Comentario
Fray Lorenzo de San Nicolás (1595-1679), lego agustino en 1612 y sacerdote en 1631, se formó con su padre, quien también fue hermano lego de dicha orden, en la que ingresó tras sufrir diversas calamidades. Con él realizó algunas iglesias para los agustinos en la provincia de Toledo, pero en general la mayoría de sus edificios se han perdido o no se conocen con seguridad.Entre lo conservado destaca el templo de agustinas descalzas de Colmenar de Oreja, en el que sigue el esquema de la Encarnación. También trabajó en la iglesia del monasterio de benedictinas de San Plácido de Madrid, al menos entre 1655 y 1658. Las obras se iniciaron en 1641 y terminaron veinte años después, siendo su principal constructor Juan de Corpa, discípulo de Fray Lorenzo. La planta es de cruz latina, con una sola nave, muy corta, y ancho crucero con machones achaflanadas, sobre los que se eleva una gran cúpula encañonada, diseñada por el agustino, que define bajo ella un amplio espacio que centraliza el trazado longitudinal del templo. El sobrio alzado se ve enriquecido por un conjunto de espléndidas obras destinadas a crear el efecto persuasivo y emocional deseado por la Iglesia Católica. Entre ellas destacan las esculturas de santos de la orden, realizadas por Manuel Pereira para las hornacinas de los machones, y las pinturas de Claudio Coello, especialmente el gran lienzo de la Anunciación, firmado en 1668, que forma parte del magnífico retablo de la capilla mayor, trazado por Pedro de la Torre.También proyectó la madrileña iglesia de la Concepción Real de Calatrava -las Calatravas-, construida bajo su dirección en los años setenta, en la que consigue una perfecta síntesis de espacios longitudinal y central. La decoración interior, en la que se emplean modillones pareados, cartelas, festones, motivos vegetales, etc., responde ya al lenguaje plenamente barroco que predominó en las últimas décadas del siglo, etapa en la que se consolidó el nuevo estilo. A ello contribuyó en gran medida la personalidad del agustino, no sólo por el prestigio que le proporcionaron sus trabajos y la influencia que a través de ellos ejerció entre los arquitectos de la época, sino también por su actividad como tratadista.En 1633 se publicó su tratado "Arte y uso de arquitectura", que tuvo una segunda parte en 1664. En el texto Fray Lorenzo demuestra sus conocimientos de geometría y aritmética, primando en él el carácter pedagógico y el deseo de proporcionar unas normas claras y asequibles para la práctica arquitectónica. Sus recomendaciones sobre el empleo de los órdenes, las estructuras de las fachadas, el sistema de construcción de la cúpula encañonada, cimientos, materiales, etc.., forman parte esencial del libro, que, sin embargo, no carece de contenidos teóricos, pues el agustino, buen conocedor de la tratadística clásica, reflexiona y argumenta diversos planteamientos partiendo de su admiración por Vitrubio, Serlio, Vignola y Palladio, entre otros.En general los tratados del Renacimiento ejercieron un importante influjo tanto en la arquitectura española del XVII como en los textos que se escribieron en nuestro país en dicho período. El primero en aparecer fue el ya comentado de Fray Lorenzo, sin duda el de mayor éxito y difusión en su época. Sin embargo, según Tovar Martín, antes de su publicación existía cierta inquietud teórica que quedó reflejada en una serie de textos anónimos que nunca fueron impresos. Vinculados al legado humanista, en ellos se trataba de definir las normas y el concepto de la actividad arquitectónica, mostrando un especial interés por los detalles de tipo práctico.Ya en la segunda mitad de la centuria destaca el manuscrito de Fray Juan Rizi "Tratado de la Pintura Sabia", fechado en 1663, que permaneció inédito hasta 1930. Está integrado por un conjunto de lecciones, dedicadas a la marquesa de Béjar y relacionadas con la pintura, principal ocupación artística de este fraile benedictino. Sin embargo entre ellas aparecen el "Epítome de Geometría y el Tratado breve de Perspectiva y Arquitectura", que hacen referencia a la actividad constructiva. Su aportación más original radica en la consideración exclusivamente ornamental de los órdenes, incluyendo un interesante estudio sobre el orden salomónico que ejercerá amplia influencia en la arquitectura posterior.Si el texto de Rizi apunta ya un camino de libertad y rompimiento con la normativa clásica, éste se consolida en la "Architectura civil recta y oblicua" de Juan Caramuel, escrita hacia 1678 y publicada en 1713, en el que se propone la disolución del canon y la variación atrevida del diseño, entendiendo de un modo nuevo el hecho arquitectónico.Los libros mencionados son los más relevantes de la tratadística española del XVII. Hubo otros, como los de Juan de Torija, López de Arenas, Simón García y Andrade, en los que predominó el carácter práctico, pero no son comentados por la necesaria brevedad de estas líneas y su menor interés. En general, y en resumen, se puede considerar que este tipo de obras tuvo en nuestro país como misión prioritaria proporcionar conocimientos a los artistas, defendiendo también en muchos casos la consideración de la arquitectura como un arte liberal, y del arquitecto como un intelectual. Así mismo, sin renunciar a la herencia tratadística anterior, fueron paulatinamente incorporando los nuevos planteamientos de la práctica y de la teoría barroca, contribuyendo de forma importante a consolidar el lenguaje del nuevo estilo.