Época: XX23
Inicio: Año 1970
Fin: Año 1975

Antecedente:
Los nuevos realistas
Siguientes:
Eduardo Arroyo. La figuración narrativa española
El Equipo Crónica
Crónica de la realidad

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

En mitad de los años sesenta, mientras triunfa el pop y la nueva abstracción, algunos artistas en París -aunque no todos franceses- toman un camino diferente: recurren a la anécdota, cuentan historias para desvelar la cara oculta de su tiempo con una mirada corrosiva y comprometida. Son los pintores de la figuración narrativa, término que se debe al crítico Gérald Gassiot-Talabot y no se trata de un grupo, ni de un movimiento constituido, sino de una tendencia figurativa común a artistas que comparten intereses y formas plásticas en ocasiones muy semejantes. Los años 1964, con la exposición Mitologías cotidianas, y 1977, con Topino-Lebrun en el centro Pompidou, marcan el arco temporal en el cual la tendencia tiene su máximo desarrollo, aunque la mayor parte de los artistas sigue haciendo obras interesantes en los ochenta.Colocada entre el Nuevo Realismo y el pop, con los que tiene indudables puntos de contacto, existen también diferencias. El Nuevo Realismo valora sobre todo la apropiación del objeto y su lenguaje, mientras la Figuración Narrativa prima el contenido -el tema- y plantea una reflexión sobre sus propios medios (la pintura). El pop por el contrario se limita a hacer constataciones objetivas y a poner el tema entre paréntesis.Se sitúan como testigos críticos del mundo en el que viven, pero no renuncian a la pintura; al contrario, hacen pintura de historia. Enfrentados ellos también a las imágenes de los media -la televisión, el cine, la publicidad, los comics...- no se limitan a tomar esas imágenes, a apropiarse de ellas, a hacer inventario; las utilizan y, partiendo de ellas, cuentan hechos contemporáneos.Lejos de los efectos matéricos y de los gestos informalistas, pintan con formas planas y colores ácidos, que dan a sus obras un aspecto frío y riguroso, como un espejo que devuelve a la sociedad la imagen de todo aquello que preferiría ocultar.El padre de todos ellos es Jean Hélion (1904-1987), un pintor que a finales de los años treinta, y partiendo del neoplasticismo, empieza a hacer pintura figurativa sin renunciar a los aspectos de la abstracción que le son útiles -tintas planas, formas sencillas...- y situándose a contracorriente el resto de su vida. El motivo de su cambio fue la separación que veía entre el arte y la vida: "(...) yo sufría hasta entonces una contradicción imposible: pintar ocho horas al día en un estilo y vivir en otro (..) bebiendo, comiendo, amando..."- y sus convicciones políticas también contribuyeron. Arroyo le rinde un homenaje mitad plástico y mitad político en 1974, Jean Hélion, evadido - En camino de Pomerania hacia París (París, Centro Pompidou), jugando con su doble huida del campo de concentración en el que estuvo prisionero y de la abstracción. Hélion se anticipa a la Figuración Narrativa, y también a los Nuevos Realistas, en su interés por los temas urbanos, cotidianos y contemporáneos con los que crea, según sus propias palabras, una cierta mitología cotidiana.Uno de los cabezas de fila de esta tendencia es Valerio Adami (1935), un italiano que trabajó en Londres y París y que pinta con grandes superficies de color planas y fuertes contornos negros, como viñetas; como casi todos ellos recurre con frecuencia a los símbolos, la metonimia y los deslizamientos semánticos; además suele dar explicaciones escritas sobre sus pinturas. De Henri Matisse trabajando en un cuaderno de dibujo (1966, Milán Studio Marconi), dice: "Yo me pongo en el lugar de Matisse mientras trabaja, vistiendo un traje azul a lo Stirling Moss. Asocio el lápiz como falo a las palabras de Matisse: Tengo colores, una tela, y debo expresarme con pureza".Uno de los temas sobre los que estos pintores reflexionan plásticamente, es el papel del pintor y la historia de la pintura. Gilles Aillaud (1928) utiliza de manera recurrente la imagen del zoo y los animales salvajes para plantear la actitud del espectador ante la obra de arte: visitante, guardián o fiera. Télémaque (1937) juega con el poder de identificar y de nombrar los objetos, en imágenes que son inseparables del texto.