Época: Santa Sofía
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Santa Sofía

(C) Miguel Cortés Arrese



Comentario

El resultado del esfuerzo constructivo de Santa Sofía produjo, como no podía ser menos, una viva impresión entre sus contemporáneos, siendo descrito de este modo por Procopio: "Todos estos elementos, sabiamente ajustados en el espacio, suspendidos unos y otros, y reposando solamente en las partes adyacentes a ellos, producen una destacable y única armonía en el conjunto; y hacen difícil para el espectador el que detenga su mirada en alguno en concreto por largo tiempo, pues cada detalle atrae rápidamente la atención en sí mismo. De este modo, la mirada gira constantemente alrededor y los espectadores son incapaces de seleccionar un elemento que sea más digno de admiración que otro".
Procopio hace mención a una característica fundamental de Santa Sofía y del arte bizantino: la importancia concedida al espacio interior. Lo que Antemio e Isidoro se propusieron fue, no sólo crear el espacio necesario para las ceremonias de la catedral del Imperio, sino además, producir la sensación de un espacio aún mayor. Desde el eje central, el espacio se eleva verticalmente hacia la cúpula mayor, se detiene apenas en sus bordes y se hunde en la media cúpula, volviéndose a dilatar y penetrando en los cuartos de esfera de los nichos diagonales. La concatenación de formas espaciales se desarrolla tanto centrífugamente, en torno al eje central, como longitudinalmente, desde la entrada hasta el tramo del ábside.

A su vez, la configuración y el juego de cada forma espacial se afirman primero para luego ser negados. Ninguna de estas configuraciones espaciales queda contenida por los sólidos envolventes, sean los pilares, los muros curvos o rectos o las superficies abovedadas. Los pilares son bastante voluminosos, si se miran desde las naves laterales; pero se pretende que no se vean. Su masa queda negada por un revestimiento de mármol. Los fustes de las columnas son enormes, pero el mármol polícromo contrarresta la percepción de su corporeidad.

Este último aspecto nos conduce al papel desempeñado por la decoración, tendente a dar la impresión de movimiento al cubrir las paredes con colores resplandecientes. Las columnas se hicieron de mármoles polícromos -mármol verde con grandes vetas blancas- de pórfido o de basalto. Placas de los mismos colores cubrían los pilares y los zócalos de los muros, siendo de oscuro mármol gris las del pavimento. Las paredes altas y los intradoses de las bóvedas y las cúpulas se revistieron de mosaico, principalmente de sencillas cruces polícromas o motivos estrellados sobre fondo de oro. Para dar variedad al efecto de las teselas de vidrio se usaron algunas piedras semipreciosas. Los capiteles estaban recubiertos de follaje con sus relucientes hojas y ramas recortándose sobre las densas sombras del fondo. Un encaje de zarcillos revestía las enjutas de las arquerías; en otras partes, una hojarasca de nácar se incrustaba en mármol negro.

No había, al parecer, mosaicos historiados y los descritos por Pablo el Silenciario debían corresponder a la restauración de Isidoro el Joven; gracias a su poema, sabemos que la nueva cúpula tenía una gran cruz: "Elevándose sobre el espacio inconmensurable está el yelmo redondeado en todos los lados como una esfera, y que, radiante como los cielos, cubre el techo de la iglesia. En su misma cima se ha representado una cruz, protectora de la ciudad... se ha pintado el signo de la cruz dentro de un círculo por medio de un mosaico diminuto, para que el Salvador del mundo entero pueda por siempre jamás proteger la iglesia". Se sabe, por otro lado, que Justiniano donó una enorme colgadura de seda que representaba a Cristo entre San Pedro y San Pablo, con símbolos de la philantropia imperial en los bordes.

Había canceles de mármol con bajorrelieves de flores y pájaros, de pámpanos y hojas de hiedra. Y el oro, la plata y el marfil no fueron olvidados, como nos recuerda Pablo el Silenciario: "Buena parte de la gran iglesia en el sector del arco oriental, que se ha reservado para el sacrificio incruento, no se ha cubierto ni de marfil ni de sillares, sino que se esconde bajo una cubierta de plata. No sólo sobre las paredes que separan al sacerdote del coro de los cantantes, sino también sobre las columnas, seis parejas en total, se han colocado planchas de plata pulida, que extiende lejos y en amplitud sus rayos".

Dada la desaparición del mobiliario litúrgico, parece oportuno detenerse brevemente y tratar de imaginarnos la ordenación de este núcleo preferente de la iglesia; así podría obtenerse una imagen más rica del espacio interior. En el ábside había un synthronon de tres escalones para el clero, muy semejante al que se conserva en Santa Irene -Mango-. Frente al synthronon, había un deslumbrante cimborrio con una techumbre piramidal que cubría la mesa del altar. La bema, separada de la iglesia por una reja, ocupaba la mayor parte del espacio cubierto por la semicúpula oriental.