Comentario
En septiembre de 1939, los Ejércitos estaban organizados en divisiones de Infantería. Sólo Alemania disponía de seis divisiones acorazadas, estructuradas en torno al tanque. La nueva doctrina había sido elaborada diez años antes por un reducido grupo de brillantes teóricos británicos, entre los cuales destacaba el coronel Fuller, jefe de Estado Mayor del Cuerpo Acorazado británico durante la Primera Guerra Mundial.
Estos planes revolucionarios sobre la conducción de las operaciones fueron, sin embargo, bien aprendidos por el Estado Mayor alemán y no por los demás países. Su fulgurante conquista de Holanda, Bélgica y Francia fue posible gracias a su eficacia táctica y no a la superioridad. El mando alemán sólo disponía de 2.887 tanques, frente a 3.808 desplegados por franceses y británicos, cuyo material era, a menudo, de superior calidad.
Al final de la guerra, la división acorazada era la formación básica de todos los ejércitos, complementada habitualmente por las mecanizadas (granaderos acorazados, según la denominación alemana). Estas últimas se distinguen de las primeras porque los transportes acorazados de tropas predominan sobre los tanques. Cincuenta años después, todos los ejércitos del mundo mantienen esta misma organización básica, fundamentada en el predominio del tanque.
Las fuerzas aéreas y navales experimentaron cambios de similar importancia. Las marinas de guerra dejaron de estar estructuradas en torno al acorazado. La última botadura de uno de estos grandes navíos -el Vanguard británico- se produjo el 30 de noviembre de 1944. El elemento básico de la flota -el capital ship- pasó a ser el portaaviones a partir de las grandes batallas aeronavales que tuvieron lugar en el Pacífico en 1942 -mar del Coral, Midway, Santa Cruz-, en las cuales los buques de superficie no llegaron a verse y la pugna fue decidida por los ataques aéreos.
El dominio del aire se convirtió, por vez primera, en condición imprescindible para el triunfo. Ello fue posible gracias al perfeccionamiento técnico alcanzado por los aviones, que jugaron papeles apenas esbozados durante la Primera Guerra Mundial.
La organización con que los distintos países se enfrentaron a este nuevo reto fue distinta. Frente al concepto de aire integral, puesto en práctica por la Luftwaffe alemana, Gran Bretaña, Estados Unidos y Japón desarrollaron fuerzas aéreas independientes para la Armada. Este último concepto es el que prevalece en nuestros días, si bien Estados Unidos siguió la práctica alemana y británica de crear un tercer ejército: en 1947, sólo dos años después del final del conflicto, nacía la actual USAF, que hasta entonces -como USAAF- dependió del Ejército.
En uno y otro bando se multiplicaron las misiones desempeñadas por los aviones. Junto a la importancia decisiva ya citada en la guerra naval -desde la Segunda Guerra Mundial, aeronaval- los aviones siguieron ejerciendo la función básica del dominio del aire, tanto a la defensiva -con los aviones de caza-, como en la ofensiva -los bombarderos. Dentro de estos últimos nació una nueva familia: los bombarderos estratégicos, empleados casi en exclusiva por Estados Unidos y Gran Bretaña.
La necesidad de diferenciar las misiones de estos grandes aparatos de otros más ligeros, pero capaces igualmente de atacar a las fuerzas enemigas, dio lugar a la aparición de un nuevo concepto, la aviación táctica, que se mantiene en nuestros días.
La aviación también fue empleada de forma sistemática para la patrulla antisubmarina -desplazando a los buques de superficie a medida que aumentaban las prestaciones de los aviones especializados en este tipo de lucha y el reconocimiento, tanto naval como terrestre. Este último adquirió una gran importancia estratégica y dio origen a unidades especializadas en la interpretación de las fotografías aéreas. La primacía británica en este cometido se revelaría de gran importancia.
Hay que citar, por último, el uso generalizado del avión como medio de transporte. Uno y otro bando emplearon miles de unidades de aparatos como el DC-2, Curtiss 46, Junkers 52/3m o el DC-4. Aparte el transporte de cargas, estos aviones hicieron posible la aparición de unos nuevos combatientes: las tropas aerotransportadas, o de paracaidistas, integradas normalmente por unidades de élite.