Comentario
La primera finalidad del plan norteamericano fue conquistar el archipiélago de las Bismarck, para llegar a la base japonesa de Rabaul, clave de la zona. La campaña se planeó con un calendario muy cauto: ocho meses desde los primeros ataques hasta la toma de Rabaul.
Una fuerza naval (Halsey) con cuatro divisiones americanas, una neozelandesa y dos de marines debía marchar desde Guadalcanal, por el rosario de las islas Salomon, para acercarse a Rabaul por el este. Otras cuatro divisiones americanas y tres australiana (MacArthur) se aproximarían por el oeste, a través de Nueva Guinea y la isla de Nueva Bretaña, donde está Rabaul. Un conjunto de casi 3.000 aparatos americanos y australianos cubriría las operaciones.
Las operaciones en Nueva Guinea fueron muy costosas por la dificultad de adaptación a la jungla. Cuando el 2 de enero se conquistó Buna, tras una lucha cuerpo a cuerpo, los americanos y australianos habían perdido 8.000 hombres a causa de las enfermedades tropicales y los suicidios.
En este compás de espera, la diplomacia soviética procuró mantener sus equívocos sobre Japón. Desde 1874 existía un contencioso respecto a la isla de Sajalin. En 1925, un tratado ruso-japonés concertó las prospecciones y explotaciones petrolíferas, y en 1941 se firmó un pacto de neutralidad y no agresión, en caso de que uno de los dos países entrara en guerra. Tenía validez de cinco años prorrogables, pero, en marzo de 1941, URSS y Japón declararon su prórroga, lo que aguaba las intenciones de Roosevelt.
Los intentos japoneses para conservar sus posiciones en Nueva Guinea tropezaban con la supremacía americana en el mar. El 2 de marzo un convoy de ocho transportes, que había zarpado de Rabaul, fue interceptado por aviones americanos que hundieron todos los barcos y remataron a los náufragos que intentaban ganar la costa.
La lucha adquirió una dureza terrible. La superioridad norteamericana fue contrarrestada por los japoneses, que consiguieron desembarcar refuerzos.
Desde antes de la guerra, el almirante Yamamoto había sido el alma del poder naval japonés. Para equilibrar la situación, desplazó los portaaviones que tenía en Truk, a la base de Rabaul.
Los bombarderos Mitsubishi y Toryu, protegidos por cazas Cero, hostigaron las bases americanas desde el 1 de abril. Pero la perfeccionada defensa antiaérea orientada por radar destruyó más de la mitad de los aparatos atacantes.
En plena ofensiva, la escucha norteamericana captó un mensaje vital: el almirante Yamamoto realizaría un viaje aéreo para revisar las instalaciones militares de las Salomon.
Con la autorización de Roosevelt, los cazas de Nimitz le tendieron una emboscada y le derribaron. Fue la pérdida del mejor estratega naval japonés. Le sucedió Mineichi Koga, que jamás estuvo a su altura.
Pero la guerra se decidía más por la potencia industrial que por las brillantes ideas de los almirantes. Y una nueva generación de materiales entraba en la batalla.
Tanques anfibios, lanchas de desembarco, para material y para infantería, nuevos portaaviones tipo Essex, los acorazados y cruceros averiados en Pearl Harbor fueron enviados al teatro de operaciones del Pacífico, mientras Japón reponía dificultosamente sus pérdidas.
Con ese material sería posible la campaña del Pacífico central, bautizado por la Marina norteamericana como "la carretera de Tokio". El mojón cero de aquella compleja y ensangrentada ruta fue Guadalcanal y Nimitz aprestaba sus fuerzas para cubrir su primer objetivo a comienzos del verano.
Pero MacArthur se anticipó. El 20 de junio inició su conquista de la Melanesia con desembarcos en algunas islas del archipiélago de Trobriand -al este de Nueva Guinea- de las fuerzas de Kreuger. Este no halló grandes resistencias e inmediatamente comenzó a construir aeropuertos.
Mientras tanto, otra fuerza, a las órdenes de Herring, desembarcó en Nueva Guinea para ayudar a las desgastadas tropas australianas. Aunque no halló resistencias importantes, se le ordenó mantenerse en la costa, pues los japoneses no parecían dispuestos a replegarse sin lucha, y en la cabeza de todos estaba la sangrienta campaña del invierno anterior.
El otro brazo de la ofensiva debía progresar en el este, a caballo de la isla Salomon, partiendo de Guadalcanal. El objetivo serio era la isla de Nueva Georgia, donde 10.000 japoneses parecían dispuestos a defenderse en el habitual escenario montañoso de junglas y fiebres.