Comentario
El proceso migratorio de la edad oscura constituye el fundamento territorial para la formación de los dialectos griegos conocidos históricamente. En el nuevo mapa, la lengua griega queda dividida en cinco grupos principales, producto de procesos históricos que, en sus líneas más importantes, responden a las vicisitudes de la Edad Oscura, sobre una previa distribución, mucho más difícil de determinar, generada en la Edad del Bronce. En la larga duración, el proceso resulta, en los estudios dialectológicos, extremadamente complejo, pues la diversificación se alterna constantemente con procesos de homogeneización y en combinaciones y mutuas influencias que colaboran a crear un escenario de límites no totalmente bien definidos.
En líneas generales, sin embargo, a través de un cierto mecanismo de abstracción, se puede admitir la existencia de un grupo que reúne al arcadio con el chipriota, en una distribución geográfica, en el centro del Peloponeso y en la cuenca extrema del Mediterráneo oriental, que plantea problemas acerca de la explicación histórica del proceso que pudo llevar a ella. Parecería responder a una época de difusión griega desde el Peloponeso hacia el Oriente, que sólo podía situarse en época micénica, pero sus arcaísmos no coinciden con los de la lengua micénica de las tablillas de la Edad del Bronce. Ello da pistas sobre la falta de unidad lingüística de esa época.
Por otra parte, el eolio, que suele dividirse en tres subdialectos, lesbio, tesalio y beocio, responde a la distribución de la época de las migraciones, pues el lesbio, conocido principalmente a través de la poesía lírica de Alceo y Safo, se convierte en modelo de toda la región norte de la costa asiática, habitada por emigrantes de las zonas ocupadas en el continente por beocios y tesalios. La lengua eolia, en su conjunto, se ha revelado como producto de una formación postmicénica. La diferencia del eolio con respecto al resto y la que se produce en su interior resultan dinámicamente complejas y no en la línea de diferenciación propia de los árboles genealógicos. De otra parte, en su origen, no aparece como totalmente diferenciado del jonicoático, lo que explica muchos rasgos confusos de las primeras expresiones lingüísticas literarias.
El jonicoático, extendido desde Ática y Eubea hasta la zona central de la costa de Asia Menor, ofrece, por su parte, rasgos que hacen pensar a Adrados en la existencia independiente en época micénica de grupos paramicénicos más vitales que el micénico como lengua burocrática, pero igualmente adquiere plenamente sus rasgos en la configuración geográfica de la época oscura y en el momento de definición de los orígenes de la época arcaica.
Finalmente, el dorio parece el dialecto más profundamente condicionado por los movimientos de pueblos, pues su colocación geográfica parece responder a ellos. Sin embargo, tanto en la zona noroccidental como en el Peloponeso, de donde se extiende a las islas del sur del Egeo y a la costa suroccidental de Asia Menor, el dorio comparte rasgos, arcaicos unos e innovadores otros, con las demás formaciones dialectales, síntoma de la pervivencia de los contactos desde épocas del Bronce, seguramente en el noreste de Grecia, hasta los períodos diferenciadores de la Edad Oscura.