Época: Hiroshima L3
Inicio: Año 1942
Fin: Año 1945

Siguientes:
La carretera de Tokio
Nueva estrategia
Las Gilbert
Tarawa
Superioridad norteamericana
Morir antes que rendirse
Eclipse japonés en Nueva Guinea
Las Marianas
La campaña de Filipinas
Los bombardeos sobre Japón
El infierno de Iwo Jima
La batalla de Okinawa
La guerra en Indochina
La guerra en Birmania

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

De las diversas posibilidades que se ofrecían a los norteamericanos al llegar la primavera de 1943, probablemente eligieron la peor alternativa: dividir sus fuerzas y enfrentarse a casi todos, uno a uno, los obstáculos que en los caminos hacia Tokio les opuso el ejército y la marina japoneses. De todas maneras, la superioridad de EE.UU. era tanta que, poco a poco, isla a isla, archipiélago tras archipiélago, costosamente, sangrientamente, fueron doblegando a Japón. Este amplio capítulo comprende desde la primavera de 1943 hasta el verano de 1945.
Tras los fracasos de Midway y Guadalcanal, los japoneses combatieron a la defensiva, y sólo una vez atacaron; en Birmania (1944), donde podían avanzar por tierra.

Quienes después de Pearl Harbor habían sido los amos del Pacífico, desde mediados de 1942 quedaron en inferioridad por la pérdida de cuatro portaaviones con sus aparatos en Midway y por el desastre de su aviación en Guadalcanal. Su industria no recuperaba las pérdidas a la velocidad de la americana y la defensiva fue una actitud obligada.

Su plan general era mantener una resistencia en cada isla, para crear barreras concéntricas que aislaran a Japón y retrasaran el avance americano. Pero militares y marinos discrepaban a la hora de establecer prioridades.

Si desde el este de Nueva Guinea se traza una recta hacia el norte, a 700 kilómetros está Rabaul y a 2.000 el archipiélago de las Truk. Rabaul cierra las comunicaciones que llegan desde el norte a las grandes islas cercanas a Australia (Bismarck, Nueva Irlanda, Nueva Bretaña y Salomon) y Truk está en plena Micronesia, en el centro de las Carolinas, mucho más pequeñas y dispersas en el océano, como una barrera en el camino hacia Japón que, después, salta de isla en isla por las Marianas.

Naturalmente, Rabaul y Truk eran las grandes bases navales del área y los marinos japoneses deseaban defenderlas colocando tropas en las Salomon y Bismarck, y sosteniéndose allí a toda costa.

Los intereses de los generales eran distintos. Sus tropas ocupaban y administraban Insulindia y Filipinas, y deseaban conservarlas. Así, preferían dedicar sus efectos a defender Nueva Guinea, que era el camino de llegada desde Australia.

Como siempre, se impusieron los militares y se dedicó más fuerzas a Nueva Guinea, que quedó bajo su mando; la Marina, en compensación, recibía la comandancia de las Salomon. En Rabaul se estableció el cuartel general de la operación que pretendía retrasar a los americanos durante seis meses, al cabo de los cuales se pensaba disponer de 10 ó 15 divisiones y 800 aviones de refuerzo.

Las posibilidades americanas quedaban limitadas por las negativas de Stalin. Si los rusos hubieran atacado desde Siberia a través de Manchuria, Japón se habría visto amenazado de cerca. Pero, a pesar de sus promesas y súplicas, Roosevelt no logró nada y la estrategia americana se planeó a través del Pacífico.

Para ello había dos posibilidades, concretadas en las fuerzas de MacArthur, con base en Australia, y las de Nimitz en las Hawai.

Las primeras podían avanzar hacia Filipinas, conquistando los grandes archipiélagos con tres fines: liberar a los australianos de una amenaza siempre próxima, que se traducía en presiones políticas; privar a los nipones de importantes recursos alimenticios y materias primas; y permitir una campaña donde las bases de suministros no estuvieran demasiado alejadas.

La otra opción consistía en cruzar el Pacífico de este a oeste, por su mismo centro. Era una ruta difícil, con grandes distancias, donde los japoneses podían atacar las comunicaciones con cierta libertad.

La primera posibilidad -atacar en el Pacífico suroccidental- era la opción de MacArthur y el Ejército, porque se prestaba a maniobras terrestres, en combinación con la flota. En cambio, los marinos preferían hacerlo a través del Pacífico central, basados en la superioridad que tenían sobre los japoneses y el número creciente de portaaviones que se incorporaban. La maniobra era esencialmente naval y podía resolverse exclusivamente sin injerencias del Ejército y del absorbente MacArthur.

En mayo de 1943, pese a los esfuerzos de King y Nimitz, Washington optó por una solución de compromiso: se atacaría en ambos sentidos, lo que obligaría a los japoneses a dispersarse sin poder acumular el máximo de efectivos en ningún lugar concreto.

Esta dificultad afectaba igualmente a los americanos, que necesitarían más efectivos, más material y más tiempo para avanzar hacia Japón. Así, los japoneses obtuvieron una prórroga que les permitió preparar mejor la defensiva, mientras sus enemigos acumulaban medios para el ataque.