Época: Renacimiento9
Inicio: Año 1550
Fin: Año 1600

Antecedente:
Arquitectura manierista
Siguientes:
Los trabajos de Scamozzi

(C) Jesús Hernández Perera



Comentario

Tras la impronta marcada por Jacobo Sansovino a lo largo de su estancia veneciana en la Piazzetta y la Piazza de San Marcos, que con pocas concesiones al manierismo inicial mantuvo cierto empaque helénico en sus construcciones (como clasicista se mostró también en su otra faceta de escultor), es lógico que Venecia y el Véneto de terraferma, donde la riqueza agrícola se reafirmó, acogieran con simpatía a un estudioso de los monumentos clásicos y un equilibrado distribuidor de columnas, cúpulas y frontones romanos, Andrea Palladio.
No había nacido en la propia Venecia Andrea di Pietro della Gondola, apellidado generalmente Andrea Palladio, sino en 1508 en la ciudad universitaria de Padua, desde tiempo dominio de la Serenísima. Allí se acercó a Falconetto y compartió su adhesión a los arcos triunfales romanos, pero su encuentro con el humanista Gian Giorgio Trissino fue decisivo. Su apoyo le permitió viajar a Roma y estudiar los monumentos de la antigüedad y también los alzados por Bramante, Rafael y Peruzzi. Sus estudios le proporcionaron diseños que, junto con creaciones propias, se reprodujeron en otro de los tratados teóricos más admirables del siglo XVI, "I quattro libri dell'Architeaura", que imprimió en 1570. Por sus ideas y estética en cierto modo aparece muy próximo a Leon Battista Alberti.

Precisamente el recuerdo de Alberti explica la que es pionera en su considerable actividad arquitectónica en Vicenza, la ciudad al oeste de Padua que se enorgullece de nombrarse a sí misma la ciudad del Palladio, la llamada Basílica, el gran salón medieval gótico cubierto por bóveda esquifada de madera bajo la cual administraba la municipalidad sus asuntos, similar al paduano Palacio della Raggione. Antes se había consultado a Sansovino, Serlio, Sanmicheli y Giulio Romano, que no dictaminaron favorablemente un revestimiento de galerías columnadas en su exterior. Palladio se apoyó en el modo cómo resolvió Alberti la conversión de una iglesia gótica con techumbre maderada en el Templo panteón de Segismundo Malatesta en Rímini, y dispuso en torno a las cuatro fachadas del rectángulo una armoniosa envoltura de pórticos en dos plantas, comenzada en 1546 y no conclusa hasta 1614. Las arcadas se voltean entre dinteles en la disposición de los arcos serlianos ya utilizados por Sansovino en la Biblioteca de San Marcos, y el éxito de su fórmula, más abierta en el piso alto que en el bajo para descargar la gravedad, determinó que también sea reconocido como motivo palladiano. La cabalgada de los arcos, con el claroscuro de los vanos entre columnas toscanas y jónicas, órdenes que también aplica a los soportes gigantes que integran la malla rítmica cuadrada y prolongan hacia el cielo las estatuas acróteras, produce la sensación métrica y musical de un gran poema coral.

El éxito del artista en la Basílica contagió a las familias adineradas de Vicenza, que solicitaron a Palladio la construcción de sus palacios y mansiones campestres. El resultado convirtió a la ciudad en un glorioso museo de edificios palladianos, especialmente su vía central que ha terminado por llamarse el corso Palladio, y de villas admirables en la campiña vicentina y ciudades cercanas.

Es fábrica sobresaliente una de sus primeras mansiones, el Palacio Chiericati (1551-1553), que, sobre un ancho pórtico adintelado de columnas toscanas ofrece la novedad de sus tribunas en los extremos, y la alternancia de acróteras geométricas y esculturales. Pilastras gigantes, como las empleadas por Miguel Angel en el Vaticano, utiliza en el Palacio Valmarana, así como serán columnas gigantes en la cúbica Loggia del Capitanio (1571), de concesiones plásticas al gusto de Sansovino en la Librería, o en el Palacio Porto, cuyo diseño quedaría sin completar.

También le debe Vicenza el proyecto del Teatro Olímpico ideado, sobre sus análisis de la obra de Vitruvio, en 1580, el mismo año de su muerte, y llevado a cabo en la totalidad de sus diseños por su discípulo Scamozzi. Resucita aquí Palladio el esplendor y monumentalidad de los mejores teatros del mundo grecorromano, tanto en la cavea coronada por una suntuosa tribuna con columnas y estatuas, como significativamente en el lujoso escenario, grandioso arco triunfal poblado de estatuas por cuyos tres vanos es visible la perspectiva de cinco calles igualmente flanqueadas de nobles mansiones. Es la reposición por el Manierismo avanzado de uno de los grandes logros culturales del mundo antiguo.

Además del ingente patrimonio urbano, la extraordinaria serie de villas debidas a Palladio en las inmediaciones de Vicenza como en localidades cercanas (Mira, Maser, Montagnana, Lonedo), aún prestigia más su rica imaginación creadora, apoyada en una sabia e ingeniosa interpretación del mundo clásico, pero no ajeno a las aportaciones de la sensibilidad manierista. Su varia y atinada respuesta a la vida campestre que demandaba la renacida economía rural, hace que hasta ahora se sigan los criterios palladianos en este tipo de construcciones.

La más admirada de todas es la Villa Capra conocida por La Rotonda (1567-1569), en la vecindad de Vicenza, habilísima adaptación de cuatro próstilos de templos romanos con escalinatas a un salón central redondo cubierto por cúpula como un recoleto Panteón de Agripa. Frontones y estatuas como acróteras contribuyen con las pinturas del interior a integrar los patrones clásicos con la moderna sensibilidad en una santificación pagana de la vida en el campo. La imita, con sólo un pórtico de orden jónico, la Villa Foscari o de la Malcontenta (1560), en Mira. De fachada más extensa, abrazando el jardín, la Villa Barbaro, en Maser (1559-1561), con pórticos de arcos reiterados, tímpanos triangulares y relojes de sol, representa también, junto con la decoración pintada en su interior por Pablo Veronés, una sugerente recreación virgiliana.

También la ciudad de Venecia debe a Palladio algunos de sus templos, que lograron insertarse admirablemente en el paisaje y en las islas de la ciudad de los canales. En ellas predomina el empaque clásico, unido a ciertas aperturas manieristas, como en la monumental iglesia de San Jorge el Mayor (iniciada en 1565 junto al monasterio de la isla de su nombre, ahora sede de la Fundación Cini), donde también añadió un claustro. Sus tres naves y crucero con cúpula, más baja que el eminente campanile, forman desde entonces parte inevitablemente hermosa del horizonte veneciano. También es admirable la del Redentor, en la isla de la Giudecca (1577), de limpio diseño de fachada en que se suceden hasta tres tímpanos clásicos alzados sobre columnas de orden gigante, y también por su luminoso interior de una nave con capillas homacinas y crucero con cúpula flanqueada por, campanarios cilíndricos.