Comentario
Las innovaciones en materia de armamento se cuentan por centenares y es preciso referirse tanto a las de carácter cualitativo como a aquellas otras que, aun de tipo fundamentalmente cuantitativo, modificaron sustancialmente la naturaleza de los combates.
El elemento básico del combate terrestre, el soldado de infantería, comenzó la guerra armado con un fusil de repetición y granadas de mano. En 1945 utilizaba habitualmente armas automáticas y lanzagranadas antitanque. Uno y otro bando se esforzaron, con éxito, en fabricar grandes cantidades de armas automáticas sencillas y baratas, lo que dio lugar a un amplio uso del subfusil, con ejemplares tan magníficos como el MP-40 (Schmeisser) alemán o el PPSH-41 soviético, o en menor grado el Sten británico. La mayor innovación sería de origen alemán: en los últimos meses de la guerra y por iniciativa de Adolf Hitler, la Wehrmacht dispuso del Sturmgewehr (fusil de asalto) 44, arma automática antecedente directo de los actuales fusiles de asalto.
La ametralladora fue perfeccionada hasta límites que continúan vigentes cuarenta años después. A partir de 1942-43, comenzaron a emplearse en Europa las armas individuales antitanque, de las cuales las más efectivas fueron el bazooka norteamericano (copiado por los alemanes) y el panzerfaust de los germanos. El lanzagranadas británico PIAT resultó, en cambio, poco fiable y engorroso.
La infantería, asimismo, se motorizó. Junto con el uso generalizado de camiones y tractores de artillería, apareció el vehículo ligero. El rey de estos últimos fue uno de los símbolos de la guerra: el Jeep Willys, del que los norteamericanos fabricaron 640.000 unidades. Su mejor rival fue el alemán Kubelwagen, derivado del popular Volkswagen y del que se construyó una versión anfibia, el Schwimmwagen. La construcción de ambas versiones se limitó, en cambio, a la décima parte del jeep: algo más de 66.000,
Al lado de tales vehículos, se generalizaron los transportes acorazados de tropas, antecedente de los vehículos de combate de infantería de los años ochenta. El norteamericano M-3 y el alemán SdKfz 251 -ambos semiorugas- fueron los mejores exponentes, superiores al oruga británico Bren Carrier y similares.
La artillería asistió a un aumento progresivo de las prestaciones de los cañones de campaña, parte de los cuales fueron instalados sobre chasis de oruga, con el fin de poder desplazarse por los mismos terrenos y a la misma velocidad que los tanques y demás vehículos acorazados. Lo más notable de la Segunda Guerra Mundial en este terreno sería, sin embargo, la lucha contra el tanque y el avión y la aparición de nuevas técnicas y sistemas, como los cañones sin retroceso y los cohetes.
Al igual que la artillería de campaña, los cañones antitanque y antiaéreos -estos últimos con una tendencia creciente hacia el automatismo- fueron montados sobre vehículos de cadenas (orugas), dotados con blindajes ligeros o medios con el fin de poder acompañar en todo momento a los tanques.
Hacia la mitad de la guerra, surgieron los primeros cañones de asalto específicamente diseñados para su instalación en un vehículo. Alemanes y soviéticos fabricaron los mejores; los primeros con la serie Sturmgeschütz y los cazatanques Jagdpanzer-; los segundos, con las series ISU y SU. De esta forma nació la actual artillería autopropulsada.
La lucha contra el tanque propició un formidable cambio tecnológico, hasta el punto de que los cañones y proyectiles utilizados en 1940 eran completamente inútiles cinco años después. Las piezas antitanque -utilizadas tanto por los tanques como por la artillería- tenían al comienzo de la guerra un calibre comprendido entre los 37 y 50 mm y disparaban proyectiles de un kilogramo de peso. Al final del conflicto, el calibre típico oscilaba entre 75 y 90 mm y el peso de las granadas estaba situado entre los 5 y 10 kg. Excepcionalmente, los soviéticos emplearon cañones de 122 mm y los alemanes de 128 mm con munición que superaba los 20 Kg.
El proyectil empleado con preferencia fue la granada perforante de acero. Los alemanes desarrollaron proyectiles perforantes de núcleo duro (tungsteno); disponían de menor masa y mayor velocidad inicial, con lo que se obtenía una mayor energía cinética (E = M.V2) y más capacidad de perforación en distancias cortas y medias, antes de que lo reducido de la masa hiciese perder velocidad y por consiguiente energía, a un ritmo mayor que el de proyectiles normales de más peso, por lo cual estos últimos continuaban siendo útiles para distancias largas.
Ambos bandos desarrollaron proyectiles de carga hueca, dotados con una formidable capacidad de perforación, pero con dos limitaciones: la carga se desorganizaba si la velocidad inicial era muy grande y la estabilización del proyectil se producía por giro, tal y como ocurre en los cañones de ánima rayada; por otra parte, la eficacia se perdía si el ángulo de incidencia en el momento del impacto era muy pronunciado, lo que resultaba inevitable para tiros a cierta distancia y más aún si la velocidad inicial debía ser reducida.
En consecuencia, la carga hueca sólo se utilizó para tiros a corta distancia, con proyectiles poco veloces y empleando tubos de ánima lisa. Es decir, para las armas antitanque individuales como los bazooka y panzerfaust ya citados. Los lanzagranadas contemporáneos siguen utilizando este tipo de carga, al igual que los misiles antitanque.
La innovación principal en materia de munición antitanque tuvo origen británico. A finales de 1943 pusieron en servicio -para el cañón de seis libras (57 mm) el proyectil perforante subcalibrado. Una granada de núcleo duro con unas bandas de forzamiento de aleación ligera, las cuales se desprenden cuando el proyectil sale del tubo del cañón. Este sistema permite obtener muy altas velocidades iniciales y la bondad del sistema es tal que continuó empleándose posteriormente como munición básica de los cañones antitanque.
Los tanques experimentaron asimismo cambios radicales. En 1939 su peso oscilaba entre las 10 y las 20 toneladas; en 1945 superaban las 30 toneladas y en algún caso llegaban a las 70 (Tiger II alemán), marca que no ha sido superada todavía (el Merkava israelí es el vehículo contemporáneo más pesado, con 62 toneladas). El espesor normal de las corazas rondaba los 100 mm y se llegó hasta los 250 (Jagditger).
La movilidad, en cambio, no mejoró. Las velocidades eran en 1945 similares a las de 1939 (entre 15 y 25 km/h campo a través; el doble en carretera). Tampoco la estabilización del cañón (los tanques debían detenerse para hacer puntería).
El cañón sin retroceso presentó numerosos problemas de desarrollo -tanto a los alemanes como a británicos y norteamericanos- y sólo fue utilizado, en muy pequeño número, en los meses finales de la guerra, en el Pacífico. Su gran rebufo constituía un inconveniente técnico, debido a que facilitaba su localización por el adversario.
Más éxito tuvieron los cohetes, utilizados ampliamente por alemanes, británicos, norteamericanos y soviéticos, con el fin de obtener grandes concentraciones de fuego. El lanzacohetes más famoso fue el soviético BM13 (conocido por Katiusha o también órganos de Stalin), pero los alemanes dispusieron de un arma parecida, el Nebelwerfer.
La guerra significó el pleno y, a menudo, decisivo empleo de armas hasta entonces en pañales: el portaaviones, el submarino y la mina. Los combates navales fueron decididos por el poder aéreo desplegado en el primer tipo de buque reseñado o, excepcionalmente, con base en tierra.