Época: Cd1020
Inicio: Año 1789
Fin: Año 1848

Antecedente:
En torno a los rigores del bello ideal plástico

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

La moda desatada por la estatuaria de Flaxman, Canova y Thorvaldsen alcanza a artistas plásticos de todos los países, pues, como la pintura davidiana, manifestó su influjo más amplio a través de las academias. En Italia trabajaron numerosos artistas canovianos y thorvaldsescos, como Pompeo Marchesi (1789-1858) y Pietro Tenerani (1787-1869). Precisamente el escultor italiano más resoluto es el más independiente de la corriente canoviana, Lorenzo Bartolini (1777-1850), iniciador de lo que se ha llamado la escuela toscana ochocentista. Formado en el clasicismo severo francés, Bartolini hizo luego una interpretación más piadosa y verista de los ideales formales del fin de siglo, para recuperar incluso el lenguaje formal de la escultura del primer renacimiento toscano. Su obra más importante, el monumento funerario de la condesa Zamoyski, que levantó entre 1837 y 1844 en la iglesia de Santa Croce (Florencia), es estrictamente neorrenacentista. El historicismo piadoso de Bartolini enlaza con los criterios artísticos que se hacen extensivos en la Restauración, época en la que los diversos derivados del nazarenismo cobraron un prestigio inimaginable.En España no faltó la escultura de gusto severo. Sus artífices fueron, sobre todo, J. Alvarez Cubero (1768-1827), Damián Campeny (1771-1855) y Antonio Solá (1787-1861). Todos ellos calaron de un modo u otro en la poética de la intemporalidad, la sublimidad moral y el lenguaje intelectual de la tersura canoviana. El acallamiento de las cualidades sensibles de la materia, esto es, la abstracción de cualquier proximidad corporal o sensible, les sirvió para presentar aconteceres de nobleza y elevación con un efecto de inadecuación empírica. Una de las realizaciones más felices es la Lucrecia dormida (1804) de Campeny, obra lánguida y huidiza, con un deje de erotismo decente muy francófilo. La penetración del historicismo y las inflexiones veristas se hacen notar con los escultores de la segunda generación, como Francisco Pérez Valle (1804-1884), José Piquer (1806-1896) y José Grajera (1818-1896).En otros países el clasicismo canoviano permaneció aún más tiempo como estilo obligado, como es el caso de la escultura en los Estados Unidos. En cambio, una figura relativamente marginal como William Rush (1756-1833), que era tallista, dejó una obra francamente sugestiva, de carácter realista. Llegó a retratar a Benjamin Franklin y fue el primer director de la Academia de Philadelphia; el grueso de su obra, con todo, fueron mascarones de barcos. En Rush hay una ingenuidad que estimula después de un repaso de la producción europea. Es cualidad del arte norteamericano el haber proporcionado artistas que, aun sin obras de gran calidad, resultan sumamente refrescantes para quien se ocupa de las obras menores, en su mayoría mero producto de la rutina académica, e incluso para cuando abruman otros resultados que no son menores.