Época: XX16
Inicio: Año 1970
Fin: Año 1985


(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

Los años 70 y 80 han deparado a la arquitectura contemporánea y al Movimiento Moderno un sinnúmero de propuestas y de revisiones. Incluso lo que se creía definitivamente olvidado, aparece recuperado con una evidente carga polémica y con la intención de no renunciar a nada de lo que la historia de la arquitectura puede ofrecer. Así, no es extraño ver edificios construidos o proyectados que copian modelos de tratados o soluciones concretas de edificios históricos, aunque sea cambiándolos de escala. Tampoco es infrecuente presenciar cómo algunos arquitectos vuelven a meditar sobre temas antiguos, en la mejor tradición del Clasicismo, desde las villas descritas por Plinio el Joven a nuevas reconstrucciones del Templo de Salomón, arquitectura perfecta, tal como es descrito en la Biblia, en la visión de Ezequiel. Y es que, como ha afirmado recientemente Quinlan Teny, "es un reto enfrentarse a cada problema nuevo partiendo de principios antiguos".Poner orden crítico e historiográfico en la multitud de fragmentos arquitectónicos existentes supondría establecer tantas etiquetas como productos son posibles encontrar en un supermercado. De momento lo ha realizado Ch. Jencks, crítico abanderado de la Postmodernidad.Si hubiera que remontarse a los orígenes de lo reciente habría que fijar la atención en dos obras fundamentales que aparecieron en la segunda mitad de los años 60, dando un vuelco disciplinar cuyas consecuencias aún se dejan sentir. Me refiero a "La arquitectura de la ciudad", de Aldo Rossi, y a "Complejidad y contradicción en la arquitectura", de Robert Venturi, ambas publicadas en 1966. Esta última ha sido comparada por V. Scully a "Vers une architecture" de Le Corbusier. Es decir, casi un libro fundacional.Venturi afirmaba en su obra, formulando así una de las claves para entender lo que ha ocurrido en los últimos años tanto con la arquitectura como con la tradición del Movimiento Moderno: "Me gusta la complejidad y la contradicción en arquitectura... basada en la riqueza y ambigüedad de la experiencia moderna... Los arquitectos no pueden permitir que sean intimidados por el lenguaje puritano moral de la arquitectura moderna. Prefiero los elementos híbridos a los puros, los comprometidos a los limpios, los distorsionados a los rectos, los ambiguos a los articulados, los tergiversados que a la vez son impersonales, a los aburridos que a la vez son interesantes, los convencionales a los diseñados, los integradores a los excluyentes, los redundantes a los sencillos, los reminiscentes que a la vez son innovadores, los irregulares y equívocos a los directos y claros. Defiendo la vitalidad confusa frente a la unidad transparente. Acepto la falta de lógica y proclamo la dualidad". En definitiva, casi como empezar de nuevo la construcción de la Torre de Babel, aunque ahora sin un ánimo real de levantarla, tan sólo de utilizarla como metáfora para dar cabida a cualquier opción.Mientras tanto, Rossi pretendía realizar una operación quirúrgica sobre lo confuso, sobre lo innecesario, sobre lo que no era disciplinar. Un intento de volver a fundar la arquitectura, estableciendo unos nuevos principios lógicos, atentos tanto a la tradición como al Clasicismo, sin que ello implique la aparición de citas indiscriminadas. En este sentido, no es extraño que entre sus arquitectos preferidos figuren los nombres de Loos o Tessenow, la arquitectura de la Ilustración, Boullée y Laugier.Las ideas de Rossi, sus planteamientos sobre la relación existente entre la forma de la ciudad y la arquitectura que en ella se construye, sedujeron a un buen número de arquitectos italianos que configuraron lo que habría de llamarse la Tendenza, una opción fundamentalmente neorracionalista que, además, no negaba la tradición del Movimiento Moderno, aunque incorporase arquitectos abandonados por la ortodoxia del Estilo Internacional. Un intento de clarificación metodológica y disciplinar al que se sumaron arquitectos como M. Scolari o G. Grassi, intentando una operación de limpieza, frente a lo planteado contemporáneamente por Venturi y posteriores postmodemos.Para el neorracionalismo de la Tendenza, es la arquitectura la que tiene que controlar la construcción de la ciudad, asumiendo la lección de la historia urbana, de los tipos comprobados colectivamente. La historia entra nuevamente en el proyecto, no a través dé sus apariencias formales, como quieren los clasicistas modernos, sino sometida a una espectacular reducción.Al recuperar la especificidad de la disciplina, al proclamar su autonomía de cualquier contaminación, se hace desde la idea de la racionalidad del método. La historia de la disciplina se despoja de la memoria de los lenguajes y eso implica reducir la arquitectura a un vacío formal, a una construcción lógica. Su capacidad de significación simbólica reside en la consecuente relación con la ciudad histórica: son los usos colectivos de las formas urbanas los que llenarán de contenidos las tipologías y el vacío formal. De ahí el interés por recuperar la idea y la pertinencia del monumento, de la calle tradicional, de la plaza. "El progreso -ha escrito Massimo Scolari- no es novedad y cambio, o por lo menos no los presupone necesariamente; progreso es, en todo caso, clarificación, paso de lo complicado a lo sencillo. En la arquitectura significa simplicidad, unidad, simetría y proporciones justas, claridad tipológica, homogeneidad entre planta y alzado, y negación del desorden, aunque éste se justifique como reproducción simbólica de la crisis de una cultura". Es decir, exactamente lo contrario de lo propuesto por Venturi en el texto antes mencionado.Pero introducir la historia en el proyecto puede dar lugar a muchos equívocos, tanto como referencias posibles existen. Es la tentación de recrearse de nuevo en los viejos lenguajes lo que los arquitectos parecen buscar, aunque no todos. Desde este punto de vista, el clasicismo y el arcaísmo vuelve a estar de moda. De esta manera Gerd Neumann podía proponer, en 1980, cual nuevo Calímaco, un capitel corintio imaginario con las hojas de acanto movidas por el viento; Quinlan Terry construir una cabaña primitiva, como para empezar desde el principio de la arquitectura. Juegos intelectuales con el clasicismo o nostalgia por recuperar el significado cultural de la memoria, el hecho es que S. Tigerman ha proyectado, en 1980, una casa inspirada en la Villa Madama de Rafael y Thomas Gordon Smith ha construido las villas de Plinio el Joven en California. El lenguaje clásico se ilumina, como en la fluorescente Plaza de Italia, realizada por Ch. Moore en Nueva Orleans, en 1979. Al año siguiente, en la Bienal de Venecia, que llevaba el elocuente título de La Presencia del Pasado, Hans Hollein pudo realizar una fachada para la Strada Novissima que es un compendio de columnas-manifiesto de la historia de la arquitectura.Es cierto que con estas manifestaciones no se agotan las propuestas de la postmodernidad ni las de la modernidad. Sobre todo esta última ha pretendido realizar una nueva lectura de las vanguardias, como una erudición preciosista que ha recorrido desde el constructivismo a la arquitectura de Le Corbusier, desde el neorracionalismo calvinista, conceptual y blanco, de los Five Architects de Nueva York a la última moda de la deconstrucción arquitectónica, en la que la crítica de la arquitectura se plantea más como un juego intelectual que en su posible verificación y reproductibilidad en la metrópoli. Mientras tanto, otros arquitectos siguen construyendo la arquitectura del siglo XX y mirando atentamente al filtro de la Torre de Babel del Movimiento Moderno.