Comentario
Las imágenes de bodisatvas requieren una menor idealización, pues no alcanzan la sacralidad de la imagen de Buda; aunque personifican cualidades budistas, en el fervor popular funcionan como puentes entre lo divino y lo humano. En los textos budistas los bodisatvas protagonizan historias moralizantes y ejemplares muy arraigadas en la tradición india, por lo que iconográficamente se agudizan todos aquellos elementos humanos que colaboren a la mejor comprensión del fiel.
Pero entre todos los bodisatvas de la imaginería oriental los más realistas son, sin duda, los de la escuela de Gandhara. No hay que olvidar el apoyo que los príncipes Kushana dieron al budismo, por lo que lógicamente quisieron retratarse como protectores del mismo; al concepto antropocéntrico se suma la intención política dando como resultado la mejor colección de retratos Kushana.
Los relieves que decoraban las numerosas stupas de Gandhara rubrican la fructífera producción de sus talleres escultóricos. Aunque todavía algunos de ellos resiste in situ el rigor del clima y el paso del tiempo y de los depredadores de arte, la mayoría se encuentran a resguardo en su país de origen (India, Pakistán y Afganistán) o son la gloria de las salas de arte indio de los museos americanos y europeos, cuyos conservadores se sintieron atraídos por estas obras tan cercanas al gusto occidental.
Entre toda la escultura de Gandhara, estos relieves son los que más razonablemente merecen el calificativo de helenísticos y más concretamente el de greco-romanos:
Los distintos pasajes se compartimentan con elementos arquitectónicos, que suelen consistir en pilastras de orden corintio; a veces un atlante y una cariátide ocupan el fuste. Es interesante observar cómo el artista indio colonizado interpreta a su manera el orden corintio y transforma las cariátides en yakshis.
En estos compartimentos escenográficos bien diferenciados, la composición se organiza en torno a un eje central de simetría, sobre un fondo vacío de claro sabor clasicista, contra el que se destacan las figuras con toda nitidez. Las figuras se disponen holgadamente en filas isocefálicas dejando el centro, el lugar de honor, a los protagonistas; a pesar de sus ademanes pausados y de su actitud tranquila, un cierto desenfado nudista y un aire costumbrista en la interpretación de los temas nos indican su carácter inequívocamente indio.
La temática siempre es budista, pues todos los relieves pertenecen a stupas, pero en aquellas obras en las que no aparece la imagen típica de Buda (puede mostrarse como el príncipe Siddharta Gautama) es difícil definir el pasaje; faltan los elementos narrativos tan esclarecedores y frecuentes en los relieves Shunga-Andhra. Sin embargo, ofrecen el espectáculo más cosmopolita que se pueda imaginar; toda la población flotante de las caravanas de la Ruta de la Seda confluye para aprender la Ley Sagrada y adorar a Buda: distintas culturas y razas a través de príncipes, mendigos, comerciantes, camelleros, ascetas, saltimbanquis, yakshis, bailarinas...
En esta miscelánea todo vale, junto a Buda consagrado bajo un arco de kudú dándonos la bienvenida, una pareja erótica guarecida bajo un arco en mitra protagoniza un pasaje de la mitología griega. De ahí, el dato historiográfico de que la escuela de Gandhara suponga, para algunos historiadores del arte occidental, la extrema propagación oriental del clasicismo y, para los historiadores del arte oriental, la manifestación más exótica de la escultura budista.