Época: Epoca Oscura
Inicio: Año 1200 A. C.
Fin: Año 700 D.C.

Antecedente:
Epoca Oscura Griega



Comentario

Al final de la Edad Oscura, las divinidades objeto de culto son sustancialmente las mismas que lo eran en el mundo micénico, de lo que puede desprenderse de los datos procedentes de las tablillas. Por otra parte, comunidades dorias y no dorias comparten las mismas divinidades dotadas de los mismos atributos. Más complicado resulta acercarse al problema desde el punto de vista arqueológico, pues los centros religiosos que reciben ofrendas desde el siglo XI y, más abundantemente, desde el X y el IX, si en unos casos, como el de la Acrópolis de Atenas, representan la continuidad de un centro de culto micénico, en otros parece establecerse en anteriores asentamientos de población, generalmente de carácter modesto, como podría ser el caso de lugares posteriormente tan importantes como Olimpia y Delfos. Los lugares micénicos, por el hecho de serlo, adquieren un nuevo prestigio que los hace utilizables para el culto de la religión tradicional, reconstituida a través de un proceso de utilización de mitos pasados y materiales revalorados ideológicamente.
La nueva cultura se define en el uso del pasado. Lo mismo ocurre en la definición de los dorios como entidad cultural, donde se utiliza la tradición anterior referente a los Heráclidas descendientes del héroe aqueo, pero integrados en la nueva población a través de Eginio como padre adoptivo de Hilo, hijo de Heracles y Deyanira. Según Heródoto, V, 72, el rey Cleómenes de Esparta se declaró aqueo cuando quiso entrar en el templo de la diosa Atenea, en la Acrópolis de Atenas, y la sacerdotisa trató de impedírselo por ser dorio.

Los reyes espartanos se consideraban descendientes directos de los Heráclidas, lo que servia de base, según Mazzarino, para alimentar la ambigüedad entre los dos aspectos que se hallaban mezclados en quienes habían adoptado ese nombre. El origen era doble y la definición llegaba a constituir un fenómeno eminentemente cultural, cuyas bases étnicas quedan integradas en un proceso histórico complejo. El agrupamiento en torno a las comunidades tribales resultaba así el factor más estable en el momento de definir las marcas de personalidad del grupo dorio. Sin embargo, si la identidad doria tiene sentido en este campo y en el lingüístico, en el aspecto religioso y cultural, así como en la renovación de formas de combate, ahora más móviles, y en las formaciones sociales y económicas, los rasgos comunes resultan predominantes para definir el momento histórico. El problema dorio se integra, por tanto, en un conjunto más amplio donde cobra un nuevo sentido al adoptar una posición determinada en la totalidad.