Comentario
Simone Martini, nacido en Siena en 1284 y fallecido en Aviñón en 1344, es uno de los artistas más personales de la escuela sienesa. Discípulo probable de Duccio, la primera referencia documental que conocemos de él concierne al encargo de una obra que debemos suponer se hacía a un artista ya totalmente consagrado.En 1315, el Comune de Siena decidió decorar una de las salas del Palacio público con la imagen de la patrona de la ciudad: la Virgen. Sólo cuatro años antes se había concluido para la catedral una tabla consagrada también a ella y ejecutada por Duccio. Aunque es difícil establecer directas conexiones entre uno y otro proyecto, lo cierto es que el espíritu de emulación ha sido tradicionalmente uno de los motores principales en la historia del arte. Si la Maestá de Duccio había tenido un sentido religioso, la nueva Maestá que a inspiración de la anterior realiza Simone Martini debe entenderse desde el ámbito público, cívico, pero sin duda no es ocioso sospechar algún tipo de nexo entre ambos proyectos.En ella, si bien los débitos con respecto a la composición anterior son evidentes, se ha modificado no obstante la atmósfera, la solemnidad de corte aún bizantino que caracteriza la primera se ha diluido aquí.Simone inaugura con esta realización una brillante carrera que va a llevarlo a Nápoles, a Asís, de nuevo a Siena y finalmente a Aviñón. Además, a pesar de lo temprano de su cronología dentro de la producción del maestro, ya se patentiza en ella lo que va a ser el lenguaje personal del artífice. Ese aire delicado y amable, ese espíritu cortesano que ha llevado a algunos historiadores a remarcar en la obra del artista ciertos rasgos anticipadores del gótico internacional. A pesar de ello, y como ya se ha señalado en la realización de su directo maestro, las experiencias de Giotto en el campo de la tridimensionalidad no le son ajenas. Es buena prueba de ello la predela del retablo que realiza en Nápoles en 1317 para el rey Roberto de Anjou, dedicado a San Luis de Tolosa, y en el que se lee: "Symon de Senis me pinxit".Probablemente entre esta última fecha y otro encargo documentado del pintor del que trataremos inmediatamente, trabajó en Asís donde decoró la capilla de San Martín en la iglesia inferior. Se trata de uno de sus trabajos más exquisitos. El ciclo lo integran diez episodios. Las particularidades de la leyenda del santo le permitieron enfatizar los aspectos caballerescos de la misma y no escatimó detalles que pudieran contribuir a ambientar adecuadamente las distintas secuencias. En estos elementos es donde radica el mayor atractivo de la obra.Asimismo, Simone, que ya ha asumido plenamente el reto de la construcción espacial, organiza las escenas de modo que la perspectiva funcione subordinada al espectador ubicado a la entrada de la capilla. Sin duda las experiencias en este campo llevadas a cabo en Asís en el período inmediatamente anterior le influyeron. Pero sólo en lo que respecta a este punto. Por lo demás se desmarca claramente del lenguaje solemne de Giotto, con el que nada tienen que ver ni el delicado refinamiento que imprime a sus personajes, ni la atmósfera cortesano-caballeresca de sus composiciones.En 1333, en colaboración con Lipo Mommi ejecuta para Siena su famosa Anunciación. Es difícil pronunciarse en las obras de colaboración sobre los límites precisos que marcan la intervención de las distintas manos. Aquí la historiografía ha tomado partido en uno u otro sentido, pero indudablemente se trata de un terreno resbaladizo. Vamos a quedarnos, sin embargo, con el reconocimiento generalizado del diseño a Martini, en el que se ha optado por un fondo plano dorado, el mismo que reencontramos en la tabla de la Sagrada Familia (ahora en la Walker Art Gallery de Liverpool). Precisamente esta opción, que permite concentrar la atención sobre los personajes, junto al refinamiento usual en las realizaciones del artista, es la que ha permitido hablar de anticipación del pintor respecto al gótico internacional.Simone Martini optó en los años finales de su vida por esta vía, aunque globalmente su producción nos informa de sus inquietudes en relación al espacio. Es paradigmática en este sentido la composición para el Palacio Público de Siena, posterior en unos años a la Maestá, consagrada a Guidoricio de Fogliano, que se pinta entre 1329 y 1330. En ella el paisaje que sirve de fondo al capitán sienés (que a su vez desarrolla la línea iniciada en el fresco descubierto recientemente debajo) apunta hacia lo que sin duda puede calificarse como la consagración de estas experiencias previas: el tratamiento del paisaje en los frescos de Ambroggio Lorenzetti sobre el Buen y el Mal Gobierno.Simone Martini abandona Italia hacia 1340 reclamado por la corte papal desde Aviñón. Allí trabaja durante un breve período de tiempo como pintor oficial (muere en 1344, pero de esta etapa, que corresponde a su madurez artística, han quedado sólo unos restos muy deteriorados en la catedral y la bellísima tabla con la Sagrada Familia del Museo de Liverpool que puede fecharse hacia 1342.