Comentario
La situación política de Francia, ocupada parcialmente por los ingleses, a comienzos del siglo XV, determina la marcha de muchos artistas hacia Bourges y otros lugares, aunque algunos se quedan y trabajan para el duque de Bedford. Sin embargo, es claro que, durante el resto de la centuria, París deja de ser la gran capital artística que hasta entonces había sido. Se originan nuevos centros que la sustituyen y los mejores pintores y miniaturistas trabajan al margen. Por otro lado, en contraste, la destrucción de muchas obras hace que conozcamos mal el panorama completo, porque de algunos artistas se conserva escasa producción. De todos modos se adivina una etapa importante con tendencias contrapuestas.Jean Fouquet y Bartolomé van Eyck serán los más grandes pintores y miniaturistas. El primero resulta difícil de definir por su conocimiento de Italia, que incorpora sólo relativamente a parte de su pintura. Viajó por este país y estuvo desde muy pronto relacionado con la corona y altos cargos de la administración. En el Díptico de Melun (Museo de Berlín y de Amberes), pintado hacia 1450, retrata a Etienne Chevalier acompañado de su santo patrón arrodillado ante una Virgen con el Niño de equívoco erotismo aumentado por la leyenda que veía en ella un retrato de la amante del rey. Las diferencias entre ambas tablas, entre lo terreno y lo sagrado, son evidentes hasta en el color, pero queda esa impresión poco clara del pecho desnudo de María. Probablemente poco después retrata al propio rey Carlos VII (Museo del Louvre). En ambos casos se muestra como muy capaz de estas empresas, con un arte sobrio, monumental en ocasiones y capaz de registros expresivos variados. Esta impresión se refuerza en la imponente Piedad de Nouans.Pero Fouquet es además miniaturista excepcional. "Las Horas de Etienne Chevalier", algo posteriores a la pintura citada (h. 1452-1460), están entre lo más importante que se haya realizado en este medio (Museo Condé, Chantilly). Toda la complejidad de su formación se pone de manifiesto en los dos folios contrapuestos en los que el promotor se presenta arrodillado ante la Virgen. La arquitectura limita un espacio unitario. Es de tipo clásico, aunque dorada y sobre ella están ángeles portadores de guirnaldas. Sin embargo, la Virgen se sienta ante una gran portada gótica. Esta misma mezcla de elementos contrapuestos reaparece en otras partes. En todas ellas es patente la creatividad de Fouquet que convierte cada escena en un gran cuadro de pequeño tamaño. También completó unas Antigüedades Judaicas (Biblioteca National, París).Bartolomé van Eyck es casi sin duda el verdadero autor de pinturas y miniaturas que se habían puesto bajo nombres distintos y en las que coincidía el hecho de ser próximas a René de Anjou. Este curioso personaje, más famoso por su leyenda que por sus hechos poco felices, lo es también como gran promotor de las artes y sensible hombre de letras, muy imbuido de la cultura caballeresca que correspondía a su status social. Sus empresas fallidas acaban llevándole a Provenza y allí se harán las obras mejores de su pintor preferido.Bartolomé pudo haber estado emparentado con los Van Eyck flamencos y ése era su origen. En 1444 se habla de él en relación a Enguerrand Quarton. Por entonces pinta el Tríptico de la Anunciación de Aix, que hizo que se le bautizara coro Maestro de Aix. En él es patente el recuerdo inmediato del arte flamenco del que procede. Pero sus mejores obras están en la ilustración del libro. René tuvo aficiones literarias y cada una de sus obras quiso copiarla en ejemplares de lujo iluminados por su miniaturista. En unos como "Le Livre des Tournois" (París, Biblioteca Nacional) se manifiesta como buen dibujante y creador de vastas escenas donde se mueven multitud de personajes de pequeña talla.Pero su obra maestra y una de las más importantes de la historia de la miniatura es el "Coeur d' Amours Espris" (Biblioteca Nacional, Viena). El autor del texto es de nuevo René, que quiso crear un asunto de amor cortés cargado de alegorías. El mismo es el protagonista al que en una noche misteriosa arranca el corazón el mismo Amor. A partir de entonces se inicia un viaje iniciático por un mundo desconocido de maravillas. En dieciséis miniaturas Bartolomé imagina unos ambientes de luces cambiantes, nocturnas y diurnas, sin precedente hasta entonces y sin que haya nadie que le siga por esa vía. Todavía ilustrará otra obra del mentor: "Le mortifiement de la Vaine Plaisance" (Biblioteca de Metz). Finalmente, es suyo un espléndido códice de la Teseida (Biblioteca Nacional, Viena).En Provenza trabajan otros artistas distinguidos. Para el propio René lo hace Nicolás Froment que pinta el tríptico de la Zarza ardiente (catedral del Salvador, Aix-en-Provence), con dos alas en las que está René a un lado y su esposa Juana de Laval al otro. Pero más importante es Enguerrand Quarton, colaborador ocasional de Bartolomé van Eyck. Después de los últimos descubrimientos, es patente que se trata de un pintor y miniaturista de amplio registro. En la enorme Coronación de la Virgen (Museo de Villeneuve-lés-Avignon) resuelve el embrollado programa iconográfico que plantea el canónigo Jean de Montagnac cuando contratan con él hacia 1453 la obra, haciendo uso de una paleta de tonos claros y creando un amplísimo espacio sobre el que planea, casi anulándolo, la Trinidad y María. En la Piedad de Avignon (Museo del Louvre) la ambientación cambia radicalmente: el fondo es de oro, el paisaje apenas se sugiere, imponiéndose un reducido grupo de expresivas figuras. También fue miniaturista, como Fouquet y Bartolomé van Eyck.El Maestro de Moulins, tal vez Jean Hey, es el último de los grandes pintores en el tiempo, porque debe sobrepasar el 1500. Su paleta y ciertos rostros indican un conocimiento de lo flamenco próximo a Van der Goes y Justo de Gante. Trabaja en la zona central de Francia y su clientela es también distinguida. El cardenal Jean Rolin está detrás de la encantadora Natividad del Museo Rolin de Autun. Su empresa más ambiciosa es el Tríptico de la catedral de Moulins, donde retrata a Pedro de Borbón y Ana de Francia, hija del rey Luis XI. Diversos retratos llevan su firma, con cromatismos claros y combinaciones similares a las de los nombrados maestros de Flandes.A1 margen de estos artistas trabajan muchos otros. En la miniatura alcanza cierto renombre el maestro Frangois, con una obra muy extensa que indica éxito. Jean Colombe es el miniaturista al que se acude para que ponga fin a las "Ricas Horas de Jean de Berry", con escenas complejas, donde se respira el mismo aire ambiguo de Fouquet, contrastado entre la tradición francesa y las novedades italianas. Jean Bourdichon sigue este camino, pero su trabajo sobrepasa el cambio de centuria. Un caso especial lo constituye Simón Marmión citado indistintamente en lo flamenco y lo francés. Por formación está dentro de la primera tradición y su lugar habitual de trabajo es el Norte. Pintor y miniaturista, se le ha adjudicado un rico catálogo, tal vez debido a varios artistas. Uno de ellos, seguramente él, utiliza un lenguaje amable y atractivo, con tonos claros, sin llegar al rigor de dibujo detallado de los grandes pintores flamencos.En el Imperio, Bohemia pierde el protagonismo que tenía en los años anteriores, después de la muerte de Wenceslao y a consecuencia de la terrible guerra civil que sobrevendrá años más tarde. La especial disposición del país sigue favoreciendo la existencia de varios centros. Tal vez sea más importante la escultura que la pintura, pero también ésta presenta notable interés. La influencia flamenca existe en muchos casos, pero tarda en manifestarse abiertamente.Varios pintores marcan los cambios de diversa manera. Esteban Lochner ha sido citado anteriormente y representa la transición, sin dejar la elegancia del internacional, pero demostrando con un sólido dibujo que es sensible a los tiempos nuevos. Lucas Moser en 1431 pinta el retablo de la Magdalena, de la iglesia de Tiefenbronn, aún algo ingenuo en su visión paisajista, pero lejos de la expresiva curva anterior. Hans Multscher ha sido citado ya como escultor destacado, pero se cree que también fue pintor. Pertenece a una generación posterior (muere en 1467) pero es en 1437 cuando lleva a cabo el gran retablo de Wurzach (Museo de Berlín). Hay un cierto contraste entre la escultura y el lenguaje profundamente expresivo de la pintura, que, por otro lado, no es especialmente plástica.Seguramente el más personal de los pintores de esta generación es el suizo Conrado Witz. Su dibujo es irregular, menos sólido que el de otros, incluso algo torpe en ocasiones. Pero las escenas limpias en las que surgen un grupo de personajes de corta talla, cabeza grande y rasgos anticlásicos, son de una modernidad que enlaza con el mismo surrealismo. En la Pesca Milagrosa, del retablo de Ginebra (Museo de Ginebra) imagina un paisaje inspirado en su medio, sin parangón en el arte alemán y por muchos motivos en el flamenco, donde aquellas características semioníricas se refuerzan.La aceptación plena de las fórmulas flamencas se percibe nítidamente en el anónimo Maestro de la Vida de la Virgen, a quien se cree fascinado por obras de aquella procedencia. Tampoco alcanza la perfección del detalle de sus modelos, pero obtiene efectos similares en el amplio número de obras que se le atribuyen.De nuevo un brillante escultor posee el oficio de pintor: Michel Pacher en Austria. Y de nuevo el contraste entre el lenguaje al servicio de cada técnica es distinto aparentemente. En el magnífico retablo de San Wolfgang el preciosismo gótico de la talla se opone a la monumentalidad solemne de la pintura, donde es patente que Pacher visitó Italia y entró en contacto con la obra de Mantegna y pintores próximos. En otras ocasiones la sensación se vuelve a repetir, como en los imponentes Padres de la Iglesia en el retablo de su nombre (Museo de Munich). Muere en 1498, pero como sucede en la escultura, aún en otros lugares sigue viva la tradición tardogótica.