Comentario
Tras la muerte de Augusto, hubo aún dos momentos en que el sueño del retorno de la Edad de Oro pareció hacerse realidad: los comienzos del efímero reinado de Calígula (37-41) y los diez primeros años (54-64) del de Nerón. Dos hombres probos, uno de ellos intelectual de renombre, Séneca, y Burro, gobernaban el imperio, el primero como ministro de Estado, preceptor del César y redactor de sus admirables discursos (Nerón tenía buen oído y buena voz para el canto, y dotes también para la escena teatral); Burro, como prefecto del pretorio o jefe de la guardia imperial. Pero muerto ya Burro en el 62 y debilitado el ascendiente de Séneca, llegamos al año 64, y en él ocurre el incendio de Roma. Terminado el desescombro posterior a la catástrofe, el emperador se apropia de una gran parte del Esquilino, que enlaza con el Palatino mediante la Domus Transitoria y edifica allí, en el centro de Roma, una inmensa casa de campo, una villa de ensueño, la Domus Aurea, donde no falta un gran estanque en la hondonada que después de su muerte ocuparía el Coliseo. El megalómano César ve realizado así su sueño de vivir al fin como un hombre (quasi hominem tandem habitare coepisse, Suetonio, Nerón XXXI).