Época: Cd8-1
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
Introducción al Renacimiento Europeo

(C) Diego Suárez Quevedo



Comentario

Aparte de condiciones socio-políticas y económicas favorables, gestadas durante la Baja Edad Media, de un sustrato clasicista siempre latente y de la presencia, digamos mediata y constante, de ruinas y monumentos de su pasado clásico, aspectos todos a tener en cuenta para la génesis -y temprana eclosión- del Renacimiento italiano, éste se desarrolla, sobre todo, a través de las vías de conocimiento suministradas por el Humanismo neoplatónico que, además de hacer al hombre centro y medida del universo, propugna como base la concordatio entre culturas pagana y cristiana.
La escisión protestante iniciada en 1517, el Saco de Roma, 1527, por las tropas imperiales y la Contrarreforma, fundamentalmente a partir del Concilio de Trento, inaugurado en 1545, son hitos esenciales de la crisis de esta idea de concordatio, íntimamente ligada a la del Renacimiento Clásico y a la formulación del Manierismo.

Este Humanismo neoplatónico no se desarrolló en el resto de Europa, donde no hallamos esa conjunción entre religión cristiana y filosofía neoplatónica. Es aquí el erasmismo lo verdaderamente importante como sustrato cultural e ideológico; se trata de un movimiento humanístico que propugna una renovación de la religión tradicional y cuyo desarrollo ideológico derivará hacia la Reforma luterana.

El Humanismo erasmista supone una renovación radical de la idea de religión, mediante la crítica a los excesos formalistas en las ceremonias y ritos, y, sobre todo, valorando positivamente la reflexión religiosa íntima del individuo; ello va a ser decisivo en la formulación de un nuevo concepto de imagen religiosa. Al mismo tiempo, potencia determinadas actitudes prácticas como auténticas y positivas, en oposición a un falso teoricismo libresco. En este sentido, la afirmación de Luis Vives, uno de los más conspicuos erasmistas, en su "De tradendis discipliniis" resulta contundente; recomienda a los filósofos que no desprecien el valor de la técnica y de las máquinas y que el conocimiento directo de estos aspectos no debe sonrojar al filósofo ni al científico.