Comentario
Los países escandinavos entran en el devenir de los estilos artísticos europeos con su conversión al cristianismo. A diferencia de lo que sucedía en los territorios meridionales, donde un sustrato de cultura romana podía hacer más comprensible, en algunos casos, las formas del románico, aquí nunca había florecido la romanidad. La experiencia artística se reducía a una producción artesanal de carácter protohistórico.
Tras unos primeros inicios lentos, los misioneros conseguirán afianzar definitivamente la fe cristiana en Dinamarca durante el siglo XI. En el mismo siglo se produce la conversión de Noruega. Suecia se resistirá hasta la destrucción del santuario de Gamla Uppsala, verdadero núcleo de resistencia del paganismo, a principios del XII.
El románico escandinavo, que corre parejo a las fundaciones de las iglesias cristianas en su implantación por el territorio, permanecerá deudor de las áreas culturales de origen de los abades y obispos que dirigen la nueva iglesia. Estas culturas, inglesa y germana, son las mismas con las que de siempre han tenido estrechas relaciones comerciales y políticas. En cierto modo se puede considerar, en muchos aspectos, que este románico nórdico es una prolongación más o menos afortunada de las aportaciones inglesa y alemana a la historia del románico. Existen otras referencias inspiradoras, Francia e Italia, pero que han de ser tenidas en cuenta con sumo cuidado, pues suelen ser influencias indirectas. No sería justo olvidar las técnicas artesanales tradicionales que contribuyeron a dar un aire local a determinadas obras.
Islandia ha permanecido siempre dentro de la órbita cultural escandinava. En relación con el románico ha sido una zona periférica, que tan sólo lo conoce tardíamente y en formas absolutamente estereotipadas y anacrónicas.