Época: Pintura
Inicio: Año 1200
Fin: Año 1400

Antecedente:
La pintura en la península Ibérica
Siguientes:
Las pinturas de Sijena

(C) Francesca Español



Comentario

En Navarra, por ejemplo, tras una pervivencia de las fórmulas del 1200 más allá de sus límites naturales (Artaiz o Artajona, por ejemplo) la pintura se transforma de la mano de Juan Oliver radicalmente. El maestro, al que se le ha supuesto un origen inglés, pinta hacia 1330 un gran mural en el refectorio de la catedral de Pamplona con una Crucifixión en el centro y dos secuencias de la Pasión y la Resurrección en la zona alta y baja, respectivamente. Una serie de profetas con filacterias desplegadas flanquea la composición. Desde el punto de vista estilístico, los planteamientos que descubre la obra nada tienen que ver con el arte peninsular. En cambio, las analogías con lo inglés contemporáneo tanto compositivamente como en el tratamiento del color, son abundantes. Esta estancia navarra del artífice dará sus frutos inmediatos y se detectan en particular en la obra posterior de un pintor autóctono llamado Roque de Artajona.
Aragón acoge en un momento indeterminado del siglo XIII al artífice que decora la Sala Capitular de Sigena. Esta presencia y el impacto que la obra tuvo sobre los pintores aragoneses contemporáneos se hace sentir. El propio monasterio tiene otros restos catalogados dentro del 1200, aunque distintos a los mencionados en primer lugar, y maestros que conocían estas experiencias realizan el frontal de Berbegal (Huesca), ahora en el Museo Diocesano de Lérida.

Durante el siglo XIII esta vía bizantinizante se desarrolla junto a otras de más difícil acomodación. Existen maestros de tradición románica que conocen ya ciertas novedades. En la techumbre de la catedral de Teruel esto se pone claramente de manifiesto. Alguno de los pintores que interviene en ella utiliza un lenguaje ya gótico (el del ciclo de la Crucifixión, por ejemplo) mientras que otros están todavía bastante alejados de estos planteamientos. Esta situación puede hacerse extensible a otros conjuntos.

El gótico lineal, de la mano de artífices muy distintos y de variada calidad, llega a Aragón en fechas relativamente tempranas. No se trata tanto de evaluar el hecho en términos absolutos, pero si consideramos el desarrollo de las otras artes, el dato es significativo. Proyectos de distintas naturalezas obligan a preparar programas iconográficos diferentes. En San Miguel de Foces, por ejemplo, uno de los conjuntos pictóricos fechado con ciertas garantías (hacia 1302), hallamos una decoración de tipo funerario en la zona inmediata de los sepulcros de los fundadores. En esta misma línea se decora algo después un enterramiento en una ermita de la Almunia de Doña Godina (Zaragoza).

Aunque si ignoráramos el dato estaríamos dispuestos a situar las pinturas de San Miguel de Daroca (Zaragoza) en este apartado, una larga inscripción nos informa de su carácter más tardío. Datan de las proximidades de 1361. Este hecho explica que uno de los retablos murales contenga elementos italianizantes, aunque la ejecución sea aún de tradición anterior. Nos referimos naturalmente a la composición dedicada a San Juan Bautista. Al igual que en Cataluña, la penetración del italianismo en Aragón no supone la desaparición súbita del lenguaje anterior. Son numerosos los testimonios que permiten afirmarlo y la decoración de la torre del Castillo de Alcañiz es uno de ellos.

Un conjunto de pinturas murales y sobre tabla, fechadas dentro de la segunda mitad del siglo XIII, inauguran el gótico en Cataluña. Sobresalen entre ellas las pinturas de la catedral de la Seu de Urgel o la obra del denominado maestro de Soriguerola (frontal de este mismo nombre en el Museo de Arte de Cataluña en Barcelona), este último familiarizado con el arte francés. En 1268 se concluye una Biblia para Vic de profundo sabor francés. Es plenamente gótica, aunque ejecutada con toda probabilidad por un artista foráneo. Estamos en la etapa del gótico lineal. Hasta 1333, momento en que Ferrer Bassa comienza a trabajar según la línea italianizante, se multiplican los conjuntos de pintura mural y las realizaciones sobre tabla, con ejemplos de una gran calidad, algunos más tardíos que otros. El problema es que todo ello se ha conservado muy irregularmente.

En lo que respecta a las conexiones, si bien hay pinturas vinculadas a un linealismo más canónico -retablo de San Jaime de Frontanyá, ahora en el Museo de Solsona, retablo de Vilobí d'Onyar (destruido), en otro orden las pinturas del Palacio Real Mayor o las del Palacio Aguilar de Barcelona, todas ellas de gran calidad -, otros conjuntos revelan también contactos, pero en otra línea. Es el caso de las magníficas pinturas de Santo Domingo de Puigcerdá, probablemente el conjunto de mayor calidad de este período que remiten a Toulouse y, en concreto, a la capilla de San Antonin en los Jacobinos.

Otros conjuntos interesantes son los existentes todavía in situ en la catedral de Tarragona (capilla de las Once Mil Vírgenes, muro exterior del coro) y muy en particular las de la catedral de Lérida. Tenemos aquí pinturas muy mal conservadas en el presbiterio (muro norte) que desarrollaban un ciclo completo sobre la Infancia y la Pasión de Cristo. En la capilla de Santa Margarita, una fundación del arcediano Guillem de Soler a los pies de la iglesia, queda una excelente Crucifixión. Fue decorado asimismo el comedor situado en la zona norte del claustro de la catedral, donde se daba de comer a los pobres. La "Pia Almoina" se decoró en diversas etapas, aunque las pinturas de mayor calidad son estas iniciales. La ejecución de todo este conjunto pictórico puede fecharse entre 1330 y 1354, según los nuevos datos expurgados. Nótese que la segunda fecha es muy posterior a la difusión del italianismo en Cataluña de la mano de Ferrer Bassa, cuyo inicio parece corresponder al año 1333.

A partir de esta última fecha se detecta un fenómeno que también es rastreable en otras zonas. Pervive el gótico lineal, pero el italianismo va penetrando poco a poco, con lo cual muchos maestros formados en la tradición anterior acaban contaminándose.

Ferrer Bassa, documentado entre 1324 y 1349, es el gran artífice de la introducción de esta corriente. Además, por su carácter de pintor real va a divulgarla más fácilmente. Es importante recordar el encargo al pintor por parte de Pedro el Ceremonioso de numerosos retablos para sus capillas reales: Lérida, Zaragoza, Palma de Mallorca, etc., circunstancia que debió favorecer su difusión.

Fue pintor mural, realizó también pintura sobre tabla y miniatura. Evidentemente, tanto el volumen de sus encargos como la propia constatación estilística hacen pensar que se ayudó de un amplio taller, dentro del cual su hijo Arnau Bassa parece haber jugado un papel importante.