Época: Hiroshima L2
Inicio: Año 1945
Fin: Año 1945

Antecedente:
La nueva organización militar

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

Cinco años de guerra bastaron para que se produjese un importante salto cuantitativo en las prestaciones de los aviones de combate. En 1939, la velocidad típica de un avión de caza era de 500 km/h y su alcance rara vez superaba los mil kilómetros. En 1945, todos los cazas que se producían en serie superaban los 600 km/h y, en algunos casos, los 700; el alcance excedía en ocasiones de los 2.000 kilómetros.
El armamento también había experimentado grandes cambio: al estallar la guerra, el arma normalizada era la ametralladora de un calibre del orden de las 0,3 pulgadas (7,62 mm); en 1945, la potencia de fuego se había multiplicado por más de cincuenta. El arma de menor calibre era la ametralladora de media pulgada (12,7 milímetros) y eran usuales los cañones de 20, 23 y hasta de 30 mm. Alemania puso en servicio -para el avión cohete Me-163 Komet- los primeros cohetes aire-aire, en tanto que los aliados emplearon ampliamente los cohetes aire-superficie.

La potencia de los motores de aviación raramente superaba, en 1939, los 1.000 caballos; en 1945 había ya cazas -el P-47 Thunderbolt norteamericano- con motores de 2.300 CV, y el bombardero B-29 disponía de cuatro unidades de 2.500 CV. Este aumento de prestaciones permitió el desarrollo de las hélices cuatripalas -al comienzo de la guerra eran bipalas o tripalas-, que contribuyeron en buena medida al aumento de la velocidad ascensional o trepada.

Cuando empezó el conflicto no había ningún bombardero en servicio que pudiese trasportar una carga de bombas de cinco toneladas; al terminar, se disponía de varios modelos que superaban esa barrera y algunos rozaban las diez toneladas. Su radio de acción con la carga máxima superaba, en ocasiones, los 2.000 kilómetros.

Los motores de émbolo llegaron, en la práctica, a su culminación. El siguiente paso fueron los reactores, que se describen aparte. En cuanto a las comunicaciones, los transmisores-receptores de radio se convirtieron en parte de la dotación normal de los aviones, al igual que empezó a serlo con los tanques. El tamaño de las bombas aumentó -los británicos fabricaron un modelo especial de diez toneladas- y hubo mejoras significativas en los visores de bombardeo y los lanzabombas. En cuanto a velocidad, muchos de los bombarderos de la última parte de la guerra eran más rápidos que los cazas del inicio del conflicto.

El helicóptero, en fin, fue desarrollado con éxito por alemanes, británicos y norteamericanos, gracias en buena parte al formidable esfuerzo desplegado en los años veinte y treinta por el español Juan de la Cierva. El único modelo operativo fue, sin embargo, el alemán Flettner FI 282 -Kolibri-, utilizado para misiones de enlace y reconocimiento terrestre y naval. No se generalizó el empleo de este tipo de aeronave -la Luftwaffe encargó mil ejemplares- debido a los bombardeos aéreos, la existencia de otras prioridades y el final de la guerra.