Comentario
Los inicios del siglo IV en Macedonia se definen como un período confuso, por los conflictos internos, traducidos en luchas de pretendientes a la realeza, y por los enfrentamientos con pueblos vecinos, todo ello indicativo de cómo, a pesar de las transformaciones señaladas, están vivos los rasgos de la primitiva monarquía, producto de rivalidades personales y de luchas étnicas. Alejandro II, que reinó un solo año, fue un ejemplo extremo de esa inestabilidad. Sin embargo, en ese año había intentado ampliar los círculos de actuación interviniendo en los asuntos de Tesalia. Lo asesinó Ptolomeo de Aloro, cuñado suyo, que luego gobernó como regente entre 368 y 365, hasta la toma de posesión de Perdicas III, hermano de Alejandro.
Durante este período, las luchas dinásticas se complican con las intervenciones atenienses, en vías de consolidar la segunda confederación, especialmente interesada en recuperar Anfípolis. Las acciones de Timoteo se concentraron en la Calcídica y en 364 tomó la ciudad de Metona, en el interior del golfo Termaico. Para Atenas, la posibilidad de supervivencia económica, dentro de un movimiento expansivo que requería el mantenimiento de un ejército mercenario como el de Timoteo, que ya se revelaba costoso y problemático, pasaba por el control de las minas de Pangeo, habida cuenta de la baja explotación por la que pasaban en cambio las minas de Laurio, por razones derivadas de la estructura económica interna, que no estimulaba las inversiones privadas.
Perdicas III tuvo que abandonar sus acciones frente a los griegos porque llamaron su atención los conflictos procedentes del Ilírico, donde el rey Barcilis encabezaba un movimiento expansivo que afectaba a los territorios controlados por Macedonia en el noroeste. Allí encontró la muerte y, desde 359, desempeñó las labores de gobierno su hermano Filipo, al parecer como regente en sustitución de Amintas, hijo de Perdicas, hasta el ano 355, aunque sobre este extremo las opiniones son divergentes. Desde el principio, su reino estuvo caracterizado por la realización de abundantes acciones militares, que afectaban a todos los campos específicos de la naturaleza de la monarquía macedónica. Tuvo que luchar contra los pretendientes de la familia, donde numerosos parientes de Perdicas se creían con derechos, en una situación institucionalmente incierta agravada por la existencia de un hijo menor apartado por un regente de veintidós años.
En el exterior, fue prioritaria la guerra contra Iliria, donde la victoria significó recuperar el territorio de la Lincéstide, pero también controlar a los peonios y molosos, así como a algunos otros de los pueblos limítrofes, igualmente sometidos a presiones y a necesidades expansivas. De mayor trascendencia fueron sus acciones dirigidas hacia la región oriental, contra los bacios, con el mismo objeto, que no sólo lo hizo entrar en contacto con las ciudades griegas y los problemas de la Liga Calcídica, circunstancia de gran trascendencia posterior, sino que lo llevó a garantizar el control de las minas del monte Pangeo.
La importancia de este hecho no se traduce sólo en la competencia con Atenas por el control del mineral y, por lo tanto, de los medios de cambio representados de modo privilegiado por la moneda de plata, sino también en el mundo de las organizaciones militares, cuyas transformaciones en este período acompañan como elemento estructural al proceso evolutivo que lleva a las nuevas formas de organización social y política. En efecto, la riqueza minera transformada en moneda circulante le permite a Filipo reforzar un ejército de mercenarios, integrado así en una nueva estructura donde el jefe carismático se identifica precisamente con el rey. Antes de la conquista macedónica de las ciudades griegas, ya se produjo un fenómeno significativo de la confluencia entre la evolución de la realeza expansiva y la de las estructuras de la ciudad-estado.
Por otro lado, tras las crisis recientes, Filipo, en su proceso de conquista, fragua una nueva estabilidad en la vida militar que le permite asentar las medidas tomadas por reyes anteriores, de Arquelao a Alejandro II, consistentes en el fortalecimiento del sistema del control del territorio y el establecimiento de colonias lo que, paralelamente, permitía la configuración de un ejército de tierra formado por los pezetairoi, los hetairoi de a pie, traducción del ejército hoplítico a las circunstancias propias de un régimen de lealtades regias de Macedonia, pero síntoma también del desarrollo de una clase de pequeños campesinos asentados en los territorios controlados. Era otro aspecto de la tendencia a sintetizar en la realeza las estructuras de la polis. Finalmente, Filipo había pasado parte de sus años de juventud como rehén en Tebas, como consecuencia de la intervención macedónica en los asuntos tesalios, en época de Epaminondas. Éste lo instruyó en las artes de la guerra, sobre todo en la táctica oblicua, que se convirtió en elemento clave de la victoria dentro de las nuevas estructuras. Lo propiamente militar se suma, como un nuevo factor, a los aspectos económicos y sociales en que se estructura la nueva etapa del expansionismo macedónico.