Comentario
Inmediatamente después de la consolidación de los desembarcos, fuerzas aliadas se dirigieron a Túnez, donde fueron recibidas como libertadores. Así pudieron llegar en pocas horas hasta cerca de la capital de la colonia. Pero la reacción del Eje fue fulminante: el día 11 comenzaron a llegar a los puertos tunecinos tropas germano-italianas, que pronto contuvieron la ofensiva y que, incluso, pasaron al contraataque.
Sin embargo, los días del Eje en África estaban contados: las tropas enviadas no podrían ya dar vuelta a la situación y los suministros que requerían supusieron un esfuerzo adicional para la flota italiana, que se consumió en la empresa.
Dos mil quinientos kilómetros al este, Rommel retrocedía lentamente ante la presión de Montgomery, cuya cautela permitió al zorro del desierto retirar al grueso de su ejército, pese a su angustiosa carencia de carburante, vehículos y tanques. Pero tal cautela no era totalmente gratuita porque, en palabras del general británico Leese: "...Combatimos mucho, casi una batalla al día, porque con la retaguardia alemana había pocas bromas. Todos los días Rommel combatía con algo". Pero ni sus genialidades ni su audacia podrían ya compensar su falta de medios de combate.
Berlín y Roma comenzaron pronto a vislumbrar su nefasto destino en África, pues sus efectivos estaban en una inferioridad de 1 a 2 en el mejor de los casos y sus suministros de 1 a 10. Sólo la entrada de España en guerra hubiera podido equilibrar algo la balanza permitiendo el contraataque y el abastecimiento a través del estrecho de Gibraltar.
Pero Madrid no mostraba ningún deseo de ir a la guerra. El general Jordana, ministro de Exteriores, declaraba que su misión era la de mantener a España fuera del conflicto. Franco tampoco tenía interés alguno, tanto que no escuchó a sus ministros falangistas que aconsejaban la intervención. Incluso, en consejo de ministros, se acordó rechazar la petición de paso del ejército alemán, si tal demanda se producía.
Y Alemania, metida hasta el cuello en el cerco de Stalingrado, no podía distraer fuerza alguno para proyectar una invasión de España... En vista de la voluntad española de permanecer neutral y de los progresos de la campaña de Túnez, los aliados desactivaron el Plan Backbone en febrero de 1943 y destinaron a la futura invasión de Italia las fuerzas que tenían reservadas para invadir el Protectorado.
A finales de enero, Rommel se retiraba a Túnez. Libia quedaba en poder de los aliados que, en una inmensa tenaza que abarcó la mitad norte del país concentraron más de medio millón de hombres en Túnez. Primero perforaron la línea Maret, después la línea Akarit... África estaba perdida. El 8 de marzo Erwin Rommel era retirado de Túnez para evitarle la amargura de la derrota y, probablemente, el cautiverio. Su marcha se mantuvo en secreto tanto para no desmoralizar a los soldados del Eje como para no alentar a los aliados.
Dos meses después, el 7 de mayo de 1943, los aliados entraban en Túnez y Bizerta. El día 8 se rendía el general Von Arnim, jefe de las fuerzas alemanas, y el 12 de mayo sólo mantenía la resistencia una parte del ejército italiano junto a algunas tropas alemanas, bajo el mando del general Messe, que se rindió ante la orden expresa de Mussolini: "Cese el combate. Es usted nombrado mariscal de Italia. Honor a usted y a sus valientes".
No pudo Messe saborear el mariscalato. Al día siguiente caminaba hacia el cautiverio con 250.000 hombres del Eje (130.000 alemanes y 120.000 italianos) (22), entre los que había 22 generales. Para conseguir esta victoria, que un mes más tarde les llevaría hasta Italia, los aliados pagaron un elevado precio: 41.000 bajas, de las que 10.000 eran muertos.
A primera hora del 13 de mayo, dos días antes de lo previsto por los planes del Estado Mayor Conjunto aliado, el mariscal Alexander podía telegrafiar a Churchill: "...La campaña de Túnez ha terminado. Ha cesado por completo la resistencia enemiga. Somos dueños de las costas norteafricanas".