Comentario
La situación geográfica de Venecia y sus relaciones comerciales con Oriente hicieron de esta ciudad en el siglo XV un caso aparte del resto de Italia en lo que se refiere a muchos de los objetos artísticos y obras de arquitectura producidos en la ciudad.
La caída de Constantinopla en 1453, que supuso el fin del dominio veneciano en el Mediterráneo oriental, así como la ocupación turca de los Balcanes provocó en la segunda mitad del siglo un repliegue de la Señoría de Venecia y forzó a ésta a plantearse una política defensiva. Además de responder al acoso del imperio turco, tuvo que hacer frente también a la liga antiveneciana, que en 1483 formaron el Papado, Nápoles y Milán. A pesar de ello, la imagen de Venecia en este siglo es una imagen de poder, de riqueza y de triunfo, tal como podemos observar en la vista de la ciudad del año 1486 en la que se ve a la ciudad en medio de la laguna, una ciudad de mercaderes que en 1500 tenía ciento veinte mil habitantes. Las flotas comerciales con destino a Alejandría, Beirut o Bizancio eran el canal para un intercambio cultural que hizo que para Occidente pudiera parecer exótico el arte de esta ciudad, tan ligada a Oriente.
Comenzando por su arquitectura, no deja de ser significativo que la primera obra construida en la ciudad según el nuevo sistema renacentista fuera la puerta del Arsenal, que era la base de la grandeza y el poderío naval de Venecia. Su arquitectura clásica, que toma como modelo obras de la Antigüedad, muestra además -como las obras antiguas- una inscripción con la fecha de su construcción: 1460.
La frecuencia con que en Venecia los arquitectos fueron a la vez escultores, siendo además la escultura la base de su formación, ha sido el argumento empleado para explicar el porqué de una arquitectura que incorporó las novedades antes en la decoración que en la estructura de los edificios. Al no existir una formación especializada en tanto que arquitectos, se formaban como escultores. Es el caso de Antonio Rizzo y de Pietro Lombardo.
Ambos artífices realizaron sepulcros en los cuales la arquitectura sirvió de marco a la escultura, como en el caso del monumento funerario del dux Nicolò Tron, acabado por A. Rizzo en 1480. La gran obra de Rizzo como arquitecto fue la reconstrucción del palacio ducal después del incendio de 1483. Además de reformar muchas zonas proyectó la escalera de los Gigantes, que parece traducir en piedra una labor en madera. A pesar de tratarse de un palacio abierto, que no precisaba ser fortificado para defenderse de revueltas en una ciudad caracterizada por la prosperidad, Rizzo utilizó en el zócalo de la fachada al río un almohadillado en forma de puntas de diamante. Ya nos hemos referido anteriormente a este motivo al tratar el palacio, pero en este caso el hecho de que se limite al zócalo hace pensar más en un tipo de referencia simbólica al palacio como fortaleza, puesto que el mismo motivo fue utilizado también en el castillo Sforza de Milán. Las mutuas influencias a veces se justificaron mediante los viajes de los artistas y, en concreto, la relación con Milán pudo venir dada, entre otros factores, por los viajes de Filarete a Venecia, cuya arquitectura a su vez influyó en la obra de este tratadista.