo de Sición, hombre que, al parecer, daba más importancia a la copia de lo real que al aprendizaje de los maestros del pasado (Plinio, NH, XXXIV,61); pero al poco tiempo tomó las riendas de la institución Pánfilo de Anfípolis, un artista polifacético, "el primer pintor que estudió todas las ciencias, y en particular la aritmética y la geometría, sin las cuales" -afirmaba- "no se puede alcanzar la perfección en el arte" (Plinio, NH, XXXV, 76). Con él, la escuela se convirtió en un lugar al que podían acceder sólo quienes poseyesen la estrepitosa suma que costaba la matrícula, pero que aseguraba a los estudiantes una formación completa, capaz de hacerles dueños absolutos de su técnica en todos los sentidos. Un pintor de la escuela de Sición estaba preparado para plantearse cualquier innovación y para enfrentarse con virtuosismo a estudios de transparencias, de reflejos o de brillos.
Entre los maestros de esta escuela, cabe señalar a Pausias, que alcanzó su mayor renombre por el cuidadoso análisis de detalles naturalistas: los matices en las flores, los escorzos de animales, etc. Una de sus obras, colocada en la thólos de Epidauro, llamaba la atención por su audacia técnica: representaba la Borrachera bebiendo en una copa de cristal de roca... Ya a primera vista se ve el material de la copa, y se distingue a través de él la cara de la mujer (Pausanias, Il, 27, 3).
Sin embargo, y como es lógico, no serían sólo estos refinamientos los que atrajeron el interés de Alejandro: sin duda le llamó más la atención el hecho de que, a raíz de instaurarse en la ciudad la tiranía de Arístrato (poco antes de 350 a. C.), algunos de sus maestros, y en particular Melantio, se planteasen la imagen e iconografía del poder personal. Fruto de ello fue, por ejemplo, un famoso cuadro del tirano junto a una cuadriga en la que iba una Victoria (Plutarco, Arato, 13), obra en la que intervinieron varios pintores de la escuela.