Época: Mahayana
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Arte Budista Mahayana
Siguientes:
Los Bodisatvas

(C) Isabel Cervera



Comentario

La escuela de Gandhara define un estilo helenizante pero con temática budista, que se generaliza bajo la soberanía Kushana por todo el reino de Gandhara, que entonces se extendía por el valle del Indo (Pakistán) y la Bactriana (Afganistán); se difunde por la Ruta de la Seda y, tras dejar su huella en los monasterios rupestres de Bamiyan, Dunhuang, Yungang y Longmen, alcanza el resto de China, Corea y Japón.
Algunos autores prefieren hablar en general de arte Kushana o de arte helenístico oriental, pero la temática budista es tan determinante que hace necesaria su presencia en el título definitorio de esta escuela: estilo greco-búdico de Gandhara.

No debe extrañamos dicha influencia griega en la escultura de Gandhara pues, en primer lugar, los Kushana estaban familiarizados con la estatuaria helenística de Asia, cuya iconografía era el resultado de la personificación de fuerzas de la naturaleza (Zeus, el rayo; Poseidón, el mar; Hefesto, el fuego; Helios, el sol, etc.); una vez admitida la personificación en una imagen de culto, la configuración humana más bella, la concepción artística más desarrollada dentro de un antropocentrismo, era sin duda la de origen griego.

La producción de esta ecléctica escultura de Gandhara se realizó siempre en materias nobles: piedras duras como el pórfido, esquisto, basalto... ocasionalmente decoradas con incrustaciones de metales y gemas preciosas, o estucada y policromada si el material no ofrecía la perfección requerida por tan noble temática. No hay que olvidar que la divulgación del culto budista iba emparejada con el prestigio del poderío Kushana.

Tras una serie de balbuceos, de los que se conserva algún ejemplar realista de Buda-monje o de Buda-asceta, los talleres escultóricos de Gandhara empezaron a exportar una imagen prototípica de Buda: un ser apolíneo idealizado formalmente con una plástica profana.

Un ser apolíneo, porque el Buda de Gandhara se muestra como un hombre joven, cuyo cuerpo se estructura dentro del canon policlético; incluso puede alegarse que la ushnisha (el moño símbolo de la vida espiritual concentrada) se deriva del peinado atlético de Apolo. Además, la técnica fidiaca de paños mojados, utilizada en el manto de Buda, revela un evidente interés anatómico y agudiza el parecido entre esta prenda monacal y el xiton.

Idealizado formalmente, porque la idea de belleza se transmite corporalmente, es la perfección de la forma externa lo que inspira a los escultores de Gandhara y no el intento de plasmar la esencia budista, la sublimación de cualidades como la pureza, la compasión, la sabiduría... El idealismo formal de Gandhara es incoherente desde el punto de vista doctrinal porque, a través del ideal de belleza humano, cambiante según las diferentes culturas y perecedero de moda en moda, no se puede universalizar ni eternizar el concepto de budidad. Ahora bien, la elección de este idealismo formal resultó idóneo, si consideramos la repercusión estilística que la escuela de Gandhara tuvo en su expansión por Asia, y ello sin entrar en consideraciones sobre la conversión al budismo de millones de almas extranjeras. Sin embargo, veremos cómo el idealismo conceptual con el que la escuela de Mathura plasma a Buda triunfa como modelo plenamente indio y acaba superando la repercusión iconográfica del Buda de Gandhara.

Plástica profana, porque la imagen de culto se concibe como una pieza artística y todos los recursos escultóricos invitan al fiel a rodearla y admirarla, y no a adorarla a sus pies con el respeto y la distancia oportunos entre la divinidad y el hombre. La instantánea lisipea potencia el movimiento de la figura, y la multiplicidad de puntos de vista logra una expresión real del volumen. Además, la excelencia del material, ocasionalmente enriquecido con metales y piedras preciosas, aumenta la vistosidad de la pieza y disminuye el carácter austero que postula el budismo indio.