Comentario
El Museum of Modern Art (MOMA) de Nueva York jugó un papel decisivo en el nuevo arte norteamericano, con su apoyo y promoción. Inaugurado en 1929 y trasladado a una nueva sede diez años después, se erigió en defensor del nuevo arte, distanciándose de la tiranía parisina. El MOMA colaboró estrechamente con la FAPS y algunos de sus directivos y conservadores formaban parte de ella. La misión que se planteaba el MOMA por estos años era servir a la elite cultural y artística para alcanzar al gran público a través de ella, en un segundo momento. Aunque al principio -y no podía ser de otra manera- sus intereses se habían centrado casi exclusivamente en el arte moderno europeo, a finales de los treinta y ya claramente en los cuarenta, cambió de orientación.En Nueva York se libró una batalla por el liderazgo cultural entre el MOMA y el MET (Metropolitan Museum). Este último, más antiguo, era el museo de las grandes familias americanas de siempre y defendía el arte académico norteamericano, nacionalista, sin plantear problemas ni novedades, con un desprecio absoluto por el arte moderno y su museo -"esa casa de putas de la calle 53", como le llamaba Francis H. Taylor, uno de sus directivos-. El MOMA, apoyado por los nuevos ricos como Rockefeller, tenía una orientación más abierta y liberal y, en definitiva, representaba el futuro de América. Por eso, junto a los internacionalistas, el MOMA ganó la batalla -promocionando abiertamente, en la segunda mitad de los cuarenta, el arte de vanguardia- y se erigió como líder artístico y cultural de la ciudad y del país, lo mismo que Nueva York había ganado la capitalidad frente a Washington.