Época: Bronce
Inicio: Año 2300 A. C.
Fin: Año 1300 D.C.

Antecedente:
La Edad de Bronce

(C) Emma Sanchez Montañés



Comentario

En la base de la metalurgia del bronce se encuentra la experiencia del primer metal acabado: el cobre. Su utilización, en estado puro, define una fase de la Arqueología europea conocida como Calcolítico o Eneolítico (2500-2300/2000 a. C.). Los metalúrgicos del cobre son los responsables, en una trayectoria cultural que se remonta hasta el VIII milenio a. C., de haber dado con la técnica del martilleado en frío del mineral, a la que siguió el moldeado por frotación y, finalmente, la fundición. Por fortuna, los óxidos o sulfuros de cobre contienen impurezas que permitieron ensayar los resultados de las aleaciones. La demostración definitiva fue el cobre con estaño. La Edad de Bronce tiene en Europa un renovado punto de partida al alcanzar esta fase. Ello ocurre al acaecer el último tercio del III milenio a. C. (2300 a. C.), si bien la fase no puede considerarse establecida definitivamente hasta superar el Calcolítico, sobrepasado el año 2000 a. C.
El broncista es el último eslabón en la cadena de los recursos humanos empleados en la metalurgia. Por delante han ido los prospectores del metal, los mineros, los transportistas por tierra o mar, los fundidores de lingotes, etc. La producción de bronce implica un complicado sistema económico que posibilita la consecución de riqueza, que promueve la diferenciación social, y que aboga por la comercialización de diversos productos a cambio de metal.

El progreso vital de los pueblos es espectacular en este momento. Aunque los medios de subsistencia sean esencialmente agrícolas, la disponibilidad de objetos de bronce hace a los agricultores más capaces en el laboreo de la tierra, más eficaces en la deforestación y en el trabajo de la madera, más hábiles en la construcción de carruajes y barcos, mejor provistos de armamento de ataque y de defensa, más preparados para la comunicación de enseñanzas técnicas, más civilizados, en suma, a pesar de que la Historia les haya confinado a la condición de bárbaros.

Ninguna otra de las divisiones tradicionales de la Prehistoria (la Edad de Piedra o la Edad de Hierro) resulta tan acertada como la de la Edad de Bronce. Parte no pequeña en la explosión económica y social que acarrea la producción de bronce se debe a la consolidación de dos rutas comerciales: la del estaño y la del ámbar. De la primera dependía virtualmente la continuidad de la rentable industria del bronce. De la ruta del ámbar dependía la provisión de este material traslúcido y amarillento, formado de resinas fósiles, extremadamente valioso y apreciado. El ámbar iba destinado a la fabricación de collares, de cuentas con engarces de placas perforadas. Estas joyas acabarían en el sur de Inglaterra y en las tumbas de pozo de Micenas. La adquisición de ámbar se limita a su exclusivo lugar de origen en Europa: las orillas del mar Báltico (las costas de Letonia, de Lituania y la occidental de la península danesa de Jutlandia).

El camino seguido por el ámbar en dirección a Gran Bretaña fue marítimo y debió ser el reflejo de un comercio ya establecido de distintos productos, incluidos los metales, entre el Continente y esta gran isla del Atlántico. El recorrido del ámbar hasta el Peloponeso pasaba por el Adriático; seguía hasta las cabeceras del Rin y del Danubio, y alcanzaba por el Elba su lugar de procedencia. Curiosamente, el núcleo centroeuropeo de la ruta del ámbar se encuentra entre las pocas regiones europeas en las que se concentra el cobre en estado natural. Más curioso es, si cabe, el hecho de que sea precisamente el foco centroeuropeo de la ruta del ámbar (las regiones de Sajonia y Turingia) el que se adelanta, a comienzos del II milenio a. C., en la utilización del estaño para la fabricación del bronce.

La ruta del estaño es, sin embargo, más difícil de definir. La literatura clásica confina el estaño en las islas Casitérides. El historiador griego del siglo V a. C., Herodoto, ( III.115), no conocía las islas del estaño, pero asegura que "el estaño y el ámbar llegan con seguridad hasta nosotros desde los confines de la tierra". Por los confines de la tierra, en lo que se refiere al estaño de la Europa occidental, pueden sobrentenderse contadas zonas del Continente (la cornisa de la Armórica en Bretaña, o las costas gallegas). Más allá del canal de la Mancha, sin embargo, el estaño se encuentra en las costas de Cornualles, y en las islas Scilly (o Sorlingas). Como en los tiempos de Herodoto, no existe, hoy en día, unanimidad acerca del camino, o de los caminos, seguidos por el estaño hasta Centroeuropa y Grecia en la Edad de Bronce. La mejor propuesta, sin embargo, es la que hace coincidir esta ruta con la del ámbar, en un recorrido, muy transitado en la Edad de Hierro, que ponía en comunicación el Atlántico y el Mediterráneo a través de los ríos Sena y Ródano.

Los términos comerciales, económicos y técnicos con los que se ha presentado la Edad de Bronce favorecen una coyuntura propicia para la creación artística. De hecho, como en el caso del hierro, los primeros atisbos de la metalurgia del bronce se manifiestan en diminutos ornamentos. Independientemente de esta circunstancia, sin embargo, la prosperidad de Europa en este período de la Prehistoria tiene en las obras de mérito artístico una excelente forma de expresión. Armas, adornos personales, objetos de culto, estatuillas, útiles muy especiales, etc., desfilarán en las páginas que siguen, revestidos de la impronta sociológica de la época, y de las peculiaridades estilísticas de la cultura a la que sirvieron. Indefectiblemente, son todos ellos objetos ceremoniales, rituales, o, sencillamente, de lujo. Impositivamente también, todos ellos son obras de arte realizadas en el metal de la época: el bronce. Cuando no es así, es el metal incorruptible, blando e inútil, pero extraordinariamente bello, el oro, el preferido para la ostentación del poder y la riqueza de las comunidades sobresalientes en la Europa templada durante la Edad de Bronce.