Época: Bronce Final
Inicio: Año 1300 A. C.
Fin: Año 700 D.C.

Antecedente:
Las artes durante el Bronce Final en Europa

(C) Emma Sanchez Montañés



Comentario

El legado de la Edad de Bronce da señales de una religiosidad dominada por el culto al sol. El carro de Trundholm (Dinamarca) es una manifestación explícita del simbolismo del disco de oro. Distintos objetos, motivos artísticos (pictóricos o plásticos) responden, al parecer, a este mismo culto solar: los círculos radiados, las ruedas, las aves acuáticas, los toros o sus cuernos, los carros, los barcos, los personajes que viajan en esos carros o en esos barcos, etc. El hombre de la Edad de Bronce Final participó de la mentalidad propia del hombre de la Antigüedad, en grandes y pequeñas civilizaciones, e hizo del Ser que amanece por la mañana y desaparece por la noche una divinidad. Si este hecho es comprensible y demostrable, la verdadera dimensión del culto solar en la Europa iletrada es perceptible sólo a través de las ideas abstractas que puedan albergar algunos signos y algunas obras de arte.
En el núcleo vital centroeuropeo de la cultura de Otomani se desarrolló un estilo cerámico, metalográfico y plástico, de gran efecto decorativo. Vasos y figurillas, en especial aquéllas del cementerio de Cirna (Olteria, Rumania) están recubiertos de motivos caligráficos repletos de lacerías, espirales y temas curvilíneos. Pues bien, en esta línea decorativa efectista, en el arte danubiano de la terracota destaca una estatuilla excepcional, lamentablemente perdida en la Primera Guerra Mundial. Procedía de un cementerio de Yugoslavia de la Edad de Bronce Media: Klicevac. Su aspecto era el de un ser que emite ráfagas de luz o de fuego, desde un mundo celestial o subterráneo. En el medio maleable del barro, y con procedimientos ornamentales sencillos (la incisión y la aplicación de pintura sobre los dibujos), el artífice supo sacar el mejor partido expresionista de particular estilo de decorar y pintar la cerámica.

La figura de Klicevac vestía falda acampanada hueca, cubierta de franjas de dameros, recogidos entre bandas de zigzags. La cintura cilíndrica iba ceñida de estrías, de cuyo centro partían como marcando el punto medio de la figura, tres triángulos alargados. Tales triángulos apuntan hacia el tercio superior de la figura, donde se concentra todo su interés. Los brazos, moldeados como grandes rollos, convergen en el centro, junto a la placa colgante de un collar de broche circular. Tal ornamento se combinaba con un torques de puntas enrolladas en espiral. El torques deja ver, a la altura de la barbilla, una roseta estrellada. Dicho motivo se repite, por dos veces, en los pectorales abrigados entre los brazos curvos. Orejas, cejas y nariz se modelaron con intensidad plástica, sin debilitar el poder de comunicación de unos ojos grandes, redondos como platos, y equidistantes. El cabello, trenzado por detrás, está recogido en una especie de diadema denticulada. En la cúspide de la figurilla se repite, pues, el tema ornamental zigzagueante que se ha plasmado insistentemente en los brazos, en el vestido y en las rosetas. Desconocemos el auténtico sentido que la gente de Klicevac diera a esta esculturilla, y qué simbolizaba en el mundo danubiano de mediados del II milenio a. C.; pero, indudablemente, el artífice pensó en una figura con poderes sobrenaturales.

Con estos antecedentes no nos sorprenderá que, pasado un tiempo razonable (a finales del milenio), se produjera en este territorio una obra de arte, excepcional por sus valores plásticos y culturales: el carruaje de terracota procedente del yacimiento fortificado, próximo al Danubio, de Dupljaja (Yugoslavia). El carro, de tres ruedas, va tirado por dos ánades erguidos, con collares al cuello, cuyos cuerpos se prolongan, cual timones del carro, hasta la caja del vehículo. El triciclo transporta a un personaje de sexo masculino, rostro aviforme, engalanado con torques y colgante de extremos en espiral, vestido con una túnica talar hueca, y revestido de ornamentos (círculos estampados o triángulos incisos) que se extienden por el resto de la pieza y son propios de la coroplastia local. Por delante de la figura, el carro de Dupljaja lleva un tercer pájaro que ocupa entonces la posición central en el carruaje. Se adivina de inmediato que la figura es un dios, y el pájaro su atributo. La divinidad de Dupljaja aparenta moverse por la fuerza de sus servidores-pájaros, y encontrarse en el proceso de transfiguración en su propio símbolo-pájaro. Si al carro se le atribuye la función ritual de representar el recorrido del astro solar, la figura que soporta es la propia divinidad del sol en comunión sagrada con el ánade.

Al hallazgo de Dupljaja pertenece una tapadera que ha confundido a quienes han buscado para ella una explicación adecuada. Algunas reconstrucciones presentan a la figura con un parasol. De todas las conjeturas, la más convincente quizás sea la que considera a la tapadera de Dupljaja un útil del rito de tapar y destapar un símbolo, que bien pudo ser el propio pájaro.

El pájaro, el sol y el carro van al unísono en Dupljaja. El pájaro, el agua y el carro se reúnen en los vehículos que transportan vasijas de bronce, como se manifiesta en los llamados kettle vehicles ((Acholshausen, y Peckatel). En otro ejemplar de carro ritual, el carro de Eiche (Potsdam), la asociación del pájaro acuático se produce con el testuz y cornamenta del toro. Este animal asoma al culto solar, como el caballo, en virtud de las fuerzas superiores que conllevan, tan poderosas como las del propio sol. Ante estos antecedentes, es razonable otorgar a la omnipresente figura del pájaro acuático un sentido religioso. Incluso en objetos mucho menos explícitos que los hasta aquí recordados, la iconología solar puede jugar un papel importante.

Sin que la significación religiosa del pájaro pueda tomarse por definitiva, la presencia del volátil en otros objetos, de finalidad no precisamente prosaica, apuntaría en esa dirección. Más que un mero papel ornamental podrían tener los pájaros en el fondo de un plato del ajuar de una incineración en el yacimiento de la cultura de Lausitz, de Klein Dobbern (Cottbus, Alemania). Otra equivalencia, además de la ornamental, pudieron tener asimismo las aves que se posan en un doble garfio, bronce, de Dunaverney (Condado de Antrim, Irlanda), que probablemente hemos de interpretar como utensilio usado en comidas y banquetes rituales. Se ha apuntado que tales objetos acompañarían a los calderos en dichas festividades y se usarían a modo de tenedores para extraer la carne contenida en aquellos recipientes y servida en ceremonias de ritual comunitario. El "flesh hook" de Dunaverney fue fundido en dos partes y estuvo originariamente montado sobre una vara larga de madera. Las aves que sobre él se posan han sido clasificadas como dos cisnes y sus tres pollos frente a dos cuervos.

Del Bronce Final en Europa occidental llaman la atención unos objetos de chapa de oro, de forma cónica muy alargada. Inestables por su condición de cilindros apuntados, estos extraños recipientes terminan adoptando una base acampanada. En cualquier caso, tuvieron que sostenerse mediante un núcleo de madera. Hasta tres ejemplares de estos conos se han localizado: el aparecido en 1844 en los alrededores de Poitiers; el cono de Avanton; el más corto, también aparecido en el siglo XIX, de Schifferstadt, cerca de Ludwigshafen y el de Etzelsdorf, próximo a Nürenberg. La decoración en repujado de estos vasos se encuadra entre bandas de círculos, estrías y punteados, en los dos más simples (Avanton y Schifferstadt), o se complica con diversas variantes de medallones en las franjas, y cintas geométricas de separación, en el más complicado y atractivo de los ejemplares: el cono de Etzelsdorf.

Tan singulares objetos es de suponer que hayan dado pie a opiniones de todos los gustos. Con el simpático calificativo de sombreros aún se los identifica vulgarmente. Se les ha llamado, naturalmente, rhyta, dando a entender su función de vaso ritual. Ha habido quien ha pensado en un carcaj de ceremonia, etc. El nombre de cono es, quizás, el menos comprometido a la hora de evitar las dificultades de interpretación. H. Müller-Karpe ha sugerido la hipótesis de que se trate de columnas ardientes, como las que guiaron al pueblo judío de noche en el desierto. J. Briard, sin embargo, prefiere interpretar los conos como ejes del mundo, como símbolos, en definitiva, de la vida y del fuego; es decir, como objetos de culto solar de la Edad de Bronce.

El arte de las navajas de afeitar nórdicas aceptó el motivo del barco con tanta determinación que lo encumbró a la esfera del mito. Algunas representaciones figurativas en estas hojas metálicas presentan al barco como plataforma de escenas de culto. En un dibujo de la hoja de Vestrup (hoy perdida) toman asiento sobre el barco figuras con cascos de cuernos y hachas ceremoniales. Por fortuna, en el arte pictórico rupestre se repiten las mismas o parecidas escenas sobre naves. De la sacralidad de la que fue objeto en Escandinavia el barco dio prueba el grabado de una nave de profunda quilla, proa y popa curvas, impulsada por múltiples remos que, como tema único, adornó la hoja de un sable procedente de Rorby (Dinamarca), catalogada entre los períodos I y II A Nórdicos (mediados del II milenio a. C.).