Comentario
El expresionismo abstracto llevaba a un callejón sin salida. Los únicos que supieron salir de él fueron los que no lo hicieron: Pollock que precipitó su muerte al volante de un coche, Millares, al que se llevó una enfermedad -los dos en plena gloria- o Wols, que se suicidó cuando empezaba a dejar el alcohol, Rothko...Por un lado, la expresión de la angustia existencial, las tensiones interiores y la exhibición impúdica del yo más íntimo habían tenido todo el desarrollo que necesitaban; por otro, la vanguardia estaba institucionalizada: todo el mundo hablaba de arte, los expresionistas abstractos estaban en los museos, las revistas se ocupaban de ellos, exponían en todas partes -las galerías eran suyas-, vendían y el "poder se había apoderado de su discurso". Pollock -sus dibujos- vendía casas para la compañía Country Homes Inc., a través de la Partisan Review, y Millares montaba escaparates en El Corte Inglés de Madrid, con alpargatas viejas, sacos manchados y tubos rotos.El expresionismo abstracto, el informalismo, la vanguardia, habían dejado de gritar; ahora susurraban en voz baja y agradable a los oídos de un público con posibles para colocar sus elegantes y decorativos cuadros encima de una consola Luis XV o al lado de un paisaje impresionista.Una vez pasados esos gritos, se produce un enfriamiento de la pintura, tanto en Europa como en Estados Unidos. El enfriamiento parecía ya imprescindible o muy necesario, después de los alardes emocionales de Pollock, Rothko, etc., y tiene varias manifestaciones: simplificando mucho podemos hablar de una abstracta y otra que no lo es. La primera es la abstracción postpictórica y la segunda, la no abstracta -la figurativa- es el arte pop, que lleva a cabo el mismo proceso de enfriamiento, aunque por caminos diferentes y con medios también distintos.