Época: Hiroshima L2
Inicio: Año 1945
Fin: Año 1945

Antecedente:
Las colonias en guerra

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

Antes de 1941, los sentimientos anticolonialistas existían, pero no eran ampliamente mayoritarios. Algunas minorías ilustradas, educadas al estilo occidental, se distanciaron críticamente y buscaron las raíces de su identidad.
La guerra de 1914 evidenció las divisiones de los europeos. La campaña contra los imperios centrales se basó en las ideas democráticas y el derecho de los pueblos al autogobierno, lo que dio esperanzas y argumentos a los nacionalistas asiáticos.

Desde 1917, la URSS atacó abiertamente las ideas colonialistas, puestas claramente en crisis con el sistema a raíz de la depresión de 1929. De modo que durante los años treinta, los partidos y sindicatos de izquierda promovieron en Asia revueltas frecuentes.

La oposición no era ni amplia ni violenta en vísperas de guerra. Lo más frecuente era la búsqueda de la propia identidad, favorecido por el sentimiento religioso. El deseo de cambio había sido fomentado por las ideas llegadas de Occidente y la religión (movimiento conservador que experimentaba alientos renovadores) era a menudo el único lazo de unión entre las poblaciones, de modo que el budismo en Birmania e Indochina, y el islamismo en Insulindia, sirvieron para despertar y aglutinar el sentimiento nacional.

Este hecho se unió a la poca influencia que el cristianismo tenía sobre las poblaciones indígenas. En muchos lugares, los misioneros eran los únicos blancos no movidos por afanes lucrativos que llevaban a cabo una importante labor asistencial y pedagógica. Pero su papel de colaboradores y avanzados de los intereses coloniales, con cuyas autoridades mantenían magnífica relación, eran demasiado evidentes. Su influencia sólo era grande en Filipinas, aunque los misioneros españoles se habían desprestigiado ante la población indígena, teóricamente cristiana en su mayor parte, por el acaparamiento de tierras.

En Tailandia, que jamás sufrió la colonización, había poco nacionalismo; pero en China la situación era confusa a causa del fracaso de la revolución de 1911, que había terminado en el caos del Kuomintag, incapaz de oponerse a la política japonesa.

El país era la viva contradicción entre la economía moderna de los puertos de la costa meridional y oriental, donde había empresas coloniales extranjeras y chinas, y la agricultura tradicional que oprimía a la mayor parte de la población a causa de los terratenientes, la demografía y el atraso.

En otras regiones como Java las tensiones eran muy recientes: databan de pocos años, cuando los colonizadores habían endurecido las condiciones políticas y administrativas a fin de explotar, mucho más a fondo, los recursos naturales y el trabajo de la población.

Tampoco los holandeses de Insulindia estaban preocupados por la acción de sacerdotes, poetas e intelectuales indígenas, ni por el estallido de la guerra europea. Su inquietud eran los japoneses, a quienes consideraban presuntuosos y codiciosos de la riqueza de las islas.

La apacible vida de los blancos transcurría sin prisa, entre el tenis de la mañana y el whisky de la tarde. Todo su universo se mantenía en orden: el caucho (remitido según las instrucciones de las oficinas centrales de Singapur), la salud de las chorreantes plantaciones (mantenida con la cuidadosa pulverización de los charcos) y la paz de los trabajadores descansando en la sumisión a los amos blancos, entre el mascar despacioso de betel.

La oposición anticolonialista más organizada estaba en la India, donde ya, en 1930, el partido del Congreso tenía un ala radical que reclamaba la independencia. Nehru y Subbas Chandra Bose capitaneaban esa tendencia que los ingleses trataban de neutralizar, dando mayor representación parlamentaria a los príncipes reaccionarios.

La Constitución de 1935 estableció un congreso central de la India, donde los representantes designados libremente por los príncipes eran más que los libremente elegidos. Además, ese parlamento autonómico sólo controlaba el 20 por 100 del presupuesto y ninguna parcela de los asuntos militares.

En todo caso, tal proyecto federativo no se llevó a cabo porque estalló la guerra, de modo que, hasta la independencia, la India fue regida por la Constitución de 1919. En cambio, se adelantó en los gobiernos locales; con unas elecciones donde votaron el 43 por 100 de los hombres y el 10 por 100 de las mujeres, el partido del Congreso obtuvo el poder en ocho provincias el año 1937. Los musulmanes, que se agrupaban alrededor de la Liga Musulmana, tuvieron malos resultados y en 1940 ya promulgaron la teoría de establecer dos naciones después de la independencia.

Cuando la guerra era inmediata, el partido del Congreso atravesó una crisis de dirección. Subbas Chandra Bose creía en una síntesis del comunismo y el fascismo, de ribetes autoritarios, y consiguió ser elegido presidente en 1938 y nuevamente en 1939. Pero el número de sus seguidores era pequeño y Nehru le obligó a dimitir. Chandra Bose fundó entonces el Forward Bloc, y acabó en la cárcel.

La guerra puso definitivamente en marcha el proceso descolonizador. La propaganda japonesa insistió en la liberación de los pueblos asiáticos del yugo blanco y los ingleses debieron prometer también la libertad para obtener colaboración. En cambio, Washington y Moscú propugnaron que la descolonización debía ser inmediata y, desde 1943, ambos insistieron claramente en ella.