Época: Antoninos
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Los Antoninos

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

La influencia de las religiones orientales en época de Trajano favoreció la implantación de un rito funerario que hasta entonces había tenido muy poca aceptación en la sociedad romana: la inhumanación en lugar de la incineración. Con ella rebrota una rama de la escultura que llevaba siglos atrofiada: el sarcófago de mármol decorado con relieves.
En época de Adriano, y aunque de momento no afecte a la familia imperial, el uso está ya bastante extendido. Al principio el tema dominante en la decoración son las guirnaldas de frutos, sostenidas por amorcillos las más de las veces, o por otras figuras. Las escenas mitológicas, de tamaño pequeño, están colocadas en el interior de las curvas de la guirnalda. Hay talleres en Roma y en Atenas; sus obras se distinguen bien. Los de Roma sólo decoran el frente y los extremos menores de la caja y de la tapa, y cuando pasan de las guirnaldas a los frisos de figuras mayores, procuran llenar todo el espacio disponible; los de Atenas, en cambio, labran por igual los cuatro lados y encuadran las figuras en un marco arquitectónico de molduras y pilares o atlantes.

Como habían hecho los etruscos, los romanos no recurren al repertorio de sus mitos nacionales para expresar sus creencias y sus expectativas de ultratumba. Los iniciados en los misterios de Eleusis, de Osiris o de Baco, lo hacen con escenas del rapto de Perséfone, de la niñez de Baco o del triunfo de éste y de Ariadna.

Los demás prefieren escenas de mitos que no sabemos qué relación simbólica o alegórica tenían con ellos, aunque no quepa duda de que la tenían, pues todos están en relación directa o indirecta con la muerte: la venganza de Orestes, la muerte de los Nióbides; Aquiles entre las hijas de Licómedes; los Dioscuros raptando a las hijas de Leucipo; la Gigantomaquia; el thiasos marino, las leyendas de Medea y de Protesilao. La difusión de estos sarcófagos llega a las provincias, apenas producida en Roma. La aristocracia del mundo entero está romanizada, o quizá mejor, helenizada, hasta en sus creencias de ultratumba. Un contemporáneo de Adriano, que murió en la comarca de Carrión de los Condes (Palencia), fue inhumado en un sarcófago con el tema de la Orestiada, importado sin duda de la capital.

Los talleres romanos que trabajaban en las columnas, arcos de triunfo y demás monumentos imperiales, trasladaron a los sarcófagos no sólo su refinado estilo clasicista, sino una temática que si bien propia de emperadores, era aplicable también a personalidades que como Agrícola, el suegro de Tácito, habían prestado al imperio grandes servicios en su administración y su defensa. Nacen así en época de los Antoninos los sarcófagos de batallas y los de gobernadores.

Entre los primeros surgirá en el siglo III una de las creaciones más asombrosas de la escultura romana: el Sarcófago Ludovisi. Los de gobernadores, por su parte, eluden la mitología y se conforman con dejar memoria de las virtudes o los actos solemnes practicados por el difunto: su clementia a la hora de tratar con los suplicantes bárbaros; su pietas al actuar como sacerdote en los sacrificios a los dioses, etc.

Asia Menor es la cuna de los sarcófagos columnados, es decir, sarcófagos enmarcados en arquerías que compartimentan los frentes y los lados en una serie de nichos ocupados por figuras aisladas o en grupos, paradas o en acción (los Trabajos de Hércules, por ejemplo). Fieles a la tradición helenística (v. gr. sarcófagos de las Plañideras, de Alejandro, etc.) las figuras tienen más bulto que las de los sarcófagos occidentales. Lo mucho que con el trépano atormentan a la arquitectura revela que también ellos contribuyeron a romper con la plástica lineal para dedicarse a la pictórica y al claroscuro.