Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1527
Fin: Año 1563

Antecedente:
Entre la tradición y la modernidad
Siguientes:
Arquitectura conventual

(C) Miguel Angel Castillo



Comentario

Desde los primeros años de la Conquista, el proceso de cristianización de las culturas precolombinas -pieza clave del control ideológico establecido por la corona española en América- fue acompañado de un desarrollo artístico de características singulares, en relación directa con las alternativas procedentes de la Península. Una vez aseguradas las más inmediatas necesidades defensivas y de control del territorio, las autoridades civiles y religiosas del Nuevo Mundo emprendieron de manera sistemática la urgente tarea de levantar nuevos asentamientos urbanos y de dotarles de los equipamientos y edificios necesarios para reproducir en los territorios conquistados un modelo de sociedad y, en definitiva, un modelo de cultura, que no era otra que la de los conquistadores europeos. Para ello fue necesario neutralizar progresivamente los valores y creencias de las numerosas culturas autóctonas, mediante un acelerado proceso de conversiones masivas a la nueva Fe, que no dudó incluso en borrar cualquier dependencia emocional con la situación anterior, llegando a modificar sustancialmente las ciudades precolombinas y a destruir parte de ese rico patrimonio artístico, sobre todo en aquellos casos que, como la ciudad de Tenochtitlán, adquirirían, por su esforzada resistencia a la conquista, unas connotaciones políticas e ideológicas difícilmente admisibles por los conquistadores.
En este nuevo contexto, hemos de constatar que la imagen religiosa no sólo adoptó en América un papel similar al asumido en España, sino que debido a las propias características del proceso de confrontación de ambas culturas, hubo de reforzarse con otros mecanismos -algunos de ellos extra-artísticos en relación con el mantenimiento encubierto de algunos mitos de las culturas prehispánicas- que se fueron enriqueciendo simultáneamente con las aportaciones indígenas, sobre todo desde el punto de vista iconográfico y ritual. Si en un primer momento la producción española, comercializada a través de la Casa de Contratación de Sevilla, fue la encargada de cubrir la demanda de obras devocionales y objetos de culto, la llegada a América de artífices españoles y la consiguiente capacitación de la mano de obra indígena hicieron posible, sin interrumpir por ello el comercio atlántico, asumir esta tarea desde los centros originarios del Nuevo Mundo.

Sin embargo, donde la aportación española resultó mucho más rica y variada fue en el campo de la arquitectura, donde se produjeron un sinnúmero de novedades tipológicas y donde se aprecia mejor el sincretismo que se estableció entre las propuestas llegadas de la Península y las culturas artísticas locales. Debido a su función básicamente religiosa, las primeras edificaciones americanas, como la catedral de Santo Domingo, fueron construidas conforme a un amplio repertorio de soluciones tradicionales. El sistema constructivo gótico, que en España había asumido el papel de estilo oficial de la iglesia, fue adaptándose a las necesidades funcionales derivadas de la ocupación de los territorios conquistados, llegando incluso a modificar algunos modelos estandarizados ensayados con gran éxito en la Península Desde este punto de vista, el Hospital de San Nicolás en Santo Domingo es una consecuencia del tipo de hospital real ensayado en el reinado de los Reyes Católicos en Santiago, Toledo y Granada. Lo mismo podemos decir de la rica tradición mudéjar a la que, incorporando motivos decorativos de carácter indígena, se acudió reiteradamente en todos aquellos casos en que la urgencia y economía de los proyectos la requirieron como en determinados edificios de México o Nueva España, o en aquellos otros que resultaba imprescindible por las características sismológicas del terreno, como en muchas construcciones del Virreinato del Perú.

La variedad de sistemas y repertorios que se trasladaron a los territorios americanos desde España, se aplicaron, en la mayoría de los casos, junto a variaciones derivadas del arte local con unos criterios de carácter aselectivo. De la combinación indiscriminada y exuberante de los mismos surgirán una serie de obras, donde se aprecia un resultado híbrido, pero muy novedoso, fruto de este mestizaje artístico. El problema planteado por la utilización de la mano de obra indígena, y en no menor medida por la procedente de España formada en ambientes artesanos de baja cualificación, determinaron un fenómeno de mestizaje, que en numerosas obras del Renacimiento Hispanoamericano, como las fachadas de los conventos mexicanos de San Agustín de Acolman y Yuririapúndaro, suponen una variante, también muy ornamental, del fenómeno de imprecisión estilística ya descrito para la Península. No obstante, la llegada de maestros más cualificados y la publicación en América de algunos tratados de arquitectura como los "Libros Tercero y Quarto" de Serlio, fueron decantando estas propuestas hacia soluciones más sobrias y monumentales como las utilizadas en la fachada de la catedral de Santo Domingo, aunque sin llegar a desplazar esa tendencia señalada del mestizaje artístico.