Comentario
Sin duda alguna, uno de los ejes culturales más significativos del milenio se conformó al norte del mar Negro y en el curso bajo del Danubio, algo más al oeste. Se trata de los pueblos que conoció Heródoto y que la tradición historiográfica ha definido como escitas, cimerios y tracios. Sobre los primeros, tanto M. Gimbutas como Chelov, defienden un modelo difusionista e invasionista y para ello se remiten a un componente étnico diferente, según se trate de los pueblos agricultores del Dniéper, que Heródoto llamara escitas agricultores o de los escitas reales o nómadas. La investigadora alemana caracteriza al substrato étnico como proto-eslavo y lo identifica arqueológicamente con la Cultura de Chernoles, con un ritual de enterramiento que mezclaba incineración e inhumación, si bien considera que a partir del siglo V a.C. han sufrido una fuerte influencia cultural que termina por hacerlos partícipes de la Cultura Escita.
Hacia el oeste, en el actual territorio de Bulgaria y Rumanía, los tracios debieron sufrir una constante presión escita, y si se acepta la idea de la invasión de este pueblo sobre los territorios del mar del Norte, debieron de soportar durante el Hierro Antiguo la presencia de los cimerios desplazados de aquella zona. Es, sin embargo, un aspecto poco conocido y bien pudiera ser efecto de una tradición historiográfica más que de un hecho histórico comprobado. Lo mismo se indica para los pueblos ilirios de la Dalmacia, donde destacan entre otros lebúrneos y yácigos y se destaca, en este caso, la continua presión tracia.
De todas las etnias conocidas en esta parte del mundo, el caso que interesa valorar con más detalle, por lo que tiene de novedad respecto a Europa occidental, es el mundo de los pueblos de las estepas, que ha constituido un mito en la tradición difusionista desde el mismo Neolítico. Recientemente Martynov, en oposición al eurocentrismo, ha propuesto un modelo étnico diferente al tradicional que siempre ha tratado de situar en algunos de los modelos occidentales el complicado poblamiento de las estepas euroasiáticas. Martynov ha definido a este conjunto de pueblos como un macrosistema articulado, caracterizado por el éxito de una forma de economía particular. Este modelo escita-siberiano tiene su origen en el sistema económico basado en la cría de ganado sedentaria, del tipo documentado en la cultura de Andronovo, localizada cronológicamente en el Bronce de las estepas durante el segundo milenio; el investigador defiende que a partir del primer milenio a.C., y en tanto se consolida el modelo nómada, se produce la tendencia a la formación de culturas locales, si bien con rasgos comunes como los primeros complejos funerarios de tipo Arzhan o la estatuaria en piedra que caracteriza este mundo entre el Danubio y Asia central.
A partir del siglo VI a.C. se considera completamente caracterizado el modelo por la articulación regional de las culturas locales, con elementos comunes como la semejanza de los sistemas socioeconómicos y los continuos contactos entre unos grupos y otros debidos a su alta movilidad; pero, a la vez, el modelo produce una ausencia de comunidad étnica y lingüística por efecto de la composición pluriétnica de la población. Entre los distintos grupos, Martynov cita como los más representativos los escitas, al norte del mar Negro, los sármatas, situados más al oeste de las estepas, sobre el Caspio, y al sureste de éstos los saces. En Asia central los grupos del Alto Altaï, los tagaros y el grupo de Tuva y, por último, en el extremo oriente los ordos. Para otros autores, como V. M. Masson, el conjunto euroasiático responde a dos grandes grupos culturales caracterizados en los escitas y los saces, si bien entendido este último grupo desde una perspectiva cultural amplia.