Época: arte olmeca
Inicio: Año 1200 A. C.
Fin: Año 400 D.C.

Antecedente:
Mesoamérica: el arte olmeca

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Una parte importante de los objetos encontrados en las ofrendas olmecas están realizados en materiales procedentes del exterior, mostrando cómo este pueblo estableció contactos con otras culturas con el fin de conseguir recursos no existentes en su propia región.
Durante la etapa de San Lorenzo la interacción olmeca se produjo con sitios de la Cuenca de México, tales como Tlatilco y Tlapacoya, donde aparecen las grandes figurillas de arcilla huecas, de engobe blanco y pintura roja, y los rostros de hombre-jaguar, asociadas en los enterramientos a las figurillas autóctonas denominadas pretty ladies. Son corrientes también las cerámicas decoradas con motivos de mano-ala-garra de tan amplia representación en el registro simbólico olmeca, y tal vez antecedentes de su sistema escriturario.

El mismo patrón puede constatarse en Morelos, donde en sitios como Las Bocas, San Pablo Panteón y La Juana se han encontrado estos mismos materiales. Sin embargo, los relieves de Chalcatzingo incluyen además motivos relacionados con la agricultura, la fertilidad y la lluvia, junto a figuras de guerreros. El arte mobiliar olmeca es muy abundante en el Estado de Guerrero, quizás como consecuencia de la existencia de piedras duras en la región y sus implicaciones comerciales. En dos cuevas, Extotitlán y Juxtlahuaca, se encontraron unos excelentes murales olmecas decorados con figuras humanas y la iconografía del jaguar, que se relacionan con conceptos de agua y de abundancia. En estos murales ocupa un lugar central el viejo mito olmeca de la cúpula de un gobernante con una hembra jaguar, origen de la raza de los hombre-jaguar, que se emparenta con la fertilidad, el cielo y la lluvia, aunque algunos investigadores lo consideran como el patrocinador de las casas reales, un dios similar al Dios K (Bolom Dzakab) maya y al Tezcatlipoca azteca.

Las relaciones de intercambio con Oaxaca resultan muy interesantes. Tienen cierto paralelismo con las establecidas con la Cuenca de México: se formalizan durante el Formativo Temprano con sitios como San José Mogote y Tierras Largas, donde las élites locales comienzan a incluir en sus ajuares cerámicas y figurillas con motivos olmecas. En estos momentos los espejos de ilmenita procedentes de Oaxaca fueron muy apreciados en San Lorenzo, donde aparecen asociados a las ofrendas de elite.

El arte y la iconografía olmeca penetró en Chiapas a través de los ríos San Isidro y Grijalva desde el Formativo Temprano. En la llanura costera, una zona de vital importancia económica por sus plantaciones de cacao, aparecen rasgos del área metropolitana. Estos contactos se acentúan durante la etapa de La Venta, siendo frecuentes los bajorrelieves colocados sobre paneles, estelas y altares tallados sobre inmensas losas con símbolos olmecas. El Xoc, Pijijiapán, Tonalá, Tzutzuculli, Izapa, Abaj Takalik, El Baúl y Chalchuapa, manifiestan la extensión de la interacción olmeca hasta El Salvador; tal vez coincidiendo con la zona ecológica del cacao y el algodón, y con una antigua ruta que servía para comunicar el sur con el centro de Mesoamérica.

Esta amplia distribución de rasgos olmecas desde el Centro de México hasta Costa Rica ha hecho pensar a los investigadores que de esta cultura dependen los desarrollos mesoamericanos básicos. Pero tal formulación lleva implícitos conceptos de colonización que en ningún caso tienen confirmación en el registro arqueológico. En la actualidad se piensa que las comunidades en que es evidente la presencia olmeca ya estaban evolucionadas cuando se produjo el contacto, y se considera que la expansión olmeca se fundamentó en relaciones económicas y rituales, y no en una colonización de carácter político.