Época: Escultura
Inicio: Año 1300
Fin: Año 1500

Antecedente:
La escultura del Gótico Tardío

(C) Joaquín Yarza Luaces



Comentario

La escultura francesa del siglo XIV, ajena tantas veces a las grandes portadas, se ha dispersado en partes y fragmentos cuyo origen con frecuencia se ha perdido. Esfuerzos por reconstruir lo que fue se han hecho en los últimos tiempos sin que se hayan resuelto todos los problemas. Los dos magníficos retratos de Carlos V y Juana de Borbón (Museo del Louvre, París) pueden abrir este panorama, como obras importantes y verdaderos retratos, y por el significado mismo de la imagen de un rey que abre una etapa nueva en el arte francés.Por ese entonces trabajan dos grandes artistas, Jean de Lieja y A. Beauneveu, cuyas personalidades son todavía hoy huidizas. Prueba de esto es el hermoso relieve en mármol de la Presentación en el Templo (Museo Cluny), que se ha atribuido a Beauneveu, se ha rechazado la atribución, se ha vuelto a atribuir a Jean de Lieja y se ha negado también tal cosa. Lo cierto es que se trata de una pieza exquisita del último tercio del siglo XIV. Una de las obras más impresionantes de ese momento es una grande, elegante y minuciosa Santa Catalina (Iglesia de Nuestra Señora, Courtrai) de alabastro que se ha adjudicado reiteradamente a Beauneveu y va de acuerdo con su arte idealizado, patente en obras de miniatura. De Jean de Lieja es la cabeza de María de Francia, procedente de su sepulcro (Metropolitan Museum, Nueva York).Este arte trecentista, cortesano, amable, propio para desarrollarse en la corte culta del rey Carlos V, aunque alejado de una realidad demasiado dramática, pese a los años de paz entre dos etapas de la guerra de los Cien Años, se quiebra en Borgoña, cuando los duques hacen llegar del Norte a Jean de Marville y a Claus Sluter. Probablemente, éste último es el más importante. Aún no ha acabado el siglo cuando se ocupa del Pozo de Moisés. El nombre actual designa los restos de una Cruz monumental de la que formaba la base. El nombre le viene del patriarca y profeta, uno de los seis que se adelantan en las seis caras prismáticas. Son seis formas poderosas, robustas, a veces hasta pesadas. Analizadas individualmente, no sólo en los rasgos de la cara, sino también en las diferentes actitudes que evitan toda monotonía, el grosor de los cuerpos y las vestiduras, son figuras inolvidables que causaron una profunda impresión, copiándose en su totalidad o sirviendo de modelo a las dos o tres generaciones siguientes.Detrás del proyecto estaba el potente duque de Borgoña Felipe el Atrevido que convierte la cartuja de Champmol, donde está el Pozo, resto de una Fuente de la Vida que centraba un claustro, en su lugar de enterramiento. La entrada a la capilla se hace a través de una portada donde trabajó primero Marville y luego Sluter. A un lado, se arrodilla el duque bajo el patronazgo de un corpulento Bautista, mientras en el otro, su esposa, Margarita de Flandes, se hace acompañar por santa Catalina. En el centro está la Virgen. El sobrino de Sluter, Claus de Werve, le ayuda en el Pozo y volverá a hacerlo en el monumental sepulcro de los duques que dejó muy atrasado el escultor al morir. El sobrino era un artista con oficio, capaz de rasgos de delicadeza ajenos a Sluter, como se manifiesta en los ángeles del Pozo.Juan de la Huerta vino más tarde, procedente de Daroca. Es sorprendente su aparición nunca justificada en Borgoña, al menos desde 1442. Será el primer encargado de una nueva tumba, la de Juan Sin Miedo, sucesor de Felipe, y la de su esposa según el diseño primero. Tampoco las terminó. Para Rouvres en Plains lleva a cabo su obra más característica: tres grandes estatuas de la Virgen, magnífica, entre ambos santos Juanes (poderoso y sluteriano el Bautista).Entretanto, otros escultores de cierta entidad seguían trabajando en muchos lugares de Borgoña. A estas alturas se había difundido un grupo de profunda teatralidad religiosa, el Santo Sepulcro. En el hospital de Tonnerre hacia 1452-1454 se hacía uno monumental, de grandes figuras, unas en la línea de Sluter y otras muy distintas. El efecto es indudable y sus autores son conocidos, aunque sólo por esta obra: Jean Michel y Georges de la Sonnette.El último gran escultor de la zona también viene de fuera. Es Antoine le Moiturier. Es él quien finaliza los sepulcros que dejó sin acabar Juan de la Huerta. Con casi seguridad se le puede atribuir otro gran Santo Sepulcro: el que se encuentra en la iglesia de Semur-en-Auxois, aunque procede de un convento desaparecido (les Carmes). En él ha desaparecido la inmensa corpulencia de los seres sluterianos. El color le concede una dimensión distinta. La obra final, muy nueva de diseño, aunque menos perfecta de ejecución que se le ha atribuido con no tanto fundamento, es el sepulcro de Felipe de Pott (Museo del Louvre). El gusto por la teatralidad, siempre presente en la escuela, se hace más expresivo: el yacente de Felipe de Pott es paseado a hombros de encapuchados que apenas permiten que se distingan los rasgos de sus rostros.Menos conocida, tal vez menos importante en conjunto, la escultura de otras zonas también tiene gran interés. En el Sur hay obras sueltas, pero falta la unidad borgoñona. De la capilla de Notre-Dame de Grasse en los dominios proviene la deliciosa Virgen con el Niño, algo lastimada que hoy guarda el museo de los Agustinos (Toulouse). Una supuesta adscripción a Jacques Morel ha tenido mala acogida recientemente. En todo caso nos permite citar a otro escultor interesante, autor más seguro de los sepulcros de Carlos de Borbón e Inés de Borgoña (1448-1453) en Souvigny. Es un artista itinerante por muy diversos lugares de Francia. No es lo mejor en calidad, pero sí la empresa escultórica más importante del Sur: el Coro de la catedral de Albi destroza el ambiente interno, mientras despliega un extenso mundo de imágenes de bulto policromadas debidas a un grupo de artistas.Entre el último gótico y algo distinto, pero que difícilmente debe llamarse renacimiento, se sitúa una escuela que surge con fuerza entre fines del siglo XV y treinta primeros años del XVI. Se trata de la escultura de Troyes, prácticamente toda anónima. El Maestro de Chaource debe su nombre al Santo Entierro que conserva la iglesia de este lugar y que puede ser de hacia 1510-1520. Su manera de hacer se percibe en la que sería su obra mejor: la Santa Marta de la iglesia de la Magdalena. Son muy abundantes las obras de la región, con un índice medio de calidad, sin alcanzar cotas altas salvo en ocasiones. Por ejemplo, en el hermoso y flamenquizante grupo de la Visitación de la iglesia de San Juan de la misma ciudad o la Virgen y Niño del Racimo de San Urbano.De lo dicho en Francia se deduce que el retablo y el relieve no fueron tan normales. De todos modos hay excepciones y una de las que resultan interesantes, complejas y de rica iconografía, es el cierre de coro de la catedral de Amiens, muy tardío.Quedaría por hablar de una figura clave: Michel Colombe. Pero, ¿es posible incluirlo aquí? Probablemente, aunque con raíces anteriores, haya de ser considerado como el primer gran escultor del renacimiento en Francia.