Época: VidaCotid
Inicio: Año 1800 A. C.
Fin: Año 200 D.C.

Antecedente:
Vida cotidiana en Grecia



Comentario

El arte prehelénico se suele dividir en dos periodos: el minoico y el micénico. La etapa minoica tiene lugar en la isla de Creta, situándose cronológicamente entre el 1800 y el 1450 a. C. mientras que el periodo micénico se desarrolla en la península del Peloponeso y las costas de Asia Menor entre los años 1400 y 1100 a. C. En ambos momentos se utilizarán las estructuras adinteladas, apareciendo la columna con un papel determinante. Incluso parece estar rodeada de cierto culto religioso al aparecer en Creta con el amuleto del hacha doble (labris) y flanqueada por leones en Micenas. Son columnas de madera que tienen el fuste en disminución hacia abajo y un capitel constituido por un grueso toro y un ábaco en forma de paralelepípedo. En este periodo se configurará un tipo de edificio que tendrá importancia en la época clásica: el megarón, núcleo del palacio y germen del futuro templo griego.
La arquitectura minoica está caracterizada por los palacios, de los que conocemos un buen número, siendo los más importantes los de Cnosos, Faistós, Hagia Triada y Malia. Aunque diferenciados entre sí, existen una serie de características comunes como su situación sobre una colina; su orientación norte-sur; el patio central en torno al que se disponen las habitaciones unidas por corredores y escaleras; la división del espacio en áreas especializadas con una zona administrativa, las dependencias residenciales y los almacenes; la existencia de dos pisos, al menos; el pavimentado de los suelos; o la estructura de drenaje para retretes y baños. El palacio de Cnosos es el mejor conocido gracias a las excavaciones realizadas por Evans en los años iniciales del siglo XX. Se considera que sería la residencia del mítico rey Minos, donde estaría el laberinto, palabra que procede de las hachas dobles - labris - que decoran las columnas y numerosas estancias. La mayoría de las dependencias estaban decoradas por pinturas al fresco, apareciendo escenas de jóvenes que saltan sobre toros, procesiones de portadores de ofrendas o figuras aisladas como la Parisina o el Príncipe de los lirios. Al igual que en la pintura egipcia, las figuras continúan apareciendo de perfil mientras los colores son planos.

La escultura minoica está definida por un grupo de pequeñas figuras realizadas en cerámica vidriada o loza que reciben el nombre de diosas de las serpientes aunque se piensa que se trataría de sacerdotisas. Llevan el pecho al descubierto y las serpientes se enroscan en sus brazos. También destacan cabezas de toro realizadas en esteatita negra con ojos de cristal de roca incrustados. Los relieves de tres vasos procedentes de Hagia Triada son los mejores exponentes de la calidad de los artistas minoicos. En el Vaso de los segadores podemos contemplar un grupo de campesinos que regresan del trabajo con sus herramientas, apareciendo en varios niveles de profundidad, intentando dar sensación de perspectiva. Los Vasos de Vafio también tienen relieves, realizados sobre oro, representando escenas campestres. Así mismo han aparecido extraordinarios relieves cerámicos con cabras y vacas amamantando a sus crías. Los recipientes cerámicos serán decorados con temáticas vegetales y animales, siendo característicos los estilos de Kamáres y de Palacio.

Son escasos los restos arqueológicos que han quedado de la cultura micénica, denominada de esta manera por Schliemann al trabajar en las excavaciones del Círculo A de tumbas en Micenas. Quizá sean estos enterramientos los monumentos más característicos de esta civilización. En primer lugar encontramos las tumbas de fosa o de pozo, situadas en las afueras de las ciudades y señaladas mediante estelas clavadas en el suelo y rodeadas de un muro circular. Después vendrán las tumbas con largo corredor (llamado dromos) y cámara circular al fondo(denominada tholos), cubierta con falsa bóveda. Las más importantes son las de Micenas donde destaca el llamado Tesoro de Atreo, realizada en sillería.

Las ciudades micénicas que se han conservado tienen una serie de elementos comunes: situación elevada, preferentemente una colina, en cuya parte más alta - acrópolis - se construye la residencia del príncipe y el templo, amurallando especialmente este espacio; murallas exteriores construidas con grandes bloques de piedra sin tallar, denominado muro ciclópeo porque consideraban que lo habían realizado los cíclopes; acceso por rampas; entradas monumentales junto a otros accesos protegidos con torres. Las ciudades mejor conservadas son Tirinto, Micenas y Pilos. En Micenas se encuentra la llamada Puerta de los Leones construida por grandes sillares de piedra, cerrada por un grueso dintel cuya carga ha sido aligerada con un vano triangular en el que se introduce el relieve que le da nombre, donde se representan dos leones enfrentados teniendo como eje una columna. En Tirinto hallamos una excelente fortificación que se extiende a la acrópolis rodeada con otra serie de murallas. A la acrópolis se accede por una entrada monumental denominada propileos permitiendo el paso al palacio edificado sobre la base del megarón.

Nos han quedado algunos restos de las pinturas que decoraban los palacios micénicos, realizadas también al fresco con colores intensos como el amarillo, rojo, azul o blanco. La temática continúa la tradición minoica apareciendo procesiones de oferentes, animales, escenas de toros, apareciendo como novedad escenas de guerra y caza.

En cuanto a la escultura, destaca la ausencia de la escultura monumental a excepción del relieve de la Puerta de los Leones. Serán más frecuentes las pequeñas figurillas, realizadas en piedra, terracota o marfil, y los relieves de las estelas. Abundan los ídolos de somero modelado encontrados en tumbas y las representaciones de animales, incluso de carros de guerra. En esas tumbas también se han hallado las llamadas máscaras de oro fino donde se ha intentado representar la fisonomía de los difuntos, destacando la llamada Máscara de Agamenón.

Las diferentes invasiones de eolios, jonios y dorios acabarán con el arte prehelénico, sentándose las bases para el desarrollo de un nuevo estilo que se divide en tres grandes etapas: arcaico, hasta el siglo V a. C.; clásico que corresponde a los siglos V y IV a. C., y helenístico que abarca desde la etapa de Alejandro hasta la colonización romana.

La arquitectura griega vendrá determinada por el equilibrio, el orden, la proporción y la medida. El material preferido será el mármol, cortado a la perfección para formar sillares con los que se levantarán los edificios que en su mayoría son adintelados, a pesar de conocer el arco. El monumento más importante para los griegos es el templo y allí se crearon los órdenes clásicos, la sucesión de las diferentes partes del soporte y de la techumbre según tres estilos diferentes denominados dórico, jónico y corintio.

El orden dórico es el más austero y sobrio de los tres. Se eleva sobre unas gradas desde donde arranca directamente el fuste decorado por unas veinte estrías unidas a arista viva, ensanchándose ligeramente en la parte central. El capitel está formado del equino, especie de almohadilla sobre la que descansa el ábaco, paralelepípedo de base cuadrada. Sobre el capitel se desarrolla el entablamento que tiene tres partes: arquitrabe, friso y cornisa. El arquitrabe es liso mientras que en el friso encontramos triglifos (estrías verticales) y metopas (espacios decorados con relieves). La cornisa carga en saledizo sobre el friso; al ser la cubierta a dos aguas se forma en las fachadas el frontón, en cuyo tímpano aparecen relieves.

El orden jónico es más esbelto y femenino. El fuste descansa sobre unas molduras denominadas basa; 24 estrías que finalizan en redondo decoran el fuste que acaba con un hilo de perlas llamado contario. El capitel consta del cimacio decorado con ovas y flechas sobre el que descansan las volutas, elemento definitorio del orden jónico. El arquitrabe está formado por tres fajas que avanzan progresivamente mientras que el friso está decorado con relieves. La cornisa es similar al orden dórico.

El orden corintio sigue las normas del jónico, incorporando novedades en el capitel. El cuerpo troncocónico tiene forma de cesto adornado con hojas de agua, caulículos y rosas debido a una leyenda que narra como la diosa Gea quiso homenajear a una joven doncella fallecida. Sus familiares depositaron el cesto de labor sobre su tumba e inmediatamente empezaron a crecer de él una doble fila de hojas de acanto y cuatro parejas de tallos que se enrollan sobre si mismos, situándose sobre el conjunto una rosa o palmeta. Presente el platero Calímaco en este "milagro" decidió plasmarlo, dando lugar al capitel corintio.

En algunas ocasiones el fuste de la columna es reemplazado por figuras. Si son masculinas se denominan atlantes o telamones mientras que si se trata de figuras femeninas se llaman cariátides.

Como dijimos, el templo es el edificio principal de la arquitectura helénica. Tiene planta rectangular y suele estar formado por tres partes: el pronao o vestíbulo abierto definido por la prolongación de las naves laterales y dos columnas entre ellas; la nao o cella dividido habitualmente en diferentes naves separadas con columnas, situándose en su interior la estatua del dios titular del templo; el opistodomo, estructura similar al pronao pero en el lado opuesto, utilizado habitualmente para guardar los tesoros de la ciudad o del templo. El más famoso de los templos griegos es el Partenón de Atenas, levantado en honor de la diosa Atenea Partenos por los arquitectos Ictinos y Calícrates, siguiendo las órdenes de Pericles. Es de orden dórico y está realizado en mármol blanco del Pentélico mientras que las tejas son de mármol de Paros. En su conjunto destaca la perfecta simetría con que fue construido, guardando las proporciones de tal manera que algunas líneas se han curvado o las columnas se han inclinado para que la deformación visual las enderece. La decoración de los frisos pertenece a Fidias al igual que la famosa estatua de marfil y oro que guardaba la cella. Otros ejemplos importantes son el templo de Apolo en Figalia, realizado también por Ictinos; el Erecteion ateniense, posiblemente el más bello ejemplar de orden jónico donde contemplamos a las famosas cariátides; el de Apolo en Didima o el de Zeus en Pérgamo, levantado en época helenística y caracterizado por la gradería de acceso y los cuerpos laterales que la encuadran, dando origen al podium de los templos romanos.

El teatro griego tiene tres partes: la escena donde se representa la obra en cuestión; la orquestra de planta circular utilizada por el coro y la gradería de planta semicircular rodeando a la orquestra. El de Epidauro es el más importante, edificado por Policleto el joven. El odeón tiene una forma similar al teatro, es de proporciones más reducidas y se utiliza para audiciones musicales.

Los sepulcros no tienen especial importancia para los griegos siendo el más representativo el Mausoleo de Halicarnaso, levantado para el sátrapa Mausolo por su viuda, constituido por un cuerpo jónico porticado y un remate piramidal en gradas coronado por la cuadriga de Mausolo.

Las acrópolis ocupan la parte más importante de las ciudades. Quizá la de Atenas sea la más famosa, presidida por el Partenón y los demás templos levantados en el lugar. El acceso se realizaba por los propileos, puertas monumentales con dos fachadas levantados por Menesicles.

La escultura griega también se puede dividir en tres grandes etapas: arcaica, clásica y helenística. El estilo arcaico viene caracterizado por la representación de los jóvenes atletas vencedores en los juegos. Son figuras rígidas que con el paso del tiempo alcanzan mayor dinamismo, manifestando siempre una perfecta proporción basada en la simetría. Se busca la conquista del cuerpo humano y la expresión del rostro. Estas estatuas arcaicas se dividen en kuroi - los atletas, cuyo singular es kuros - y korai - las muchachas, cuyo singular es kore -. Estas esculturas obedecen a la llamada ley de la frontalidad, conservando los brazos pegados al cuerpo y rígidos, avanzando habitualmente la pierna izquierda. Los kuroi aparecen desnudos, siendo su anatomía el principal reto del escultor. Los labios se arquean hacia arriba resultando la llamada sonrisa arcaica mientras que sus ojos son abultados. Su cabellera en zig-zag cae sobre los hombros. A medida que avanza el tiempo se manifiesta un mayor conocimiento anatómico y aumenta la expresividad del rostro. Las korai se representan vestidas, reduciendo su cuerpo a una especie de tablero de mármol con un estrechamiento en las caderas y un abultamiento en el pecho. En algunas ocasiones se presentan con la forma del tronco de árbol. El cambio de moda supondrá una interesante evolución aunque siempre reflejen las figuras la típica sonrisa arcaica y el convencional rizo en el cabello.

El avance de la figura en movimiento se pone de manifiesto en los frontones de Egina y Olimpia realizados hacia el año 490. En ellos aparecen adecuaciones al marco - las figuras se ubican adecuadamente en el espacio del frontón -, mayor dinamismo y una estructura anatómica más perfecta pero aún encontramos sonrisas arcaicas lo que reduce la calidad del conjunto. De esta época de transición también destaca el magnífico relieve del Nacimiento de Afrodita que decora el llamado Trono Ludovisi. El Auriga en bronce y el grupo de los Tiranicidas sirven de enlace con la etapa clásica.

El estilo clásico es el momento de los grandes autores, suponiendo el hito de la escultura griega. A Mirón y Policleto debemos el dominio del cuerpo humano que caracteriza este periodo. Mirón se especializará en el movimiento, siendo su obra más famosa el Discóbolo, aunque posiblemente la expresión aún no alcance desarrollo posterior. Policleto está interesado por las proporciones del cuerpo humano, escribiendo la Symmetria donde establece el canon de belleza, considerando que la cabeza es la séptima parte del cuerpo humano, dividiéndose en tres partes el rostro. El Dorífero y el Diadúmeno recogen a la perfección estos planteamientos. Con Fidias culminan los esfuerzos hacia la conquista de la belleza, consiguiendo las figuras más equilibradas y perfectas. Será el autor de la decoración del Partenón, donde establece la técnica de los paños mojados que inciden en el estudio de la anatomía sin recurrir al desnudo. Algunas de sus obras eran de carácter monumental como la Atenea Partenos que hizo para el Partenón en oro y marfil, alcanzando los 15 metros de altura.

Praxíteles será el maestro de las suaves curvas que caracterizan sus figuras como la Afrodita de Cnido - para la que posó como modelo la hetaira Friné-, el Fauno o el Apolo sauróctono, alcanzando cierta blandura y expresividad romántica. Scopas se preocupará por buscar los estados del alma, interesándose por la pasión incluso la violencia como se manifiesta en la Ménade o las estatuas del Mausoleo de Halicarnaso, rayando las expresiones de las figuras casi la tragedia. Lisipo busca las proporciones y la multiplicidad de los puntos de vista, desvirtuando el frontalismo de momentos anteriores. El Apoxiomeno o el Ares Ludovisi son magníficos ejemplos del estilo lisipeo, interesándose también el maestro por los retratos, especialmente los de Alejandro, de cuyo entorno formó parte como escultor de cámara, o de Aristóteles. Los retratos griegos buscan la individualización del personaje representado, utilizando la figura entera.

La etapa helenística vendrá determinada por el desarrollo de las escuelas. En Atenas destacan Boetas, con su Joven orante, y Apolonio, autor del Torso del Belvedere. La escuela de Pérgamo nos ofrece unos excelentes grupos de figuras violentas que recogen las luchas contra los galos, obra de Epígono, Isígono y Antígono. El patetismo también se aprecia en los relieves de la Gigantomaquia que decoran el altar de Zeus. En la escuela de Rodas se aprecia un significativo gusto por lo gigantesco, el movimiento y la expresión del dolor como se aprecia en el grupo de Laoconte y sus hijos, obra de Agesandro, Polidoro y Atenodoro, o el Toro Farnesio de Apolonio y Taurisco. Alejandría se especializa en temas populares como los Enanos danzando o el Negrito cantando.

La pintura griega ha desaparecido casi en su totalidad, disponiendo sólo de textos literarios, de vasos pintados o de copias romanas. Polignoto será la primera gran figura, dotando al dibujo de un importante papel y limitando los colores al rojo, el blanco, el negro y el amarillo. En el siglo V destacan Parrasio - interesado por esfumar los contornos y sugerir la continuidad de la superficie - y Zeuxis - autor de unas uvas tan reales que los pájaros acudieron a picotearlas, según narra la leyenda -. Apeles será la gran figura pictórica griega, quedando muestras de su estilo en la copia romana del mosaico de Alejandro vencedor de Darío en la batalla de Issos de una casa pompeyana.

La cerámica griega alcanzó un importante desarrollo, siendo interesante para conocer cómo sería la gran pintura y la vida cotidiana. A lo largo del siglo VI a. C. los ceramistas atenienses impondrán su estilo, caracterizado por las figuras negras sobre fondo rojizo. El cuerpo del vaso sirve para representar toda clase de temas, imponiéndose lo narrativo sobre lo decorativo. A finales del siglo VI se produce un significativo cambio en el cromatismo de las piezas ya que las figuras tendrán el color rojo del barro y el fondo se pintará de negro. No se producirá, sin embargo, un cambio en la temática ni en la disposición de los asuntos en las piezas. Los lékythos tienen un carácter exclusivamente funerario ya que sirven para guardar las cenizas del difunto. Al ser alargado, deforma menos la figura e incluye policromía con azules, amarillos, ocres o morados.