Época: Santa Sofía
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
La belleza de Santa Sofía

(C) Miguel Cortés Arrese



Comentario

La primera iglesia de Justiniano que nos ha llegado es la de los santos Sergio y Baco, que sabemos fue construida entre los años 527-36, muy cerca del Mármara y al sur del Gran Palacio. Formaba parte del monasterio de Hormisdas, dotado magníficamente por Teodora con destino a los monofisitas y en su emplazamiento original compartía un patio o atrio con la iglesia de los santos Pedro y Pablo, pero ni ésta ni las dependencias monacales han perdurado.
El plan del recinto, ligeramente irregular, muestra un esquema cuadrado en el que se inscribe una sala octogonal cubierta con cúpula, iluminada por ocho ventanas abiertas en el tambor. Esta cubierta se apoya en arcos que alcanzan unos macizos pilares que posibilitan la apertura de un doble piso de vanos. Unos nichos rectangulares y semicirculares alternados unen los pilares y sobresalen hacia los espacios auxiliares envolventes en un deambulatorio y una tribuna alta, ambos abiertos frente a la entrada por un antecoro y un ábside. En la curva de los nichos, columnas pareadas sostienen un arquitrabe en el piso bajo y arcadas triples al nivel de la tribuna.

Con su cúpula de ladrillo de 16 metros de diámetro y 22,5 metros de alto, la iglesia de los santos Sergio y Baco muestra un elevado nivel técnico: vista desde el interior, los dieciséis plementos ocupan toda la superficie alternando los paños rectos y curvos; los rectos están perforados por ventanas, mientras que los curvos coinciden con los ángulos del octógono y están ligeramente retranqueados en su arranque para evitar que sobresalgan.

Si el diseño resulta ingenioso, la decoración es sumamente original y renovadora. En el piso bajo, en los capiteles de pliegues se enrosca un denso tejido de acantos de afiladas espinas que rodean el monograma de Justiniano. Los capiteles jónicos con cimacios son igualmente elegantes. Encima, el arquitrabe del entablamento lleva una moldura de perlas, seguida a su vez de otra de ovas, dardos y zarcillos, que resaltan con fuerza sobre el fondo oscuro. La inscripción dedicatoria de Justiniano y Teodora, colocada en el friso, es de una grafía rotunda, destacada en blanco sobre el fondo grisáceo y rematada por la densa sombra que arroja la cornisa. Se trata de un estilo nuevo, que deja atrás la decoración de San Juan de Studio, donde un diseño estilizado, geométricamente equilibrado, ha reemplazado la copia fiel de la naturaleza, un nuevo punto de vista en el que la abstracción se va a situar por encima de la visión de la naturaleza. Por todos estos aspectos, la iglesia de los santos Sergio y Baco, ha de considerarse como un boceto, un campo de experimentación que iba a conducir a la audaz concepción de Santa Sofía, la obra maestra de Justiniano.