Comentario
Por lo que se refiere a las iglesias, hay que tener en cuenta, como consideración general que afecta a todo el Quattrocento, que en lo que eran los interiores la arquitectura de la Antigüedad no ofrecía modelos, puesto que en los templos antiguos no se había pensado en un espacio interno para los fieles. Brunelleschi, sin embargo, sí proyectó una obra que se ha estudiado en relación a los templos antiguos, cuando trazó la iglesia de Santa María de los Angeles. Es una iglesia de planta central, octogonal, que, para unos, remite a la Antigüedad y, para otros, a los baptisterios medievales. Su construcción fue financiada por dos mercaderes florentinos pero las obras, iniciadas en 1435, se interrumpieron en 1437, a causa de la guerra con Lucca. A pesar de que la iglesia fue transformada en el siglo XVI, su planta central y su cúpula -elemento éste de carácter simbólico relacionado con el poder- la convierten tipológicamente en el origen de las iglesias de planta central en el Renacimiento y el Barroco.
La capacidad de Brunelleschi, para integrar la tradición en la nueva arquitectura, que ya demostró en la cúpula de la catedral, se puso de manifiesto también en las dos iglesias que realizó con planta basilical. En 1418 ocho familias florentinas decidieron la construcción de una iglesia en la que hubiera una capilla para cada una. Fueron los Médici quienes decidieron encargársela a Brunelleschi y, en tiempo de Cosme de Médici, esta familia conseguiría a cambio de una cantidad de dinero que la iglesia quedara sólo para ellos. Es todo un ejemplo de cómo el ascenso social basado en el poder económico se acompañó de una serie de signos externos que atañen directamente al arte.
Para San Lorenzo Brunelleschi creó una planta de cruz latina que, a pesar de ser espacialmente longitudinal, produce un cierto efecto visual de centralización en la zona del transepto al penetrar en esa zona la luz de la linterna de la cúpula. Tanto en San Lorenzo, como en la otra iglesia de planta basilical, el Santo Spirito, utiliza el bicromatismo para enfatizar esa perfección geométrica del diseño que tanto debe a la perspectiva. En San Lorenzo volvemos a encontrar las pequeñas ménsulas que marcan el módulo, un módulo que en ambas iglesias está basado sobre el círculo inscrito en un cuadrado. En ambas iglesias la columna, al modo clásico, adquiere una importancia de primer orden y, a la vez que se respetan sus proporciones, su altura resulta aumentada mediante la inclusión de un fragmento de entablamento sobre el capitel. Este elemento probablemente lo tomara Brunelleschi de la Basílica romana de Constantino, aunque allí no aparece sobre columnas exentas, y es un elemento que tendrá su proyección en el Renacimiento español.
También la luz en la arquitectura de Brunelleschi es nueva con respecto a lo anterior, pues se trata de una luz racional. En el caso de Santo Spirito contribuye a crear una sensación de unidad espacial, ya que es la luz de la nave central la que ilumina toda la iglesia. La luz en la nueva arquitectura religiosa del Quattrocento ya no será un factor que genere percepciones espaciales ajenas a la realidad terrena del hombre -tal como ocurría con las luces coloreadas de las vidrieras de las catedrales- sino todo lo contrario: la luz ahora permite al ojo del hombre medir el edificio, esa arquitectura hecha a su medida.
En el sentido de cómo el hombre es ahora la medida de todas las cosas podríamos recordar tanto el célebre dibujo de Leonardo da Vinci, en el que el hombre se muestra inscrito en un círculo y un cuadrado, las dos formas más perfectas, como un texto de Pico de la Mirandola, que en su libro "De hominis dignitate" (1486) escribía que "el hombre es el intermediario de todas las criaturas, emparentado con las superiores, rey de las inferiores, por la perspicacia de sus sentidos, por la penetración inquisitiva de su razón, por la luz de su inteligencia..., y cuando Dios creó al hombre le dijo: Te coloqué en el centro del mundo... ni celeste ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo, como modelador y escultor de ti mismo, más a tu gusto y honra, te forjes la forma que prefieras para ti". Esa idea del hombre como centro del universo, que está presente en toda la cultura y el pensamiento renacentistas, tuvo una de sus manifestaciones en la nueva arquitectura religiosa, pues hasta el espacio sagrado, con sus proporciones y su luz racional, se hizo a la medida del hombre.