Época: Barbarroja
Inicio: Año 1941
Fin: Año 1944

Siguientes:
Una respuesta masiva
Valor y efectividad

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Las buenas relaciones existentes entre la España de Franco y la Alemania nazi, generadas debido a la ayuda prestada por ésta al bando rebelde durante la guerra civil, se habían visto negativamente afectadas tras la firma del pacto germano-soviético de agosto de 1939. A partir de aquel momento, la actitud de Madrid se dirigió al mantenimiento de una postura neutral en la conflagración que se inició un mes después. Sin embargo, llegado el verano de 1940, la caída de Francia había producido un decisivo giro en la situación europea. Franco se vio forzado de esta forma a declarar la no beligerancia del país, posición ésta más próxima a una potencial intervención en el conflicto, que el Caudillo dilataba condicionándola a unas demandas inaceptables de hecho.
Los planes existentes acerca de una posible ocupación alemana de Gibraltar, lo que hubiera supuesto la plena participación española en la guerra, se verían pospuestos ante las operaciones a desarrollar en el Este. Esto contribuiría de forma sensible a disminuir la presión ejercida sobre Madrid por parte de alemanes e italianos, que no hacían más que recordar que su ayuda había sido fundamental para el triunfo nacionalista de 1939, al tiempo que mencionaban el hecho de la fuerte deuda de guerra que el Gobierno español tenía pendiente con ellos. La solución a esta difícil situación vendría así dada por el inesperado ataque alemán lanzado sobre la Unión Soviética, su aliada de la víspera, el día 22 de junio de 1941.

A partir de este momento, las posiciones parecían haber recuperado su lógica. Ahora los países filofascistas podían recuperar en el comunismo soviético su enemigo natural, y en consecuencia les era dado actuar físicamente en su contra. Este hecho haría que las relaciones establecidas entre España y el Reich mejorasen de forma manifiesta. En el interior del país, las alabanzas más entusiastas fueron dirigidas a la decisión del Reich, tanto en los niveles oficiales como en el plano popular. Alemania se erigía ahora como instrumento dispuesto a destruir a la "bestia negra" que el comunismo era para la derecha europea desde hacía más de dos decenios.

Así, en medio de un clima de exaltación patriótica y anticomunista, fomentada desde el poder pero también nacida de forma espontánea, las autoridades españolas resaltaron el carácter de cruzada que tenía aquella lucha. La consideraban una natural continuación de la que durante tres años había enfrentado a los españoles entre sí, y mencionaban la "deuda de sangre" que existía con respecto a una Alemania que de forma tan efectiva había colaborado en la victoria del bando vencedor. El mismo Franco afirmaba que era un compromiso de honor la actuación en contra de la Unión Soviética, oficialmente considerada causante directa de todos los males que había soportado el país. Así lo manifestaría de forma lapidaria Serrano Súñer, ministro de Asuntos Exteriores, cuando en un acto multitudinario afirmó "Rusia es culpable".