Comentario
El prestigio adquirido por la cultura y el arte italianos hizo posible que, durante el reinado del emperador Carlos V, los ambientes artísticos de la Península se fueran decantando hacia soluciones más severas, en sintonía con las alternativas procedentes del exterior. El éxito alcanzado por "El Cortesano" de Baltasar de Castiglione, escrito en su estancia como embajador en la corte de España, o del humanista portugués Francisco de Holanda con su "Tractado de pintura antigua", constituyen una prueba irrefutable de este fenómeno que se ve acompañado, con la aparición de las "Medidas del romano" de Diego de Sagredo en 1526, de un gran interés por los aspectos teóricos del nuevo lenguaje. Por otra parte, los sectores más renovadores de las grandes ciudades, en un intento de emulación de los planteamientos artísticos adoptados por la corona en las obras de la monarquía y en los programas imperiales, promovieron un gran desarrollo de las ciudades contribuyendo a la definición de nuevas tipologías civiles y a la articulación de ciclos representativos, que denotan un contacto cada vez mayor con los problemas suscitados por el humanismo internacional, llegando a transformar la imagen tradicional de la mayoría de nuestros pueblos y ciudades.
El Manierismo, entendido como un deseo consciente y deliberado de contestación de la ortodoxia clásica, se vinculó rápidamente a las necesidades ideológicas de la cultura religiosa y arraigó sin especiales problemas en el gusto de amplios sectores de la sociedad española que, por aquellos años, comenzaba a manifestar los primeros síntomas de la crisis ideológica y religiosa en que se vio sumida en el período dinástico de la Casa de Austria.