Época: Barbarroja
Inicio: Año 1941
Fin: Año 1943

Antecedente:
El Holocausto

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Tras la derrota de la Primera Guerra Mundial, en Alemania quedaba un Ejército reducido a cien mil hombres. Los primeros seguidores de Adolf Hitler fueron precisamente miembros de este Ejército que se sentían heridos en su orgullo nacional. Empezaron por asociarse en Baviera y muy pronto constituyeron las SA (Schutz Abteilung).
Bajo la dirección del capitán Hermann Göring, y convertidos en guardia pretoriana de Adolf Hitler desde los tiempos de la República de Weimar, los SA se entregaron al terrorismo y al asesinato por toda Alemania.

El nacionalsocialismo concedió a los SA poderes ilimitados y fueron ellos los que abrieron los primeros campos de concentración.

Ya en 1927, trescientos mil SA desfilaron en Nuremberg. Entre ellos se encontraban doscientos hombres que formaban la "sección de protección". Se trataba de los SA más fieles y fanáticos, el germen de las futuras SS (Schutz-Staffel).

El 14 de julio de 1933, todos los partidos democráticos fueron prohibidos en Alemania. El NSDAP (Partido Obrero Alemán Nacional-Socialista), fundado por Adolf Hitler, fue declarado "partido único y base del Estado". Inmediatamente después quedaron fuera de la ley las asociaciones de juventudes, los sindicatos fueron suprimidos y tuvieron lugar las primeras detenciones de judíos.

Estas detenciones se generalizaron a partir de las leyes racistas de Nuremberg en 1935, y alcanzaron su paroxismo durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, llamada por los nazis "la noche de cristal". Desde entonces, centenares de miles de judíos alemanes serían conducidos a los campos de concentración para ser exterminados.

Entre 1933 y 1939, casi trescientos mil antifascistas alemanes fueron condenados a seiscientos mil años de prisión. En total, un millón de alemanes fueron enviados a los campos de concentración por pertenecer a la raza judía o por sus convicciones políticas, ideológicas y filosóficas. Más de treinta y dos mil alemanes adversarios del régimen de Adolf Hitler y de su sistema fueron condenados a muerte y ejecutados.

Una ideología, con el soporte económico de la gran industria -que se beneficiaba económicamente con el rearme y el militarismo-, supo reunir, bajo la filosofía de la barbarie y de la supremacía aria, a la parte más fanática, irracional y descontenta del pueblo alemán.

Industriales directamente culpables, como la dinastía Krupp, la inhibición de algunos partidos políticos, la ceguera de los Gobiernos europeos ante el irresistible ascenso del nazi-fascismo alemán, fueron sin duda acicates que, consciente o inconscientemente, ayudaron a encumbrar este fenómeno. Sus consecuencias serían trágicas, no sólo entre la población civil de los países ocupados, sino también en el inmenso universo concentracionario nazi, en el cual perecerían alrededor de diez millones de seres humanos.

Hacia 1933, los SA habían instalado campos de concentración en todas las ciudades alemanas de cierta importancia: en subterráneos de edificios abandonados, en fábricas requisadas, en un simple terreno rodeado de alambradas.

Muchos tuvieron una existencia efímera, por lo cual no se ha podido establecer una lista completa con precisión. No eran todavía campos de concentración oficiales, pero se puede asegurar que el universo concentracionario nazi ya había comenzado.

El 21 de marzo de 1933, el periódico de Munich Münchener Nauesten Nachrichten publicó una circular del jefe de policía de la ciudad, en la que se anunciaba la apertura del campo de Dachau. El mismo año se inauguró el de Sachsenhausen, en Oranienburg, al norte de Berlín.

A partir de este momento, las siglas K. Z. abreviación del término Konzentrationslager, formaron parte del vocabulario cotidiano en Alemania, convirtiéndose en símbolo del terror. En esta misma época surgen los K. Z. de Lichtenburg, Hohenstein, Sonnenburg, Estarwegen y el de Papenburg y sus anexos.

La justificación jurídica del terror nazi se basaba en un decreto del presidente del Reich del 28 de febrero de 1933. Este decreto suspendía seis artículos de la Constitución de Weimar.

El 12 de abril de 1934, el Ministerio del Interior del Reich dirigió a las autoridades locales y al procurador del Estado una instrucción por la que el internamiento preventivo sería un derecho en virtud del decreto del mes de febrero de 1933. Allí se precisaba que este internamiento sólo podía tener lugar en las prisiones del Estado o en los campos de concentración.

Las primeras víctimas fueron concentradas -una manera eufemística de designar la idea de exterminio- en tres grandes campos: Esterwegen, Sachsenhausen y Dachau. En un discurso de Heinrich Himmler sobre La naturaleza y los deberes de la SS y la policía, el Reichsfürer dijo:

"Los campos están rodeados de alambradas eléctricas. Es comprensible. A quien entra en una zona prohibida o pasa por campo sin permiso, se le dispara. A quien en los lugares de trabajo, en los pantanos o en las construcciones de carreteras, por ejemplo, intenta huir, se le dispara. Si alguien intenta resistir, es llevado al calabozo, a la oscuridad, al régimen de pan y agua. Y, en los casos graves, recibe veinticinco azotes en el trasero.

Los hombres que vigilan a los prisioneros apenas eran, al principio, SS: Nosotros los hemos formado en unidades denominadas La vanguardia de la muerte. No están organizados en compañías, sino en centurias. Naturalmente, disponen de ametralladoras. En cada campo tenemos dos o tres miradores equipados con ametralladoras siempre a punto para disparar cualquier intento de rebelión. Con esta clase de gente, esta situación no debe quedar excluida. Las unidades La vanguardia de la muerte han sido también designadas para formar el encuadre de centurias de 25.000 hombres en caso de guerra, con el fin de mantener la seguridad interna del país".

Según Himmler, los detenidos eran la escoria de la mala vida, los fracasados. En el mismo discurso había declarado: "No existe demostración más auténtica y eficaz sobre la influencia de las leyes hereditarias y raciales que la que ofrece un campo de concentración. Podemos encontrar en él a hidrocéfalos, a individuos deformes, lisiados, medio judíos, hombres inferiores desde el punto de vista racial".

Los campos de concentración, pues, fueron concebidos fríamente para exterminar a los enemigos del régimen nazi, considerados como esclavos y sin ningún derecho para pertenecer a la sociedad exterior.

Después de la noche de los cuchillos largos, el 30 de junio de 1934, los SS reemplazaron a los SA en el mando y vigilancia de los campos. Desde entonces, Adolf Hitler concedió todo el poder de la represión a los SS bajo el mandato del Reichsführer Heinrich Himmler, que sustituyó a Göring como jefe de la policía secreta del Estado (Geheime Staatspolizei, Gestapo).

A partir de 1938, esta es la única policía que llevará a cabo las detenciones por cuestiones de seguridad. En principio, la Gestapo se encarga de dar cuenta de todas las detenciones y también de avisar a los familiares de los detenidos.

Pero en la mayoría de los casos el silencio envolverá el destino de los prisioneros. Según la orden dictada por el entonces ministro del Interior, Wilhem Frick, el 25 de febrero de 1938, el detenido por seguridad ingresa en un campo de concentración para todo el tiempo que convenga.

Entre los SS mejor adiestrados, se elige a los que formarán las unidades de los guardias especiales de los campos. Se trata de los SS-Totenkopfverbánde, veinticinco mil hombres entrenados especialmente para el exterminio y en cuyo casco ostentarán una calavera.

Al frente de cada campo estaba un Lagerkommandant, oficial SS de alto rango, ayudado por una Kommandantur, compuesta de varios oficiales subalternos. La Politische Abteilung (sección política) controlaba los ficheros, llevaba a cabo los interrogatorios y ordenaba las ejecuciones.

La Schutzhaftlager (sección de guardia) se encargaba de la vigilancia general. Sus componentes entrenaron a los famosos perros amaestrados para descuartizar a los prisioneros. La Verwaltung (Administración) se ocupaba de la intendencia y de la apropiación de los bienes de los deportados.

La gran mayoría de los prisioneros ignoraba la pesada máquina burocrática que organizaba los campos de exterminio. Ellos dependían directamente, tanto en los campos centrales como en los kommandos exteriores (anexos) y en los kommandos de trabajo, del Lagerfürer, el suboficial responsable ante el Lagerkommandant.

Los SS ejercían sus funciones represoras en centros de trabajo y blocks (barracas donde eran instalados los prisioneros). Sin embargo, ellos eran los señores, los jefes de la raza superior y, por tanto, sólo mandaban.

Crearon una jerarquía paralela entre los detenidos y confiaron la inmediata. ejecución de sus órdenes a los kapos, detenidos de derecho común que cumplían con especial saña y dedicación las órdenes de los SS. Esos auxiliares del Totenkopfverbánde (batallón de la calavera), en la gran mayoría de los casos, contribuyeron a hacer todavía más penosa la vida de los deportados.

Con el tiempo, muchos deportados políticos consiguieron ocupar el puesto de kapo (tanto en los blocks como en los kommandos de trabajo), y de este modo lograron salvar muchas vidas humanas, efectuar sabotajes y organizar la resistencia clandestina en los campos.