Época: Ilustr2
Inicio: Año 1750
Fin: Año 1800

Antecedente:
Tradición y nuevos planteamientos
Siguientes:
El jardín pintoresco

(C) Delfín Rodríguez Ruiz



Comentario

Muchos historiadores han creído ver en el palladianismo inglés y, en general, en las diferentes versiones de la lección arquitectónica de Palladio realizadas durante el siglo XVIII, un posible origen de la arquitectura neoclásica posterior. Sin embargo, el fenómeno dista mucho de poder ser reducido a unos términos tan simplistas. Entre el palladianismo de Lord Burlington o el de F. Milizia, entre G. Leoni o W. Kent, hay más puntos de oposición que de convergencia. En todo caso, en lo que sí parecen coincidir todos es en apreciar la historicidad de la arquitectura de Palladio, entendida como una de las más seductoras lecturas de la Antigüedad y de Vitruvio. Entendida también en su carácter cívico, en su capacidad de hacer efectiva la usanza nuova del lenguaje y de las tipologías antiguas, acomodándolas a nuevos usos y necesidades históricas. No es su supuesto atenerse a una idea de los clásicos lo que importa a los arquitectos y teóricos palladianos del siglo XVIII, sino su peculiar versión del clasicismo entendida históricamente, es decir, también con sus componentes anticlásicos. Lo que el neoclasicismo redujo a una imitación de manual, a una apropiación histórica de soluciones avaladas por el peso de la autoridad de un modelo, era contemplado, durante el siglo XVIII, desde muy diferentes supuestos. Recuérdese, por ejemplo, que en un palacio rococó como el de Wüzburg (1743), B. Neumann construyó un salón, decorado por Tiépolo en 1752, en el que es reconocible la reconstrucción de una tipología antigua, descrita por Vitruvio, como la sala corintia, ateniéndose a la restitución realizada por Palladio en su "I Quattro Libri" (1570).El palladianismo del siglo XVIII, por tanto, plantea una complejidad histórica y teórica que lo aproxima a la discusión genérica del siglo sobre la relación entre Razón, Clasicismo e Historia, sin que por ello haya que considerar el palladianismo como una especie de interpretación privilegiada del clasicismo. Durante esta época podríamos encontrar la permanencia de una tradición palladiana en Venecia, de la iglesia de Santi Simeone y Giuda, construida en 1718-38 por G. Scalfarotto (1690-1764), a la iglesia de la Magdalena (1748), construida por T. Temanza, de las lecturas críticas y teóricas sobre Palladio, realizadas por F. Muttoni, a las de A. Visentini, F. Maria Preti o O. Bertotti Scamozzi. Pero también en Alemania, del mencionado palacio de Wüzburg, de B. Neumann, al Museo Friedericianum (1769), de S. L. du Ry, en Kassel, o en los países escandinavos, en los que un arquitecto tan importante como N. Tessin el Joven (1654-1728) llegaría a proyectar un Templo de Apolo (1714), dedicado a Luis XIV, en Versalles, inspirado en la Rotonda de Palladio.De Rusia a los Estados Unidos de América, de Irlanda a Francia, el palladianismo recibió casi infinitas lecturas y apropiaciones arquitectónicas y teóricas. Pero es posible que la experiencia inglesa sea una dé las más significativas. Es más, puede decirse que es a través del filtro inglés como se difunde el palladianismo por Europa y Estados Unidos durante el siglo XVIII.De Palladio, de su arquitectura y de su tratado, en el que además de los órdenes y de los edificios de la Antigüedad representaba, rectificados, sus propios proyectos y edificios construidos, se podían utilizar e instrumentalizar problemas de orden tipológico y compositivo, soluciones del lenguaje arquitectónico o motivos de superficie para ordenar fachadas o interiores. La claridad compositiva y las diferentes versiones de una articulación clásica y emblemática como es la de la relación entre columna, arquitrabe y frontón, combinada en casi infinitas formas, serán objeto predilecto de atención por parte de los arquitectos en su obsesivo referirse a Palladio. Pero, a la vez, también hay un consumo académico de su arquitectura a través, básicamente, de las ilustraciones de su tratado, que servían a los discípulos de arquitectura para diseñar con elegancia los órdenes de arquitectura o los ejemplos de la Antigüedad tal como los había reconstruido idealmente Palladio. Y esa es otra forma de acceso a la Antigüedad enormemente significativa. Es decir, el coloquio con la arquitectura y con el arte griego y romano no se realiza en el siglo XVIII exclusivamente por medio del estudio directo de las ruinas o de los descubrimientos arqueológicos divulgados por toda una tratadística específica, sino que también es frecuente que se realice a través de la interpretación ideal, clásica y normativa que los artistas del Renacimiento y del Barroco habían planteado. Se trata de una visión historicista del pasado a la que ya se ha hecho referencia y que, sin duda, constituye uno de los caracteres distintivos del período.No es desconocido, por otra parte, que las Academias de Bellas Artes, que proliferan por Europa en esta época, tendían a privilegiar esa tradición, atendiendo también a las propias tradiciones nacionales que vendrían a completar y enriquecer el legado del mundo clásico. Basta recordar los nombres de Rafael, Miguel Angel, Carracci, Poussin o Palladio. Lo confirmó Diderot, con un sentido más crítico, cuando escribió que los antiguos tenían una ventaja sobre su época y era que los "Antiguos no tenían antiguo", resumiendo paradójicamente los problemas de la multiplicidad de miradas que podían lanzarse al pasado. En este sentido, el palladianismo inglés de comienzos del siglo XVIII tampoco era un salto en el vacío para elegir un modelo ahistórico cargado del prestigio de su perfección ideal o de inmediata aplicabilidad. En efecto, en el siglo XVII un arquitecto como Iñigo Jones revolucionó la arquitectura inglesa con su palladianismo militante, haciendo incluso una lectura rigorista de Palladio, corrigiéndolo con Vitruvio y Bramante, con el ánimo de aproximarse lo más fielmente posible al espíritu de la Antigüedad.Esa tradición inaugurada por Jones tendría continuación en su discípulo J. Webb o en teóricos como H. Wotton. Incluso la, presencia de las ideas y de la arquitectura de Palladio puede encontrarse en algunos de los más importantes arquitectos barrocos ingleses, de C. Wren a J. Vanbrugh, N. Hawksmoor o J. Gibbs, que desarrollaron una notable actividad en la reconstrucción de Londres. Pero fue contra esa arquitectura en la que confluían modelos del barroco romano y francés, elementos góticos y soluciones clasicistas, contra la que se alzaron los palladianos ingleses, recuperando, a la vez, una tradición consolidada. Una confrontación que también ha querido ser leída como un correlato de la confrontación política entre el partido whig y el tory, aunque esta última interpretación resulta muy difícil de confirmar.En cualquier caso, el comienzo del palladianismo inglés está vinculado a la publicación de dos tratados y al mecenazgo de un personaje tan entusiasta de Palladio como Richard Boyle, tercer conde de Burlington. El primero de los tratados es el "Vitruvius Britannicus" de Colen Campbell, publicado en Londres entre 1715 y 1717. El segundo es la magnífica y lujosa edición de "I Quattro Libri" de Palladio, realizada por Giacomo Leoni entre 1716 y 1721. Con ambas publicaciones, estos dos arquitectos pretendían inaugurar una nueva era en la arquitectura inglesa y a la vez buscaban encontrar un mecenas para sus proyectos, lo que es especialmente evidente en la edición de Palladio preparada por Leoni. Es más, la alegoría que aparece en el frontispicio, dibujada por Sebastiano Ricci, es toda una declaración de intenciones ya que representa a Inglaterra que, bajo el patrocinio regio ilumina el busto de Palladio que, de esta forma, brilla de nuevo. A pesar del éxito editorial de la edición, Leoni no alcanzó sus propósitos, consiguiendo, sin embargo, la oposición de Lord Burlington, que vio en sus rectificaciones y correcciones a las láminas originales del tratado de Palladio una irreverencia intolerable. De hecho, y después de haber consolidado el palladianismo de su círculo, Lord Burlington encargó a un arquitecto de su confianza, I. Ware, una nueva edición, publicada en 1735, del tratado de Palladio que sirviera como desagravio.Muy diferente era la obra de C. Campbell, que reunía una antología de los mejores edificios ingleses de I. Jones a J. Vanbrugh y N. Hawksmoor, pasando por sus propios proyectos. La edición fue notablemente bien acogida, especialmente por Lord Burlington, que llegó a encargarle algunas obras. El noble mecenas había tenido oportunidad de conocer la arquitectura de Palladio durante su Grand Tour por Italia, en 1714-1715, y acabaría convirtiéndose en un erudito en la obra del arquitecto italiano, reuniendo incluso dibujos originales. Pero lo más importante es que también encontró a un pintor y arquitecto, William Kent (1684-1748), capaz de poner en práctica sus ideas sobre la arquitectura en Inglaterra. Esa asociación sería fundamental para el arte y la arquitectura británicos del siglo XVIII. Entre las obras que realizaron, haciendo Lord Burlington también de arquitecto, destacan la Villa Chiswick (1725), a medio camino entre la Rotonda de Palladio y la villa Rocca Pisani (Lonigo), de V. Scamozzi; la Casa Holkham, en Norfolk (comenzada en 1734) y las Assembly Rooms de York (1730). Una especial mención requiere la sala de Holkham, en la que Kent dispuso una planta cuadrada con un ábside, todo ello subrayado por una gran columnata, que tenía un precedente directo en la sala de las Assembly Rooms de York. En esta última, Burlington sigue fielmente la reconstrucción que hiciera Palladio en su tratado de la sala egipcia descrita por Vitruvio, señalando además que era utilizada como lugar adecuado para las fiestas. Sin embargo, Kent utilizó para la sala de Holkham la reconstrucción de Palladio de la basílica romana, según la descripción de Vitruvio. Se trata de estructuras y tipologías clásicas derivadas directamente de la Antigüedad, pero interpretadas por Palladio. De esta manera se completaba la aspiración de imitar a los antiguos a través de uno de sus mejores intérpretes, por medio de un arquitecto que se suponía que había desvelado el secreto de la grandeza de la arquitectura clásica.Otras muchas obras e ideas surgieron de la actividad de Burlington y Kent, referidas tanto a problemas compositivos como decorativos, que acabarían marcando muy significativamente toda la arquitectura inglesa posterior.