Época: Renacimiento9
Inicio: Año 1550
Fin: Año 1600

Siguientes:
Arquitectura manierista
Escultores del Manierismo
Pintura manierista
Artes suntuarias manieristas

(C) Jesús Hernández Perera



Comentario

Mediado el siglo XVI, los tres focos principales de la actividad artística continuarán siendo Florencia, con la restaurada dinastía medicea como grandes duques de Toscana, Venecia con su nueva riqueza buscada en tierra firme más que en su antiguo imperio marítimo, y Roma; con la importancia que cada una de las familias turnantes en el solio pontificio darán a su calidad de cabeza de la catolicidad, empeñada en rescatar a través de la Contrarreforma el poder que le arrebató la Protesta. También, Génova, Milán y Nápoles tendrán sus voces propias.
En el ámbito florentino la restaurada dinastía pugnará por dotar a la nueva corte de un énfasis de refinamiento y lujo que atraiga con boato y festejos brillo y prestigio del poder. El viejo palacio de Michelozzo en la Vía Larga, ensombrecido por los recuerdos de los días de la dictadura, es sustituido por el Palacio de la Señoría como residencia oficial, en el que tanto Cosme I como Francisco I intentarán remodelarlo y enriquecerlo con toda clase de preseas, desde el gran salón de los Quinientos hasta los Apartamentos y gabinetes reservados. Para dar cabida a la abundante burocracia que la administración cortesana demandaba, se construyen a un costado de aquella los Uffizi. En todo este proceso van a contar con un arquitecto, Vasari, que a la vez se comporta como asesor y director artístico y como alto funcionario. La familia se desplaza hacia el otro lado del Arno con la adquisición del Palacio Pitti, ampliado como mansión residencial, dotada del atractivo de su jardín que trepa por la colina de San Miniato. El jardín vendrá a ser una de las manifestaciones más características de la segunda mitad del Cinquecento y su ornamentación con fuentes, pabellones y ninfeos obligada adición que, aun reservada a unos pocos, da notoriedad a los moradores con la posibilidad de fomentar toda clase de caprichos y fantasías. También el prestigio de los gobernantes lleva a plantar en la ciudad monumentos conmemorativos y fuentes esculturales. Todo ello potenciará la enseñanza de las artes y del diseño, que asimismo se reglamentará con la fundación de la Academia, puesta bajo la tutela de los Médicis. Se afirmará la orfebrería y las gemas como ostentación del poder y la riqueza, que también reflejarán pintores y retratistas en la suntuosidad de los atuendos y las galas.

En la órbita veneciana, la administración también continuará el adorno del Palacio Ducal, ya arquitectónicamente concluido, pero que aún admite el concurso de los pintores como Tiziano, Tintoretto y Veronés en añadirle coloristas testimonios de la grandeza pasada y presente de la Serenísima. Quedan en la ciudad y en las islas lugares aptos para que Palladio levante en ropaje clásico de columnas y cúpulas las iglesias que los monasterios y parroquias demandan. Pero el gran arquitecto tendrá mayores encargos en tierra firme, donde la aristocracia ahora adinerada con las ganancias agrícolas hará dotar a Vicenza de la gran Basílica para ornato de la administración municipal y pabellón para el podestá, así como de palacios urbanos y villas suburbanas que la vida del campo fomenta para solaz de sus propietarios en ninfeos y jardines, sin olvidar un Teatro Olímpico para sede de las representaciones dramáticas que el tiempo reclamaba.

En cuanto a Roma, serán los cardenales más significados, especialmente los Farnesios, los que potenciarán esa vida de boato y esplendor en sus mansiones romanas, en las que acumulan ediciones y miniaturas que incrementan el valor de sus bibliotecas, o conciben con magnificencia sus villas en las colinas cercanas como hará Hipólito de Este en Tívoli, con el jardín poblado de fuentes y nostalgias arqueológicas, o los Farnesios en su villa redonda de Caprarola también arropada por anejos jardines. A algún pontífice se le ocurre alzar pabellón y casino de reposo en mitad de los Jardines Vaticanos, y a otro construir la Biblioteca intrusa en la gran perspectiva del patio del Belvedere, y hasta observatorio astronómico. Pero aquí se toman con mayor celo las actitudes contrarreformistas y los dictados iconográficos y morales del Concilio de Trento, cuyo fruto inmediato será la censura que constriñe a pintores como Veronés o El Greco o mitigará las desnudeces del mismo Juicio Universal de Miguel Angel. También la vigilancia normativa se extenderá a la labor teórica de los artistas y los críticos, por lo que será también la hora de los tratados-arquitectónicos, de los escultóricos y de la orfebrería, y, por demás está decirlo, los relativos a la pintura y a los cultivadores de las artes con la publicación de sus "Vidas". Si unas veces triunfan el capricho y la extravagancia, por otra parte hay una vuelta hacia el clasicismo reglado por Bramante y esa contramaniera también afecta a pintores y estatuarios.

Es el segundo medio siglo del Cinquecento donde priva el influjo dominante de Miguel Angel, es decir, el Manierismo maduro, miguelangelesco o reformado que otros denominan Romanismo, aproximadamente desde 1550 hasta el inicio del siglo XVII.