Época: Antoninos
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Siguientes:
El templo de Antonino y Faustina
El pedestal de la columna de Antonino
Relieves circenses
El Marco Aurelio ecuestre
El arco de Santa Martina
La columna Divi Marci
El retrato antoniano
Sarcófagos
Mosaicos

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

A Trajano y Adriano, oriundos de la Bética, sucedió como emperador otro provinciano, T. Aurelius Fulvus Boionius Arrius Antoninus (138-161), éste de familia de Nemausus (Nimes), Galia Narbonense. El sistema de adopción, implantado por Nerva, seguía dando mejores resultados que los había dado la sucesión hereditaria, y así lo confirmó la elección por Adriano de este prudente administrador, en sus veintitrés años de reinado. Su bondad y su piedad le granjearon el nombre que le otorgó el Senado y la posterioridad confirmó, de Antonino Pío.
Pese a los muchos edificios que construyó y promocionó en Roma, no es mucho lo que de ellos se conserva. Del templo dedicado a su predecesor, Adriano, queda el flanco visible e incorporado al edificio de la Bolsa, en Piazza di Petra, cerca del Pantheon, una zona en que se encontraba también el Templo de Matidia, la suegra de Adriano. Once columnas corintias de mármol blanco se ven a uno de los lados de la plaza citada, resto de la hilera de quince que flanqueaba el templo por su lado derecho. La cella era de peperino, revestido de mármol, cubierta de una bóveda de cañón de casetones, tipo de techumbre predilecto de Adriano y muy usual desde entonces. El interior de la cella estaba decorado por un orden de pilastras apoyadas en un zócalo en que alternaban relieves de armas con representaciones de las provincias del imperio, repartidos hoy la mayoría entre los museos de Nápoles y de los Conservadores.

Las provincias se encontraban en los resaltes del zócalo correspondientes a las pilastras. Eran figuras femeninas en altorrelieves, como estatuas adosadas a la pared, de tamaño (1,51 de alto) algo menor que el natural, provinciae piae et fideles, como Adriano las había querido, fieles soportes del imperio alrededor de la estatua de culto del césar. Muy atrás había quedado el concepto de provincia capta, vigente en tiempos de la República y fácil presa de gobernadores y administradores rapaces; ahora las provincias eran los más firmes baluartes del imperio y sus hijos tenían abiertas todas las puertas, hasta las del trono; todos se beneficiaban de la paz, de la prosperidad y de la cultura. Los semblantes y los ropajes de las provincias tienen ahora tanto de griego y de romano como de autóctono; alternan sus prendas típicas -el sagum, las bracae, el gorro frigio- con el peplo, el himation y la clámide del más puro corte clásico; hacen gala del cultus y de la humanitas de las gentes más civilizadas del mundo. Sus armas, sus estandartes y sus corazas son las de las legiones romanas, que algunas de ellas han de blandir en defensa de las fronteras del imperio contra la amenaza de los bárbaros. El edificio y sus relieves fueron consagrados en el año 145, un hito seguro en la historia del relieve romano.